Los partidos y los grupos de presión

Actualizado
  • 13/04/2019 02:03
Creado
  • 13/04/2019 02:03
En una columna publicada originalmente el 1 de octubre del 2005, el Dr. Carlos Iván Zúñiga Guardia plantea que si la democracia no funciona sin partidos políticos, los grupos de presión deben usar sus aguijones de abejas cívica para que estos se regeneren

Los años que están por venir son de dura prueba para los partidos políticos. Los errores cometidos y las campañas destinadas a su abatimiento, los tienen en las puertas del infierno.

Lo curioso y extraño es que el cuadro se repite en todos los escenarios políticos del tercer mundo. Esa pésima percepción que se tiene de los partidos se extiende a los políticos. Los partidos y los políticos conforman una pareja sometida a los peores juicios y prejuicios de la comunidad. La idea que hoy prevalece en muchos sectores es que la política ya no es el arte de lo posible sino el arte de lo indebido.

Esta mala imagen, como confabulación o como realidad, encuentra su causa en la conducta de algunos políticos. Pero igualmente pareciera que estrategas de ciertos países desarrollados promueven el ocaso de los partidos. Pareciera que existe la tendencia de dar protagonismo creciente a los grupos de presión (sociedad civil) cuyos integrantes, algunos, se han encontrado al margen del debate político o vinculados al capital financiero internacional.

En países identificables por su vigor democrático los grupos de presión son más cautos que beligerantes, procuran limitar su acción pública y se cuidan de no inmiscuirse en el campo político. En la práctica coadyuvan con la gestión de los partidos promoviendo la democracia participativa.

Sin embargo, es difícil limitar la militancia de los grupos de presión porque en las sociedades modernas, cada vez más politizadas, todo responde a intereses bien definidos y ningún grupo los deja en casa cuando ingresa a la beligerancia social.

Esta realidad es lo que determina que en determinados países los grupos de presión acarician objetivos políticos y ensayan métodos destinados a suplantar a los partidos. Esta línea resulta equivocada porque los grupos de presión, como tales, tienen su esfera de acción generalmente coyuntural y no pretenden la captura del poder. Si tales grupos desean trascender lo coyuntural, tienen dos caminos:

Uno, ingresar a los partidos políticos existentes con el ánimo prioritario de purificarlos y renovarlos. Otro, formar nuevas organizaciones partidaristas.

Si los grupos de presión de todos los colores y de los más variados objetivos adoptan una de las dos líneas darían un paso muy firme en defensa de la democracia participativa. Esta decisión, de participar en el vaivén político, acrecentaría la membresía con un alto porcentaje de valores humanos valiosos. Si los buenos se apartan de la política quedarían solos en el oficio los de malos pelambres.

Si la democracia no funciona sin partidos políticos los grupos de presión deben usar sus aguijones de abejas cívicas no para sepultar a los partidos sino para que se regeneren o simplemente para ofrecer alternativas partidaristas hasta entonces inéditas. En materia de deberes, derechos y misiones de los partidos los ensayos de Mario Galindo sobre estos temas son recomendables por precisos y orientadores.

Si lo que buscan los grupos de presión es el poder no deben olvidar que lo que identifica la lucha por el poder son los intereses comunes, no las banderas moralistas. En la lucha por el poder cada oveja lucha junto a su pareja y con ese criterio los moralistas no desembocarían en las frustraciones.

Acción Comunal se inició como un grupo de presión con banderas cívicas y moralistas. Al adoptar líneas que conducen al poder careció de unidad ideológica para dar una real unidad en la acción gubernamental. Tal vez olvidó que en su nueva lucha abriría un abanico de intereses y que algunos de ellos prevalecerían sobre otras banderas. Al final la frustración, de los moralistas, fue la corona de espinas. La vida, pasión y muerte del Frente Patriótico es parecida en algunos aspectos.

En esta nueva etapa de la política los grupos de carnadura popular, por ejemplo, deben organizar su brazo político. Sin ese brazo político, sin ese instrumento idóneo, la lucha por el poder, como grupo de presión, es semejante al ascenso en un palo encebado.

Como decía al principio de este artículo, los años que están por venir son duros para los partidos políticos y sobre todo porque en vez de estar profundizando toda gestión regeneradora o de autocrítica se limitan a contemplar, sin mérito en el campo del sacrificio y sin esfuerzos, una plaquita en el ombligo que tiene cuatro números: 2009. Es un caso de daltonismo. En política el daltonismo no es confusión de colores, es ilusión óptica, autoengaño o apreciación errónea del destino.

‘...los años que están por venir son duros para los partidos políticos y sobre todo porque en vez de estar profundizando toda gestión regeneradora o de autocrítica se limitan a contemplar una plaquita en el ombligo de cuatro números: 2009'

FICHA

Un vencedor en el campo de los ideales de libertad:

Nombre completo: Carlos Iván Zúñiga Guardia.

Nacimiento: 1 de enero de 1926 Penonomé, Coclé.

Fallecimiento: 14 de noviembre de 2008, Ciudad de Panamá.

Ocupación: Abogado, periodista, docente y político

Creencias religiosas: Católico

Viuda: Sydia Candanedo de Zúñiga

Resumen de su carrera: En 1947 inició su vida política como un líder estudiantil que rechazó el Acuerdo de bases Filós-Hines. Ocupó los cargos de ministro, diputado, presidente del Partido Acción Popular en 1981 y dirigente de la Cruzada Civilista Nacional. Fue reconocido por sus múltiples defensas penales y por su excelente oratoria. De 1991 a 1994 fue rector de la Universidad de Panamá. Ha recibido la Orden de Manuel Amador Guerrero, la Justo Arosemena y la Orden del Sol de Perú.

Lo Nuevo
comments powered by Disqus