El vuelo sin pasaporte y sin ciudadanía

Actualizado
  • 12/03/2024 00:00
Creado
  • 11/03/2024 18:16
El relato de Félix Madariaga, oponente de Daniel Ortega, cuando decidió salir exiliado de Nicaragua, país que califica como una Corea del norte en Centroamérica, y su lucha contra el régimen siendo apátrida

Nació en Managua el 23 de septiembre de 1976 y ahora, a sus 48 años, no puede decir que es nicaragüense. Su nombre, su registro médico y hasta el día de su nacimiento fueron borrados de toda la documentación oficial. Tampoco tiene bienes a su nombre, todos fueron confiscados. Es como si nunca hubiera existido. Algo que se conoce como muerte civil.

Félix Madariaga es uno de los 222 apátridas regados por el mundo.

El 9 de febrero de 2023 Daniel Ortega, quien ejerce una política de represión generalizada, sorprendió al mundo con la expulsión de un grupo de opositores. Fue un jueves por la madrugada cuando fueron trasladados a una base aérea del ejército nicaragüense. Ahí, un avión –hasta ese momento con destino desconocido– los trasladaría a Washington, Estados Unidos. Félix iba en ese vuelo. “Quien no firme la hoja regresa a la cárcel de inmediato”, se escuchó decir al comandante a cargo del traslado.

Hasta ese momento, pasó 611 días encarcelado, sometido a interrogatorios desde el primer día hasta el instante en que un oficial ingresó a su celda, le entregó una ropa que llevaba en la mano y le pidió que se vistiera de civil.

En ese inusual tris recordó el recado de Berta Valle, su esposa, que le comunicó a su cuñado un año antes: “Sé que quieres mucho a Nicaragua, pero si en algún momento te van a deportar, te pido por tu hija y por mí, que no rechaces la deportación”.

“En ese momento no cuestioné, firmé, me quitaron las esposas y lo primero que vi antes de entrar al avión fue la sonrisa de una diplomática estadounidense que había servido en Nicaragua, una gran amiga. Me acerqué y me preguntó: ¿quieres ir a Estados Unidos? Sí, respondí, y me entregó un pasaporte nicaragüense”, narró Madariaga a La Estrella de Panamá en una reciente visita que hizo a Panamá.

Era el pasaporte que las autoridades de su país le negaron durante meses, pero que en ese momento se convirtió en un instrumento agridulce para liberarse del régimen; también era una exigencia de las autoridades estadounidenses al gobierno de Ortega para el despegue.

Una segunda condición consistía en que todos los que abandonarían el país debían hacerlo de forma voluntaria.

El pasaporte, que acreditaba la identidad y nacionalidad de Madariaga, no le duró ni dos horas.

En el trayecto del vuelo hacia Washington, la Asamblea Nacional de Nicaragua sesionó para declarar a todos los opositores apátridas.

En un acto sin precedentes y de forma exprés, los asambleístas reformaron la Constitución y crearon un artículo en el que toda persona juzgada por ‘vende patria’ pierde la nacionalidad y todos sus derechos.

Una acción en cascada, porque inmediatamente la Corte Suprema interpretó el artículo y el Tribunal de Apelaciones de Managua emitió una lista confiscatoria, declarando de utilidad pública todas las propiedades de los viajeros.

De esta forma canceló sus nombres de todos los registros del país. “Cuando aterricé, me enteré que nos habían cancelado la nacionalidad”, recordó el opositor de Ortega. “Un acto de odio”, dijo emulando el destierro protagonizado por el Imperio Romano, “cuando no podía matar a alguien, le declaraba la muerte civil”, recordó con frustración.

El oponente fue capturado el 8 de junio de 2021 tras varios meses de permanecer con una medida cautelar de casa por cárcel. Para ese entonces mantenía comunicación con otras personas bajo la misma causa.

Derrotar las dictaduras es tan riesgoso como perder la vida. La suerte que corrió su ‘compañero de lucha’, el ruso Alexei Navalni, quien murió en prisión bajo circunstancias desconocidas el 16 de febrero. Madariaga intercambió varios correos de apoyo mutuo. El nicaragüense envió primero. Le comentó que encabezaba una lucha contra otro dictador: “como sabes, estamos luchando contra los mismos demonios, yo contra Ortega en Nicaragua, así como lo estás haciendo con (Vladimir) Putin”, leyó el activista desde su teléfono.

El último contacto que tuvo con el ruso fue el 3 de noviembre de 2020, cuando este le agradeció por haber estado pendiente de su condición mientras fue inducido a un coma, como parte del tratamiento después de haber sido envenenado.

Madariaga tenía una medida cautelar de casa por cárcel a raíz de un juicio pendiente que databa de 2018 por ‘traición a la patria’.

“Tenía acceso a un celular y le dije a Berta: Ahora sí, ya está la citatoria y puede durar muchos años”, dijo ante la sospecha de que lo meterían preso. Preveía que ese día llegaría, tal cual ocurrió, y como una especie de seguro grabó varios vídeos.

“Hice varios para mi hija Alejandra: si estás viendo este vídeo ya pasó un año; si estás viendo este vídeo, te felicito por tu cumpleaños número siete, ocho”, así por los próximos cuatro años, recordó.

Se los mandó a Berta, su esposa. También previó su muerte, y las palabras que debería escuchar Alejandra, el más difícil que no necesito reproducir: “si estás viendo este vídeo es porque me asesinaron”. Continúa: “Si estás viendo este vídeo es porque me arrebataron la vida. Te pido perdón porque tu papá no está, pero quiero que sepas que fue por la causa del país que amo. Te pido que seas fuerte, que nunca olvides que te amo”, relató el apátrida.

El día de su captura mucha gente acudió a la fiscalía en respaldo. “Sentí el cariño de la gente y entendí que la causa no estaba perdida, que los nicaragüenses reconocen que se han hecho grandes esfuerzos por la libertad”, señaló esperanzado por la lucha desde el exilio. Advirtió al fiscal que sus declaraciones eran públicas, que no existía tal conspiración en contra del régimen, como acusaba la fiscalía.

No se atrevieron a arrestarlo en el momento. Esperaron a que su vehículo avanzara unos metros y luego lo detuvieron. Lo subieron al auto donde iban cuatro agentes de las Fuerzas Especiales y lo esposaron. “Lo más preocupante fue la paliza que me propinaron al momento del arresto, fue tan severa que perdí la noción del tiempo”, describió Madariaga. Cuando llegó al ‘Chipote’, la cárcel donde permaneció casi dos años, estaba irreconocible. No hizo falta verse en el espejo para imaginar su rostro deforme.

El comandante encargado del centro penitenciario le dio ingreso después de 85 días, cuando le bajó la hinchazón y le tomó la foto.

Le prometió que bajo sus órdenes no habría más porrazos. Lo cumplió, pero hubo otras formas de ‘tortura blanca’.

Una que no deja cicatrices visibles, las consecuencias son traumáticas porque consiste en largos interrogatorios.

Prácticamente interminables, en el que hacían turnos los interrogadores, todo esto mientras Madariaga estaba esposado, obligado a mantener los brazos detrás de la espalda, lo que provocaba un dolor agudo intenso, insoportable, en la columna y el omóplato. Entre otras cosas, los uniformados querían saber sobre el financiamiento de la Fundación Naumann (para la Libertad), le decían cosas terribles, impronunciables de su esposa e hija.

Pasó por varias celdas, algunas de encierro completo, oscuras, otras donde la luz entraba por pequeñas rendijas cuatro horas al día, condiciones que le provocaron hongos en la piel, e infecciones en la vista.

Dependía todos los días del litro y medio de agua que le llevaba su hermana, para ingresarlo; en ocasiones le tocaba desnudarse frente a los guardias.

Situaciones que le han generado una culpa con la que todavía batalla.

Una fue haber abandonado la prosperidad que mantenía con Berta y Alejandra, en cambio, sometió a su familia a una persecución que los separó por cuatro años.

“Te empiezas a hacer ciertas preguntas. Una es, por qué metí a mi familia en esto. Tal vez ella hubiera estado mejor si no se hubiera casado conmigo. A esos niveles llegué”, confesó.

¿Ganó Ortega con su salida?

A corta vista puede interpretarse que sí, dijo. Pero recalcó que la causa no está perdida. Cuenta con un plan de cinco puntos bien documentados con el que pretende explicar a la opinión internacional ‘el peligro de tener una Corea del norte en Centroamérica’. “Lo primero es dejar clara la relación de Ortega con el crimen organizado y con el grupo terrorista Hezbollah, así como con Rusia, China e Irán”, explicó.

Además, denunciar la violación a los derechos humanos que rige en su país y demostrar que la oposición en el exilio no está pulverizada.

También intenta bloquear los canales de financiamiento al régimen de los organismos internacionales, y por último, mantener un ‘cordón umbilical’ con la resistencia activa dentro de Nicaragua.

Madariaga declinó la postulación para el premio Nobel de la Paz 2024 que hizo el senador Bill Cassidy a su favor y del obispo Rolando Álvarez, en cambio pidió que fuera nominado el obispo auxiliar de Managua exiliado en Estados Unidos, Silvio José Báez.

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