Protestas en Chile: Las premisas de la insurrección y los movimientos sociales

Actualizado
  • 26/01/2020 00:00
Creado
  • 26/01/2020 00:00
Las masivas movilizaciones, la dura represión policial y el cuestionamiento al modelo económico vigente han marcado la convulsión social más grande de las últimas décadas en Chile. En esta segunda entrega analizaremos las premisas tras la insurrección chilena
En el interior de las protestas y como parte de sus protagonistas centrales, convergen varios movimientos sociales chilenos, de diferentes grados de radicalidad, organización y antigüedad

Tal y como ha acontecido con la mayoría de las movilizaciones y los movimientos antisistémicos de los últimos cinco lustros, también la insurrección chilena reciente es una mezcla compleja de elementos claramente espontáneos, con otros elementos derivados de estructuras y de movimientos organizados anteriormente. Porque si las jornadas recientes de lucha de octubre, noviembre y diciembre de 2019, desplegadas en todo el suelo chileno, son un claro conjunto de impresionantes, masivas y combativas movilizaciones sociales de todo el pueblo chileno, y no todavía, un claro movimiento antisistémico global y articulado de ese mismo pueblo, también es cierto que al interior de esas movilizaciones, y como parte de sus protagonistas centrales, convergen varios movimientos sociales chilenos, de diferentes grados de radicalidad, pero también de antigüedad, extensión, grado de organización y de implantación dentro del tejido social, claramente diversos.

Convergencia de varios movimientos y organizaciones anteriormente existentes, provocada por la enérgica acción contestataria y espontánea de todos los subalternos chilenos, que nos permite entender tanto los perfiles y las configuraciones concretas de los modos de protesta en las marchas, mítines, plantones, performances y manifestaciones de las últimas ocho semanas transcurridas, como también la agenda social de las principales demandas de esta vasta y masiva movilización de toda la sociedad chilena en general.

Entonces, el primer movimiento importante que está presente dentro de esta amplia movilización general, es sin duda el movimiento estudiantil chileno, movimiento que es central dentro del conjunto, y no sólo porque fue él quien produjo la chispa inicial que detonó el incendio popular, ni tampoco solamente porque de sus filas salen la mayoría de los combatientes populares de la llamada “primera línea” de la confrontación con los criminales carabineros, sino también y sobre todo, porque es este movimiento estudiantil el que había protagonizado, hasta antes de ahora, las principales protestas sociales masivas en contra de los sucesivos gobiernos de la concertación, escenificando la protesta del “Mochilazo” en 2001, la revolución pingüina en 2006, y la amplia rebelión estudiantil en 2011, la que con su demanda de “Educación gratuita y de calidad”, logró el 4 de agosto de ese mismo año de 2011, sacar a la calle en todo Chile a dos millones de personas descontentas y solidarias con dicha protesta estudiantil.

Movimiento estudiantil que en Chile, igual que en todo el mundo, nació al calor de la revolución cultural mundial de 1968, y que desde entonces y hasta hoy, ha sido un activo y audaz protagonista de todas las protestas sociales rebeldes, a la vez que una fuente nutricia importante de las organizaciones de izquierda y de los movimientos sociales más diversos. Por ejemplo, en Chile, del importante Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), o de las fracciones urbanas (mapurbes) del movimiento mapuche, aunque también, en ocasiones, de líderes que rápidamente se integran a la corrupta clase política chilena, y olvidando su inmediato pasado radical, se reconvierten en vacíos y domesticados políticos “políticamente correctos”.

Un segundo movimiento social, que ha estado también presente en la insurrección reciente del pueblo chileno, es el movimiento indígena mapuche. Lo que, entre muchos otros modos de manifestación, también se hizo evidente en la multitudinaria concentración del 25 de octubre en Santiago de Chile, en la que las banderas que agitaban los manifestantes no eran las banderas de la nación chilena, sino más bien las banderas mapuche, enarboladas tanto por los propios mapurbes o mapuches urbanos, como también por los miles y miles de simpatizantes de su justa y combativa causa. Porque al igual que todos los pueblos indígenas de América Latina, que después del 1 de enero de 1994 y de los saludables efectos que en todos los movimientos indígenas latinoamericanos tuvo el levantamiento neozapatista, también el movimiento mapuche pasó a la ofensiva desde hace dos décadas, en particular, después de los radicales e importantes sucesos de Lumaco del año de 1997.

Con lo cual, y desde su sector más avanzado, el que se ha agrupado en la Coordinadora Arauco Malleco, este movimiento mapuche se ha declarado explícitamente como un movimiento radicalmente anticapitalista, que al fusionar la mejor herencia de la cosmovisión mapuche, leída en clave radical y contestataria, con los mejores aportes de las tradiciones marxistas igualmente críticas y antisistémicas, nos recuerda y no casualmente, a la rica y compleja experiencia del neozapatismo mexicano. Lo que no solamente ubica a esta Coordinadora Arauco Malleco como uno de los movimientos indígenas anticapitalistas más avanzados de Latinoamérica, sino que la convierte también en un potente y protagónico actor de las vastas movilizaciones sociales recientes, actor que además, alimenta la vertiente y el sentido potencialmente antisistémicos y radicales de estas mismas movilizaciones.

El tercer movimiento que se ha hecho presente en la amplia movilización generalizada de los subalternos chilenos, es la llamada “Ola feminista”, la que irrumpió con mucha fuerza hace dos o tres años, y que también le ha impreso su sello a dicha movilización. Pues más allá de que el vistoso y agudo performance del colectivo feminista “Las Tesis” de Valparaíso, escenificado originalmente el 25 de noviembre de 2019 en el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, fue replicado, adoptado y adaptado en todo el planeta, está el hecho de que este movimiento feminista chileno ha sido muy activo y ha estado muy presente en las ocho semanas de movilización hasta hoy transcurridas. Presencia evidente y llamativa de las mujeres, que no sólo deriva de que ellas son “la mitad del cielo”, como dijo Mao Tse Tung, sino también de la circunstancia de que en Chile, al igual que en muchas otras partes del mundo, se ha acendrado enormemente en los últimos años la violencia machista, la que abarca desde maltratos, abusos y excesos de todo tipo, hasta el terrible feminicidio. Lo que naturalmente, ha potenciado también la protesta de las mujeres y la respuesta feminista de muchas de ellas.

Respuesta feminista que en sus corrientes más avanzadas, ha superado ya las limitadas posturas del “empoderamiento” de la mujer frente al hombre, y de ubicar al hombre como su enemigo, para asumir en cambio que los verdaderos enemigos, tanto de mujeres como de hombres, son el sistema capitalista mundial todavía vigente, y junto a él, el patriarcado también refuncionalizado en términos capitalistas, los que limitan y empobrecen tanto a las mujeres como a los hombres, al asignarle a cada género absurdos y ridículos roles y funciones sociales hoy ya totalmente insostenibles. Postura feminista inteligente y avanzada, que no casualmente coincide con las posturas de las compañeras neozapatistas respecto de estos mismos problemas.

Además de estos tres movimientos señalados, el volcán chileno hoy activado por la erupción popular, ha relanzado hacia el centro del proscenio a otros movimientos más pequeños en cuanto a su base social, o a otras formas de descontento menos organizadas y menos constantes, como el movimiento en contra de las Administradoras de los Fondos de Pensiones (No +AFP), o las luchas por un sistema de salud barato y de buena calidad, pero también el combate por el aumento de los salarios, por el aumento de las pensiones, o en contra de la escandalosa corrupción tanto de la clase política como de la clase empresarial chilenas.

E igualmente, y en mucho como un resultado directo de la muy vasta y generalizada movilización de todo el pueblo chileno, se han multiplicado por todas partes las Asambleas y los Cabildos de barrios, de territorios, de instituciones, de centros, o de corporaciones de todo tipo, despertando nuevamente el natural e instintivo sentido comunitario que poseen siempre todas las clases populares y subalternas del globo terráqueo, sentido que en cuanto encuentra un espacio propicio, vuelve a generar de manera espontánea y natural las formas de la democracia directa, el funcionamiento dialógico de los debates y las discusiones de los grandes problemas, y las formas de organización horizontales y abiertas, que cada vez más caracterizan a todos los movimientos realmente anticapitalistas y antisistémicos del mundo. Rasgos diversos que materializan ese sentido comunitario, que se hicieron evidentes hace pocos años en todas las rebeliones populares de 2011, incluida la rebelión estudiantil chilena, pero que también caracterizan sin duda a todos los movimientos antisistémicos de América Latina, como el neozapatismo mexicano, o las bases de los Asentamentos y de los Acampamentos del Movimiento de los Sin Tierra brasileño (pero no sus líderes), o como las comunidades indígenas realmente radicales de Bolivia, Ecuador, Colombia, o también Chile, entre otras.

Formas asamblearias y de funcionamiento a partir de la democracia directa, de las extensas bases de la movilización chilena de estos finales de 2019, que nos recuerdan a la Argentina del año de 2002, cuando como se ha dicho, “todo el país era como una inmensa Asamblea”, y cuando las movilizaciones pacificas del pueblo argentino lograron derrocar en un sólo año a cinco presidentes sucesivos, acuñando además la sabia consigna dirigida a la totalidad de su clase política, incluidos desde los partidos de la ultraderecha y la derecha hasta los de las supuestas izquierda y ultraizquierda, de “¡Que se vayan todos, que se vayan todos y que no quede ni uno solo!”.

Sabia consigna de rechazo total a la entera clase política argentina, que hoy ha sido retomada también por el pueblo chileno, el que se ha dado cuenta por enésima vez de lo lejanos que están todos los políticos y todos los partidos políticos chilenos, sin excepción, de la sociedad civil y de los ciudadanos de a pie de ese país. Lo que se hace evidente nuevamente, en la absurda y vacía propuesta del “Acuerdo por la Paz Social y la Nueva Constitución”, la que una vez más sería convocada, elaborada y definida, desde arriba y por los de arriba, y organizada y administrada de acuerdo a los tiempos, las componendas, los límites y los sesgos de esos mismos políticos corruptos que no representan a nadie más que a sí mismos, y que no responden a ningún interés social, sino solamente a sus más mezquinos y limitados intereses personales.

Frente a lo cual, el Chile hoy insurrecto debate la opción de reivindicar en cambio una Constitución construida desde abajo y por el pueblo subalterno mismo, la que podría comenzar a discutirse y elaborarse inmediatamente desde las Asambleas y Cabildos de base ya existentes, y de manera paralela a la construcción de una Asamblea Nacional Popular de todos los subalternos de Chile, Asamblea que más adelante podría refrendar y erigir en ley esa nueva Constitución, desde la conformación de un también nuevo gobierno, basado en el principio del “Mandar obedeciendo”.

Porque uno de los desafíos centrales que hoy se plantean a la vasta movilización general y al conjunto de los movimientos sociales de esta insurrección chilena, es el de dar este paso hacia adelante, y entonces oponer al vacío proyecto de su degradada clase política, este proyecto de conformar de inmediato una gran Asamblea Nacional de Asambleas y Cabildos, o Asamblea General Nacional, que construya desde abajo y de inmediato un nuevo gobierno que mande obedeciendo, junto a una nueva Constitución que defina el modo de funcionar del nuevo Chile postcapitalista, sin explotación, sin desigualdad, sin despotismo, sin despojo, sin jerarquías y sin discriminaciones de ningún tipo.

El autor es profesor e investigador de la Universidad Nacional Autónoma de México
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