Defensa de la democracia (parte 1): Tecnologías de la información

Actualizado
  • 17/12/2021 00:00
Creado
  • 17/12/2021 00:00
'Debemos, a través de nuevas tecnologías de la información, recobrar nuestro poder de generar consensos y contestar al poder, y no solamente ser manipulados por la desinformación y los intereses detrás de ella'.
Los gobiernos democráticos deben invertir en la creación e instalación de un nuevo sistema operativo democrático adaptado a la era digital.

A comienzos del mes de diciembre especialistas de ciberseguridad alertaron al mundo sobre una recién descubierta vulnerabilidad en un popular software llamado Log4j. La vulnerabilidad denominada Log4Shell dejó expuesta una de las bibliotecas digitales de código abierto más grandes del mundo.

Los servicios de la nube de Apple, las compañías Oracle, IBM, Google, Amazon y hasta la plataforma de video juegos Steam están entre los grandes nombres que emplean este software. Una semana después de conocerse la debilidad del software, agencias de ciberseguridad detectaron un promedio de 100 ciberataques por minuto a distintas compañías a nivel mundial a través de esta vulnerabilidad. En su mayoría los ataques fueron ataques de ransomware por parte de hackers individuales o grupos criminales.

Sin embargo, este 16 de diciembre el Departamento de Seguridad Nacional de EE.UU., el Gobierno de Israel y la compañía Microsoft detectaron un incremento de ataques coordinados a infraestructura crítica de gobiernos democráticos por parte de grupos de hackers apoyados por los gobiernos de Irán, China, Corea del Norte y Rusia.

La vulnerabilidad encontrada en el software Log4j es un contundente recordatorio de que el Estado debe refundarse y constituir su presencia en el mundo digital para mantener y construir un sistema inter-estatal que garantice la paz del mundo del futuro/presente. Los gobiernos democráticos de igual manera deben renovar los mecanismos de interacción social que permitan el sostenible desarrollo de una sociedad libre y segura. El ideal democrático debe adoptar una nueva ética de referencia para autorregular el aspecto cognitivo del mundo virtual y hacer frente a los ataques de regímenes no democráticos y su influencia ideológica.

'Hardware': un esfuerzo supra-estatal

En 1688 Thomas Hobbes acuñó uno de los adagios más básicos de la política: el conocimiento es poder. Es innegable que la organización de la información disponible al público determina los límites de las realidades imaginables. Y las nuevas tecnologías de la información son precisamente eso: nuevas tecnologías que gestionan la información. Sin embargo, el Estado no se ha constituido en el mundo digital, lo cual genera un problema de seguridad y libertad individual para sus poblaciones.

Según datos del Banco Mundial, alrededor de 50% de la población de América Latina no tiene acceso a internet fijo y solo el 67% tiene acceso a internet móvil. Esta realidad genera una brecha de desigualdad de doble filo. Por un lado, al menos 33% de la población no tiene acceso a información que ampliaría su realidad y garantizaría un mejor desarrollo de las libertades personales, y por otro lado, el Estado no está cultivando un potencial de poder o legitimidad a partir de la regulación u ordenamiento de nuevas informaciones disponibles.

Un ejemplo básico son las restricciones covid-19 y el uso de los códigos QR o pasaporte digital para poder ingresar a comercios. Un 33% de la población tiene una inmensa desventaja a la hora de presentar estas nuevas herramientas necesarias para un mundo en pandemia.

Un ejemplo más preocupante a largo plazo son los más de 13 millones de niños en la región que no tuvieron acceso a educación virtual (o 1 de cada 3 a nivel mundial) durante los confinamientos de 2020.

Imaginemos el mundo digital como aquellas películas del lejano oeste. Un mundo de oportunidades, la esperanza de los osados, ambiciosos o perseguidos. Pero también un mundo sin leyes, sin protección y sobre todo sin justicia. Para regímenes democráticos u autoritarios es una necesidad incorporar a toda la población a la era digital y garantizar la seguridad del mundo virtual.

En 2020 el comercio digital creció un 32% alcanzando más de $720 mil millones en ventas. Por otro lado, los ataques de ransomware por parte de cibercriminales aumentaron un 72%, costándole a individuos y empresas más de $318 mil millones. En Brasil solamente, criminales extrajeron más de $26 mil millones. Para poner en contexto la cifra: el presupuesto de defensa anual de Brasil, las fuerzas armadas más grandes de la región, es de $28 mil millones. Esto es valor generado por la población que pudo ser destinado a salud, educación, o disfrute de las libertades personales de los brasileños.

Los Estados del mundo deben emprender un esfuerzo particular para instalar el hardware de la sociedad digital y así poder determinar las nuevas fronteras y comenzar a imaginar maneras de garantizar la seguridad nacional.

'Software': una renovación gubernamental

El sistema democrático en sí está bajo amenazas producto de la brecha digital, pero también de la falta de adaptación de los mecanismos de gobernabilidad.

Una de las definiciones más sencillas para comprender el ideal democrático la dio Robert Dahl, en 1971. Para Dahl, la democracia es un balance entre la inclusividad de un sistema político y la posibilidad que tienen sus participantes de contestar el poder establecido. O en otras palabras: quiénes y qué formas son imaginadas por el Estado como actores libres, y cuáles pueden enfrentarse al gobierno para modificar su comportamiento.

La era digital, en particular el auge del internet, multiplicó de manera exponencial las formas aceptadas de integrantes de una sociedad libre por el imaginario público. En algunos casos esa visualización potenciada por nuevas tecnologías de la información generaron cambios para formalmente incorporar a nuevas formas aceptadas por el Estado. El lenguaje inclusivo, los derechos de las mujeres, el matrimonio igualitario, entre otras causas, lograron traducir consensos logrados a través de tecnologías de la información para reglamentar una nueva realidad.

Sin embargo, de igual manera las campañas de desinformación por parte de enemigos del sistema democrático también lograron polarizar nuestras sociedades y fragmentar la realidad. El más famoso caso de éxito de un ataque al sistema democrático, a través del mundo digital, y el uso de tecnologías de la información se vivió durante las elecciones presidenciales de EE.UU. en 2016. La polarización sembrada por las fuerzas militares de Rusia fue tan eficaz que en cuatro años de manipulación y desinformación masiva, EE.UU. pasó de ser el líder de las democracias del mundo a sufrir una insurrección armada en su capitolio.

La polarización de nuestras sociedades, y la fragmentación de la realidad (no-regulada por el Estado) han paralizado al sistema democrático. No se puede gobernar bajo principios de consenso democrático en un mundo de realidades fragmentadas. Colombia (Iván Duque), Perú (Pedro Castillo), Chile (Sebastián Piñera), Bolivia (Luis Arce), Ecuador (Guillermo Lasso) están entre los ejemplos de países que para bien o para mal no pueden ni siquiera gobernar en una región tan presidencialista. Los gobiernos democráticos deben invertir en la creación e instalación de un nuevo sistema operativo democrático adaptado a la era digital.

Al igual que el teletrabajo está revolucionando las leyes laborales y nuestro concepto de empresa, de igual manera deben ser implementadas nuevas herramientas de participación ciudadana y protección y diseminación de la información de interés público.

Las elecciones, los cabildos, las consultas ciudadanas, los servicios del Estado, todo el aparato democrático debe ser reconstruido en el mundo digital. Y serán necesarias regulaciones a las tecnologías de la información que garanticen la ética y los valores democráticos. No hay que temer la regulación del Estado, es su naturaleza y razón de ser: regular la actividad social para garantizar la seguridad. Sin embargo, la regulación solo será democrática si cuenta con tecnologías de la información diseñadas con ética y propósito democrático.

Debería ser igual de eficaz y sencillo poder conocer los proyectos de ley presentados por un diputado o enviar un mensaje a un representante de corregimiento, que pedir una pizza en un app o comprar unos zapatos online.

Debemos, a través de nuevas tecnologías de la información, recobrar nuestro poder de generar consensos y contestar al poder, y no solamente ser manipulados por la desinformación y los intereses detrás de ella.

Dominio de la información: un compromiso individual

En 11 de las 14 elecciones que se realizaron en América Latina desde el inicio de la pandemia, la participación ciudadana disminuyó. La desconfianza en el sistema democrático y las dificultades de acceso a centros de votación figuraron entre las principales razones.

En esta nueva era digital debemos entender el aspecto cognitivo del dominio de la información y el poder del individuo de configurar su propia realidad. La igualdad, la libertad y la misma democracia, como ideales, son irreales. Es el compromiso al ideal que ha permitido el desarrollo de sociedades abundantemente más libres que en el pasado oscuro.

Para el Partido Comunista Chino, el régimen ruso de Vladimir Putin o la dictadura de Nicolás Maduro, el dominio de la información es esencial para la supervivencia y sostenibilidad del régimen, más no del Estado. En otras palabras, el dominio de la información para regímenes autoritarios es una táctica de supervivencia. Mientras que la autorregulación de la información a través del sistema democrático es una estrategia para garantizar una sociedad libre y segura.

A nivel internacional, los defensores de la democracia deben priorizar el desarrollo del hardware que incorpore a todos los ciudadanos al mundo digital. A nivel nacional los gobiernos democráticos deben abocarse a diseñar las nuevas herramientas de convivencia democrática en la era digital. Pero a nivel individual, debemos poner a un lado las excusas que nos dividen para renovar el compromiso con los ideales democráticos. El dominio de la información en democracia lo ejerce el individuo a través de su autorregulación y exigencias de reglas claras y justas. Finalmente, en defensa de la democracia debemos retomar el poder individual de configurar la realidad basada en ideales de libertad e igualdad.

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