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- 18/09/2024 00:00
- 17/09/2024 20:42
La vida de Dan Liberson, un argentino-israelí que trabajaba como operador de turismo, cambió para siempre el 7 de octubre de 2023, un Shabat que empezó en calma y terminó en tragedia. Lo que parecía una mañana tranquila, marcada por las promesas cotidianas, se convirtió en una pesadilla irreversible. Aquel día, una masacre brutal, la más despiadada que ha golpeado a Israel, destrozó su mundo.
Dan aún no encuentra las palabras para describir el vacío que ha quedado en su familia desde que los terroristas atacaron el festival Nova, llevándose consigo la vida de su cuñado, Or Jaim Ben Hamo z”l, un joven lleno de promesas y sueños, de apenas 19 años. Un muchacho que irradiaba amor por la vida y que, esa mañana, jamás imaginó el horror que lo aguardaba.
Or era el alma de las reuniones familiares. Su energía y carisma contagiaban a todos, dejando una huella indeleble en quienes lo rodeaban. La noche anterior al festival, había compartido con amigos y su sobrino en una fiesta llamada Unity, una celebración de alegría y conexión, sin sospechar que sería la última vez que los vería. Esa despedida, cargada de risas y abrazos, nunca debió haber sido la última.
Al día siguiente, Or y sus amigos Formian y Nissim decidieron asistir al festival Nova, una vibrante celebración al aire libre. La música, la energía juvenil, las luces... todo apuntaba a una jornada memorable, a un día de libertad. Pero el odio tenía otros planes.
Apenas llegaron al festival, la alegría se transformó en un caos aterrador. Misiles comenzaron a caer sobre la zona, y al principio, los asistentes creyeron que se trataba de un espectáculo de fuegos artificiales. Pero los estruendos ensordecedores y la sensación de que algo iba mal pronto se apoderaron de todos. El terror, indescriptible, empezó a envolver el lugar. En cuestión de minutos, lo que debía ser un día de celebración se convirtió en una pesadilla.
El festival, ubicado en el bosque de Reim, apenas a cinco kilómetros de la Franja de Gaza, se transformó en un escenario de muerte. Or, mostrando una valentía que sus seres queridos recordarán siempre, intentó salvar a sus amigos. Con un corazón lleno de pánico y adrenalina, se ofreció a conducir para sacarlos de allí. Durante 15 minutos, luchó contra el horror, manejando en medio del caos, intentando escapar de la masacre que se desarrollaba a su alrededor. Pero la carretera, abarrotada y colapsada, se convirtió en una trampa mortal de la que no hubo salida. El destino parecía sellado.
Dan, roto por el dolor, cuenta entre lágrimas cómo él y su familia intentaron armar el rompecabezas de los últimos momentos de Or. Las piezas eran escasas: algunos mensajes de texto que no decían mucho, la ubicación del auto, testimonios fragmentados de sobrevivientes que tampoco lograban dar respuestas. “Es como tratar de ver a través de una ventana destrozada”, dice Dan, con la voz entrecortada. “Ves fragmentos, pero la imagen nunca es completa”. Cada detalle, cada pista, es como una cuchillada en el alma, una herida que nunca deja de sangrar.
Mientras Or luchaba por sobrevivir, Dan y su esposa —la hermana de Or— despertaban en otro rincón de Israel, sin saber que la tragedia ya había tocado a su puerta. Era temprano, y el sonido implacable de sus teléfonos rompía la quietud de la mañana. Con cada llamada no respondida de Or, el miedo crecía. El silencio era una tortura. La incertidumbre devoraba sus entrañas, y las horas se convertían en un mar interminable de angustia. Desesperados, empezaron a llamar a hospitales, buscar en redes sociales, revisar listas de sobrevivientes, con la esperanza de que su amado Or apareciera con vida.
Los días que siguieron fueron una espiral de desesperación y confusión. Dan recuerda cómo, en esos momentos de agonía, comenzaron a circular videos de personas que huían del festival. Hubo un breve instante, apenas un suspiro de alivio, cuando creyeron haber visto a Or entre los sobrevivientes. Pero las imágenes eran borrosas, y esa esperanza pronto se desvaneció.
Y entonces, llegó la confirmación. Or Jaim Ben Hamo z”l había sido asesinado. Había caído en una emboscada brutal, en una carretera que se convirtió en un matadero para más de 110 jóvenes que solo buscaban escapar. Dan y su familia quedaron destrozados. El bosque de Re’im que debía ser testigo de una celebración vibrante y luminosa se había transformado en el epicentro del horror. Los milicianos de Hamás no solo asesinaron a 364 personas inocentes, sino que también habían secuestrado a unas 250. Entre el dolor indescriptible, la familia Liberson comenzó un duelo que aún hoy parece no tener fin.
Un funeral teñido de amor y devastación
El funeral de Or fue un reflejo del amor inmenso que sus seres queridos sentían por él. Más de mil personas se congregaron para despedirse de un joven que había sido un faro de luz en sus vidas. Dan, completamente destrozado, recuerda ese día como un torbellino de emociones, una mezcla de tristeza infinita y gratitud por el legado que dejó Or.
Pero el entierro no trajo alivio. El duelo de la familia Liberson no terminó allí. Las cicatrices emocionales, las preguntas que jamás tendrán respuesta, y el dolor profundo siguen presentes once meses después de ese sábado, que está en el recuerdo de todos los israelíes.
Acudieron a la unidad 433 de la policía. Los oficiales allí tenían la ardua tarea de identificar a las víctimas y reconstruir sus últimas horas de vida. “Nos explicaron cómo trabajaron antes y después del 7 de octubre. Nos hablaron de las víctimas, pero no todos los cuerpos tienen una historia documentada”, recuerda Dan.
Uno de los relatos más impactantes fue el de una joven que asistió al festival Nova con su esposo. “Le dispararon a su marido y su cabeza explotó frente a ella. Pasó seis horas atrapada, escuchando disparos, gritos y violaciones. No podía moverse, solo esperar”.
En esa curva, los terroristas habían detenido el tráfico y dispararon a todos los que intentaban escapar. “Fue una masacre, no un combate”, dice Dan. “Mataron a todos los que venían del norte y del sur. Muchos, como Or, solo querían escapar de Nova”.
A pesar de las advertencias, la esposa de Dan insistió en ver las fotos del cuerpo de su hermano. “Nos dijeron que no lo viéramos, pero si después de todo este tiempo aún sentía la necesidad de verlo, lo haría, embarazada o no. Quería ver a su hermano”. Aunque la policía trató de suavizar el impacto, la experiencia fue devastadora. “Nos enseñaron las pruebas de ADN, las zapatillas de Or, su tatuaje... No había dudas, era él”.
“Nunca pensé que tendría que ver el cuerpo de un familiar asesinado. Pero nos tocó ser parte de las víctimas de este horror”.