Panamá: la República de los primos

Actualizado
  • 03/11/2013 01:00
Creado
  • 03/11/2013 01:00
El politólogo Manuel Alcántara no es panameño, pero cuando espeta la primera frase concluyente de sus estudios sobre Latinoamérica bien ...

El politólogo Manuel Alcántara no es panameño, pero cuando espeta la primera frase concluyente de sus estudios sobre Latinoamérica bien podría parecerlo: en la política local predomina la endogamia. La familia es la que manda. La familia es la que gobierna. El arte de administrar el Estado se traspasa como una característica genética entre generaciones y generaciones, incluso entre unas que jamás supieron de sí. Desde la primera Junta de Gobierno hasta el club de poder de la administración de Ricardo Martinelli, con ciento diez años de diferencia.

‘Hay estudios que dicen que médicos generan hijos médicos, maestros generan maestros; en la música, el teatro, en todo eso hay sagas familiares, y es inevitable’, delata Alcántara al pasar por Panamá para vender su libro El oficio de político.

Y ese tema es harto con ocido acá. Desde la creación de la República (o incluso antes) los apellidos han significado una especie de carta de presentación para ascender al poder y para mantenerse. Esto último con más importancia que lo otro. La historia empieza con la primera comisión gubernamental que Panamá tuvo en 1903, cuando se desprendió de Colombia. Tomás Arias y Federico Boyd han conseguido mantener sus nombres flotando aún. Los ministros Francisco De La Espriella, Nicanor de Obarrio y Julio Fábrega hicieron lo propio.

Bien lo relató Brittmarie Janson Pérez en su memorable pieza Panamá protesta: ‘la historia panameña de los últimos 200 años es como un drama teatral dominado por los mismos personajes, escena tras escena, porque los que envejecieron y murieron fueron reemplazados por parientes con nombres idénticos o muy parecidos’.

El sitio en internet Genealogías en Panamá dibuja un mapa clave de cómo los apellidos se han cruzado en el país desde, incluso, poco después de la llegada de los españoles y hace prácticos los fundamentos de Janson. Cimenta el sobrenombre que, según los historiadores, en 110 años el país se ha esforzado en mantener, como un premio o como un símbolo: la República de los primos.

DE LA PRIMERA JUNTA AL GOBIERNO DE MARTINELLI

Así, por ejemplo, Julio Fábrega, primer ministro de Instrucción Pública del país, es antecesor en el quinto grado del presidente Ricardo Martinelli Berrocal, por el lado de su madre, Gloria. Ella lleva el apellido Fábrega, por su madre.

Por esa misma vía se conectan con el actual canciller Fernando Núñez Fábrega, el ministro Jorge Ricardo Fábrega, y con el magistrado Luis Ramón Fábrega y su hermana, la exviceministra de la Presidencia María Fábrega.

Los Fábrega también penetran al PRD y su clase dominante. José Luis Fábrega, el diputado que hoy aspira a presidir la municipalidad más importante del país, está emparentado con el presidente y con el ministro Julio Fábrega.

Fábrega, a su vez, tiene relación parental con el candidato presidencial de su partido, Juan Carlos Navarro Quelquejeu, cuyo apellido materno resuena en otra de las grandes castas políticas del país: los Boyd.

De los Boyd se desprende el efímero presidente Augusto Samuel Boyd, y Dora Boyd, la esposa del expresidente Ernesto Pérez Balladares.

En la familia también se cruzan los Roux —que, a su vez tienen relación con los Fábrega—, los De La Guardia, que pusieron ya dos presidentes (Ricardo y Ernesto De La Guardia), los De La Espriella (también han tenido un presidente, Ricardo De La Espriella), los Chapman y los Zubieta.

En el ramal genealógico aparecen el expresidente del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, Ricardo Alberto Arias, y el exvicecanciller Melitón Arrocha.

ARIAS, VALLARINO, LEWIS Y LA FRONTERA POLÍTICA

Las diferencias políticas no han hecho claudicar los intentos sociales. En el PRD y el Panameñista tienen vínculos y parte de sus figuras han resultado de la mixtura de los primeros gobernantes. Los Fábrega, por ejemplo, están cercanos a los Vallarino, desde donde se despabilan el fugaz presidente Henrique de Obarrio Vallarino, Alberto Vallarino, uno de los financistas y políticos de élite con mayor eco en el país.

Estos, a su vez, están emparentados con los Lewis Navarro, desde donde se proyectan el excanciller Samuel Lewis Navarro, su tío, Samuel Lewis Galindo, y su padre, Gabriel Lewis Galindo, impulsores del Tratado Torrijos-Carter. Ahí también saltan Juan Carlos Navarro, y los vínculos con los Del Valle y los Chiari, con dos presidentes cada linaje.

Si bien no hay pistas formales que conecten a Tomás Arias con los Arias que encabezan la doctrina panameñista, los historiadores dudan que no existan lazos. Para el principio del siglo XX, la población del país era muy chica como para no conocerse. Tanto, que los vínculos personales poco se diferenciaban de la vida pública. Era la metamorfosis del principio básico de vincularse para sobrevivir.

Los Arias tuvieron tres presidentes (Ricardo Arias Espinoza, y los hermanos Arnulfo y Harmodio Arias Madrid) e indirectamente a la primera mujer que dirigió el país, Mireya Moscoso. Su apellido sigue teniendo vigencia política a través del panameñismo, que se basa en la teoría de vida de Arnulfo, un líder político que enfrentó a la dictadura militar, justo el período de antítesis de la crema y nata política.

TORRIJOS Y LA REVOLUCIÓN DE LAS CLASES

Las vacas gordas y las flacas en Panamá han permitido de todo. Romper los ciclos que se creían permanentes, permear la capa base en la capa alta y, según los economistas, hacer que el país sobreviva cuando el mundo anda patas para arriba.

En una de ellas, la revolución y la consecuente dictadura hizo emerger a los de abajo. La historiadora Ana Elena Porras (nieta del presidente Belisario Porras) considera que, al menos, esa ha sido una de las virtudes del país. De hecho, cree que parte de las familias tradicionales en la política han sido desplazadas por las que surgieron en la época torrijista. ‘Los presidentes fueron de clase media tradicional. Pero ha habido de todo: mulatos, indígenas... el sistema de comerciantes permitió esa apertura’.

De ahí que los Torrijos se hayan ganado espacio en la agenda política del país. Casi 40 años después de la asunción de Omar Torrijos como general de las Fuerzas Armadas del país, su hijo, Martín, se hizo presidente, en una maniobra que para muchos tenía más que ver con el apellido que con otra cosa.

Martín, entonces con 40 años, acababa de dejar el mando de la juventud perredista, cuando llegó al Palacio de las Garzas.

Omar Torrijos Pauzner, hermano de Martín, fue precandidato a la presidencia por el PRD.

El difunto Hugo Torrijos Richa, sobrino del General Omar Torrijos, también gozó de cierto reconocimiento político como uno de los miembros fundadores del Revolucionario Democrático. El hijo de la ex diputada y ministra Susana Richa, fue asesor de su primo Martin y también director de la Autoridad Marítima durante el gobierno de Ernesto Pérez Balladares.

En la actualidad, Vielka Oro, esposa de otro sobrino de Omar Torrijos, Moisés Torrijos López, es candidata a suplente de diputado en el circuito 8-8 en la fórmula del perredista Javier Ortega.

Janson, de nuevo en su libro Panamá protesta, explica que ese turno, el de ascender, se reservó para un elenco de actores ‘desafiantes de las clases dominantes, que aparecen en la escena brevemente y desaparecen para siempre’.

Pero ese para siempre es relativo. En ese mismo esquema surgieron una andanada de apellidos que se opusieron a los gobiernos militares, y que hoy hacen una nueva generación de linajes políticos.

De ahí se desprenden los González Ruiz, los Villalaz (de donde sale José Domingo Arias), los Varela, y los apellidos bandera de la Cruzada Civilista, aunque entre esas familias el principio de supervivencia social ha prevalecido, tal como sus antecesores en la endogamia política: la de vincularse con la élite.

Así, explica Porras, se puede mantener el círculo. ‘Las mujeres que tienen dinero se casan con alguien de apellido. Es una sociedad de privilegios y de una fuerte presencia oligarca, en la que prima el acceso al dinero y la pertenencia a los grupos’.

ENDOGAMIA POLÍTICA POPULAR

Si bien la Asamblea Nacional de hoy no es la prueba más real de endogamia política heredada desde el nacimiento de la República, su nivel de herencia es alto, más que el promedio de toda la región.

Ahí, explica Alcántara, dos tercios de los diputados tienen parientes que son o han sido políticos. Es una realidad que afecta la ‘profesionalidad’ de la política, en un país que todos los días se queja de justamente eso: sus políticos no tienen ni una pizca de profesionalidad.

En ese espacio, Jackeline Muñoz ha seguido los pasos de su padre, el diputado José Muñoz, uno de los más cercanos al presidente Martinelli, y el diputado Miguel Salas, los del histórico Jacobo Salas.

También Víctor Juliao ha imitado a su padre homónimo, Carlos Santana al suyo, y Luis Lay y Ricardo Valencia a sus madres.

El padre de José Isabel Blandón fue ministro y asesor presidencial en la época militar, y Jorge Alberto Rosas surge de una familia de fundadores del Movimiento Liberal Nacionalista Republicano (Molirena), y de funcionarios del Estado: su padre, Jorge Rubén, fue dos veces ministro y cinco veces diputado.

El círculo aspira a mantenerse y a empezar de nuevo, como cuando los primeros gobernantes de la República hicieron heredar el poder a plazos intercalados.

Los hijos de Martinelli, del cruce de los Linares, otro de los apellidos clásicos políticamente, aspiran a ser electos diputados suplentes en el 2014, así como la prole del diputado chiricano Rogelio Baruco, una leyenda en el poder Legislativo.

Al final, Panamá, después de 110 años de vida republicana, vive en escenarios que dan vueltas alrededor de los mismos ejes: la necesidad de sobrevivir con un apellido y una estirpe política. Los que no nacen con ella la buscarán. La apertura comercial y la idea de un país de tránsito comercial le abonan a ello. El neoliberalismo le suma un grano. Ser político no es un oficio sino una herencia, comprueban. Y el poder, un siglo después, sigue siendo más importante que cualquier otra cosa.

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