Griselda Añino, ‘la memoria de la memoria nacional'

Actualizado
  • 23/06/2017 02:06
Creado
  • 23/06/2017 02:06
Aunque no realizó estudios profesionales, es considerada una de las mejores bibliotecarias del país. 

‘La memoria de la memoria'. Así conocen sus compañeros de la Biblioteca Nacional ‘Ernesto J. Castillero' a Griselda Añino de Valdés, una mujer natariega de tez trigueña, quien recibe con una sonrisa permanente y un cordial saludo a cada uno de los 12,000 usuarios que mensualmente realizan consultas en la hemeroteca de la institución.

El apodo no es gratuito. Griselda guarda datos y fechas que no recuerda fácilmente cualquiera. Si alguien se atreve a retar su memoria, ella es capaz de soltar, de un solo golpe, los acontecimientos más relevantes de la historia panameña, con su día exacto y protagonistas. Por si fuera poco, incluye el diario, la revista o el suplemento en el que se puede encontrar documentado el episodio.

‘Griselda y todos los empleados anónimos que están aquí en la Biblioteca Nacional son los que conservan este tesoro',

ENRIQUE PRECIADO

ABOGADO Y USUARIO DE LA HEMEROTECA

Es así como, detrás del mostrador desde donde atiende a los usuarios, rememora la fecha que ella considera más importante en la historia de Panamá, el 3 de noviembre de 1903; y el 31 de julio de 1981, día en que ocurrió la muerte del general Omar Torrijos. También recuerda que la visita del papa Juan Pablo II al país fue el 5 de marzo de 1983, mientras que los tratados Torrijos-Carter se firmaron el 7 de septiembre de 77.

Tiene presente la fecha de la inauguración de la Biblioteca Nacional, el 11 de julio de 1942, y su reinauguración, el 24 de septiembre del 87, ‘con el presidente Erick Arturo Delvalle y el ministro de Educación de ese entonces, Manuel Solís Palma'. Por supuesto que jamás olvidaría que se casó la tarde del sábado 18 de abril de 1970, en la iglesia de Natá de Los Caballeros, y que en 1973, año en el cual nació su primer hijo, también se celebraron los Juegos Centroamericanos en Panamá.

Quizás sea cuestión de genes o tal vez tenga que ver los 49 años, de sus 69 de vida, que lleva involucrada en el mundo de las bibliotecas. Ella se limita a decir que su habilidad se debe a que lee todo cuanto le caiga en sus manos, desde los ocho periódicos que a diario recibe en su trabajo, hasta los libros que lee en sus ratos libres.

‘En el bus llevo una revista, un libro; en mi casa leo cuando llego. He aprendido muchas cosas a través de la lectura. Aquí en la biblioteca leo libros, revistas, periódicos y hasta los edictos, así me he aprendido las fechas que menos se imagina', comenta mientras revisa la base de datos en la computadora para buscar las revistas de arquitectura que se han publicado en Panamá que le ha solicitado una mujer para la tarea de su hija.

ERUDITA Y AUTODIDACTA

La historia de Griselda y las bibliotecas comenzó en 1968, cuando una tía que en aquella época laboraba con el Ministerio de Educación le consiguió trabajo como auxiliar en la Biblioteca de Natá. Griselda, recién graduada de la secundaria, era escribiente en la personería de la ciudad coclesana, y no dudó en ace ptar el cargo, pues sabía que estaría en su mundo ideal, el de la lectura, al que la introdujo su padre, Justo Pastor Añino, agricultor de oficio.

‘Mi papá leía bastante. De todo lo que salía en los periódicos que se podían conseguir en esos años. Cuando fui a la Biblioteca en Natá y luego cuando entré a la universidad a estudiar Administración Pública, vi que la lectura era lo mejor y seguí leyendo', sostiene sin quitar la vista de la pantalla. Su misión, lo que la hace feliz, reconoce, es ‘que cada usuario se vaya satisfecho por toda la información que se le ha dado'.

En 1970, Griselda se traslada a Panamá y empieza su relación con la Biblioteca Nacional. Se incorporó cuando la sede estaba ubicada en la sede del Palacio Legislativo y le tocó vivir y ayudar en el traslado de la institución a su emplazamiento actual, en el Parque Omar, en 1987.

Añino ha recorrido todos los departamentos de la biblioteca, desde Adquisición y Atención, hasta su posición actual. Además, ha participado en innumerables seminarios sobre bibliotecología. ‘No soy bibliotecaria, pero empíricamente he aprendido todo el trabajo', apunta.

‘Para mí ella es una enciclopedia de esas rodantes. Como ella tiene muchos años en esto, sabe de más fechas que nosotros, que somos más nuevos', reconoce Fátima Ávila, actual jefa de la Hemeroteca, con quien Griselda comparte sus jornadas laborales.

‘Como persona, es buena; y como profesional, es bibliotecaria aunque no haya ido a la universidad a estudiar bibliotecología. Si ella va a la universidad, resulta sigma lambda y la pasan al último año', subraya Ávila, quien se une momentáneamente a la conversación que provoca una sonrisa tímida en Griselda.

Quienes la conocen bien y trabajan con ella, sostienen que, desde su vasta experiencia, se adelanta a los acontecimientos. Dayana Rivas, encargada de las comunicaciones de la biblioteca, apunta que controla la agenda de convocatorias y concursos, y antes de que lleguen a buscar la información, ya la tiene lista. ‘Griselda prepara los documentos antes de que hagan falta. Cuando alguien viene a buscar la información, ya ella la tiene a la mano. Es genial', añade su compañera.

ENTRE DOCUMENTOS

En la hemeroteca, Griselda recibe y lee cada publicación seriada que ingresa. Domina periódicos, semanarios, revistas, boletines, memorias de instituciones gubernamentales y de organismos internacionales, que luego registra en una base de datos automatizada y guarda en una colección.

El objetivo ‘es organizar y preservar este patrimonio documental, que hace parte de la historia nacional, para que todos puedan leerlo', explica mientras retira de un estante verde de acero uno de los 150,000 documentos recopilados dentro del salón de 580.74 metros cuadrados, ubicado justo detrás del recibidor. El olor a guardado traslada en el tiempo a más de cien años atrás.

El documento que Griselda acaba de colocar sobre una mesa es una copia del diario más antiguo del país, un facsímil de ‘Miscelánea del Istmo de Panamá', de 1822. ‘No hay muchos porque la mayoría de estos periódicos están en Colombia, aquí tenemos estas copias', precisa.

Y así llega el turno de mostrar el primer ejemplar, publicado en 1849, del diario más antiguo de Panamá que aún sigue en circulación, el ‘Panama Star', hoy conocido como La Estrella de Panamá , en su edición en castellano.

Con sus guantes azules, Añino alcanza un ejemplar en español de la también llamada ‘La Decana', en el que se registran las primeras fotografías en blanco y negro.

Pasa lentamente las páginas sepia, gastadas, y revela que ‘La Estrella es el diario más importante de Panamá porque tiene más información y es el que los investigadores más consultan'.

Con gestos que parecen caricias, Griselda muestra los documentos y sostiene que este tipo de documentos deben ser tratados con delicadeza, pues debido al tiempo y el clima tropical del país, se deterioran con facilidad.

No obstante, explica que en la actualidad se está llevando a cabo el proceso de digitalización de la hemeroteca para rescatar, hoja por hoja, cada documento del recinto. ‘Hace poco se empezó con los periódicos más viejitos. El proceso se va a hacer por etapas. La digitalización no va a acabar con la hemeroteca; al contrario, esto cada día va a crecer más por todos los periódicos que recibimos y porque esto es el patrimonio de la nación', precisa.

Por momentos se detiene en algunas páginas para mostrar la evolución de los dia rios. ‘Los periódicos de antes eran más culturales que los de ahora. Se publicaban cuentos, leyendas, novelas, y era una narración más poética. Ahora no ves nada de eso, se publica la muerte, los accidentes, más robos. Anteriormente pasaba lo mismo, pero la noticia estaba chiquita, no tan impactante como ahora', cuenta.

En ninguna página se aprecian imágenes agresivas o hechos de sangre. Lo más impactante resultan ser las caricaturas.

SU LEGADO CULTURAL

Griselda Añino tiene esa mirada inocente, típica en la gente interiorana. La humildad, que dice, le inculcaron sus padres, es lo que la hace sonrojarse cuando alguien reconoce delante de ella que su trabajo tiene trascendencia, incluso en la cultura panameña.

Así ocurrió cuando su jefa reconocía que ‘su trabajo es importantísimo porque ella ayuda a que la cultura, la lectura, se vaya difundiendo a todo el país'.

El investigador Celestino Andrés Araúz, quien realiza un libro sobre la salud en Panamá desde principios del siglo XIX hasta mediados del siglo XX, es un usuario asiduo de la Biblioteca Nacional.

Sobre un escritorio en el área de lectura y sumergido entre ejemplares de 1880, donde se aprecian los anuncios de diferentes medicamentos, admite que ‘Griselda es un apoyo sustancial para todos los investigadores, porque es una persona muy diligente, muy paciente. Ella es un sostén muy importante debido a que maneja perfectamente la ubicación de los periódicos y ayuda a localizar rápidamente las cosas'.

Griselda indica que por la hemeroteca pasan personajes importantes, profesores, estudiosos nacionales e internacionales, humanistas, estudiantes, que quieren saber sobre hechos y fechas relevantes, fiestas, biografías, nombres de colegios, de entidades, lugares que han cambiado, carnavales y personajes interesantes.

Entre sus usuarios, recuerda con nostalgia a una de las grandes mentes de Panamá, el ilustre historiador Jorge Conte Porras, y asegura que fue justamente en la hemeroteca donde él escribió muchas de sus célebres obras. ‘El doctor Conte Porras venía aquí todos los días y se iba faltando diez minutos para las doce, para almorzar. Era un hombre al que no le gustaba que le tomaran fotos', recuerda.

Con el recuento de las anécdotas más curiosas, como la del señor de 86 años, habitante de Juan Díaz, que diariamente llega a verificar los crucigramas de todos los periódicos, y con la confesión de que cuando deje de trabajar (que aún no sabe cuándo), se dedicará a escribir un libro sobre la historia de todos los alcaldes de su natal Natá, Griselda da por terminada nuestra charla. Y saca de una de las gavetas del recibidor una hoja de papel en la que se lee ‘Sobre la biblioterapia (cura por los libros) en las enfermedades del alma'. Además de su historia, a quienes la visitan, Griselda regala la fotocopia de otro documento preciado, como un recuerdo y evidencia de su importante trabajo.

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