Octubre negro agrega presión sobre Obama

Actualizado
  • 31/10/2009 01:00
Creado
  • 31/10/2009 01:00
PANAMÁ. Octubre se ha convertido en el mes con el mayor número de bajas en Afganistán para el Ejército estadounidense desde que empezó ...

PANAMÁ. Octubre se ha convertido en el mes con el mayor número de bajas en Afganistán para el Ejército estadounidense desde que empezó la guerra en el 2001 y, al mismo tiempo, una seria de atentados en Pakistán dejó cerca de 300 muertos, ejerciendo más presión sobre el presidente estadounidense Barack Obama para encontrar la estrategia adecuada para la región “Af-Pak”, como se le conoce a los dos países por los pasillos de la Casa Blanca.

Solamente esta semana, ocho soldados estadounidenses perdieron el martes la vida en dos diferentes incidentes mientras patrullaban en el sur de Afganistán. Un día antes, otros 14 estadounidenses murieron en dos accidentes de helicóptero.

Las 22 bajas mortales en 48 horas elevan la cifra en lo que va del mes a 55, el récord desde el comienzo del conflicto.

UNA GUERRA QUE PIERDE APOYO

Mientras el presidente Barack Obama evalúa un refuerzo de tropas a Afganistán, la muerte de 55 soldados este mes ha servido para reforzar el sentimiento en Estados Unidos de que la guerra empezada por la administración de George W. Bush, la tercera más larga en la historia norteamericana después de la guerra de la Independencia y la de Vietnam, es una que cada día pierde sentido y parece más difícil de ganar.

Aunque la cifra no se aproxima a los 137 muertos en un mes que se alcanzó en Irak en 2004, sigue siendo prueba inequívoca de que la situación en Afganistán, como Irak en aquel momento, empeora. No sólo por el número de bajas, pero por los signos de desánimo entre los implicados y la opinión pública estadounidense.

Esta semana también vio la dimisión del primer diplomático estadounidense en Afganistán, Matthew Hoh, del Departamento de Estado. Hoh confesó en su carta de resignación que había dejado de creer en la misión.

Mientras tanto, una encuesta este mes del diario Washington Post y de ABC muestran que la aprobación pública sobre la forma en que el presidente ha tratado la situación ha descendido, y ahora alcanza un 47 por ciento de desaprobación, diez puntos más que en el mes pasado.

Las sospechas de fraude en las elecciones organizadas en Afganistán, las cuales obligaron al país a convocar una segunda vuelta debido a la presión internacional, sumadas a un ataque talibán contra un complejo de las Naciones Unidas en Kabul que dejó 8 muertos, no ayudan a despejar el escepticismo.

OBAMA SE TOMA SU TIEMPO

Estas cifras no han cambiado los planes de Obama, sin embargo, quien ha insistido en que se tomará el tiempo que sea necesario para decidir la mejor estrategia posible para Afganistán, en un marcado contraste con la pasada administración, y causando mucho descontento dentro de las filas de los republicanos.

Esa prudencia está siendo interpretada como indecisión por la oposición.

El ex vicepresidente Dick Cheney ha acusado al presidente de poner en peligro a las tropas sobre el terreno al no responder positivamente a la petición del comandante de la operación, el general Stanley McChrystal, de enviar un refuerzo de 40,000 soldados.

A las criticas se le unió este miércoles el senador republicano John McCain. "Vemos como esta situación sigue deteriorándose mientras sigue este largo proceso de toma de decisiones", dijo a CBS. “Nuestros aliados están nerviosos y nuestros jefes militares se están frustrando”.

En cambio, la Casa Blanca afirma que el tiempo que se está tomando Obama está justificado en lo serio que es decidir si mandar o no a decenas de miles de estadounidenses a la guerra. El portavoz de Obama, Robert Gibbs, recuerda constantemente que la Administración anterior se precipitó a ir a la guerra en Irak, con los resultados que todos conocen.

PAKISTÁN, EL ALIADO INESTABLE

Al sur de Afganistán, explosiones de bomba en Pakistán este mes generaron nueva inestabilidad y nerviosismo en el gobierno paquistaní, aliado de Estados Unidos.

Un atentado en un mercado muy concurrido de Peshawar mató el miércoles a más de 106 personas unas horas después de la llegada al país de la secretaria de Estado de EEUU, Hillary Clinton, para “reforzar” las relaciones con el gobierno pakistaní. Este último ataque se suma a al menos 183 muertos este mes.

EL DEBATE DE LAS TROPAS

Los republicanos ven la concurrencia de atentados sumado al alza de víctimas estadounidenses como una señal de que Obama debe aceptar el pedido de McChrystal de mandar a otros 40,000 soldados.

Varios demócratas no tienen claro que ésa sea la mejor solución. El senador John Kerry, quien viajó a Afganistán para convencer al presidente Hamid Karzai de que aceptara un balotaje, se encuentra entre los que se oponen al alza.

“El despliegue de más tropas no servirá para mejorar de forma significativa la situación si no se mejora antes la capacidad de gobierno de las autoridades afganas", ha dicho.

Sin embargo, sería difícil medir una mejora en gobernabilidad a corto plazo, y a Obama no le queda mucho tiempo para anunciar una estrategia.

El senador Russ Feingold habló en nombre de muchos opositores a la guerra cuando dijo que quiere una victoria en Afganistán pero no a cualquier precio. ”La seguridad nacional y la seguridad individual para el pueblo estadounidense es lo más importante para mi”, le dijo a MSNBC.

LA DECISIÓN FINAL

Al fin de cuentas, a nueve meses en el poder, a la administración Obama le toca definir el rumbo a seguir.

No puede seguir acusando del caos actual al Gobierno de Bush, por más de que éste sea producto, en gran parte, de una desastrosa política de la administración pasada, que le dio prioridad a Irak en vez de la región “Af-Pak”, que sirve de refugio para los extremistas islámicos talibanes y miembros del grupo terrorista Al Qaeda, quienes presentan la mayor amenaza a la seguridad de la región y del país norteamericano.

Obama se encuentra en una encrucijada que podría definir el éxito o el fracaso de su paso por la Casa Blanca. La decisión de no aumentar el número de tropas despertaría recelos en el estamento militar. Su aceptación, en cambio, representaría una fuerte decepción para la izquierda demócrata. Y como si no fuera poco, ninguna opción le asegura el éxito en la guerra, ni un país más seguro.

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