'Toda mi vida he peleado contra tres virus: el VIH, la discriminación y la ignorancia'

Actualizado
  • 23/01/2020 00:00
Creado
  • 23/01/2020 00:00
Charlamos con Orlando Quintero, director de Probidsida, en un contexto en el cual agoniza la fundación que patentó para ayudar a los pacientes contagiados por el virus en Panamá. Hace un balance sobre su vida y la enfermedad en el país

Orlando Quintero (Panamá, 1955) era amigo fiel de la medicina y de su eterna vocación de servicio; antes, incluso, de que se graduara de pediatra, y eso se nota cuando se le escucha hablar de lo que significa su oficio. Quintero es un médico que no usa bata blanca, ¿para qué? “si los niños cuando ven a un doctor se asustan”, dice, “prefiero hacerlos feliz”.

Orlando Quintero, director de la Fundación Pro Bienestar y Dignidad de las Personas Afectadas por el VIH-sida.

Es un hombre que se agarra a la vida con infinita vehemencia: eso es porque la desgracia le mordió el cuello en 1987, cuando se infectó accidentalmente del virus de la inmunodeficiencia humana (VIH) . Desde entonces no ha parado de buscar la alegría que hay debajo de la adversidad. Parece que en él, el ímpetu era el antídoto para vivir. Nunca ha pensado en encontrar su propia dicha, sino en compartirla y combatir el virus desde una forma más palpable.

Dejando a un lado su fragilidad y su miedo al rechazo social, grita al mundo la enfermedad que padece y en 1999 patenta la Fundación Pro Bienestar y Dignidad de las Personas Afectadas por el VIH-sida (Probidsida), hoy una institución, con 30 empleados, que trata de respirar tras una fuerte crisis de recursos.

Merece la pena contar la historia del doctor Orlando Quintero. Merece la pena seguir su determinación y su compromiso social. Merece la pena, sin ánimos de adulaciones, que se aprenda a transformar una tragedia en una oportunidad. Se trata de eso para avanzar, para no soltar la riendas, pese a todo... y así disfrutar de ese 'Panamá que queremos'.

¿Quién es el doctor Orlando Quintero?

¡Wuao! Una persona con influencia muy grande de mis padres. Fueron muy solidarios con la gente. Muy sencillos. Mi papá era un guairo cubano, que llegó a los 19 años a Panamá, solo llegó hasta tercer grado; mi mamá lo empujó un poquito para que llegara a quinto grado. Era fundidor de hierro. Mi mamá era catedrática. Nací en condiciones muy humildes. Recuerdo lo pequeño que era todo. Teníamos letrina… Pero en mi casa jamás faltó comida. Mis padres se esforzaron para darnos una buena educación. Somos cinco hermanos y una familia muy unida. Y la medicina está en mí desde siempre, siempre la quise.

Puede que recordar este episodio implique una mezcla de sentimientos... ¿le gustaría contarme cómo fue que se infectó de VIH?

(suspira) Me infecto en 1987. Un año después de ser funcionario es que ocurre este accidente punzocortante. Uno nunca debe hacer una extracción apurado, y en ese momento no había nada de bioseguridad. Antes de ello había planificado mi vida: tenía muchas metas por cumplir, pero llegó esta situación y tuve que cerrar el libro. Lo primero que pensé: 'me queda poco tiempo de vida'.

Eso es angustiante... ¿sintió alguna vez rechazo social?

Cuando tomé la decisión de hacerlo público, durante una rueda de prensa, donde presentábamos una demanda contra el Seguro Social porque no garantizaban los medicamentos, en 1998, (ya en 1995 la triple terapia la daba la CSS y durante cuatro años se dejó morir a los pacientes, acto que me indignaba) algo me impulsó. Fue tremendo. Lejos de la discriminación o el rechazo, hubo mucha solidaridad. Sin embargo, durante toda mi vida he luchado contra tres virus: el de VIH, el virus del estigma o discriminación y el virus de la ignorancia.

¿Ha podido sentir la muerte de cerca?

Llegué a etapa del síndrome de inmunodeficiencia adquirida (sida) en 1994. Estaba a punto de morir por una neumonía. Mi CD4 estaba bajísimo, nada más tenía 7 células y lo normal es arriba de 500. Ahí fue cuando empecé a ver esas luces que dicen que 'ya ha llegado la hora'. Pero no me morí: aquí estoy, gracias a Dios.

Denota que es usted un hombre de fe...

Mire, si algo yo siento que he recibido con el diagnóstico de VIH es mi fe. Era un granito de mostaza. Cuando recibí el diagnóstico, que en ese momento dije que era de otro paciente, no mío, sentí un frío brutal y comencé un estado de depresión terrible. Durante ocho años, la única que supo de VIH era mi exesposa. Empecé a leer la Biblia, porque un vecino me la regaló. Siento que allí comencé a conocer quién era ese Padre, ese Hijo y ese Espíritu Santo y también a la Virgen María.

La creación de la fundación Probidsida fue una manera de compaginar su condición con el servicio social...

Muchas personas morían por falta de medicamentos y yo me veía en ellos. No podía permitir que en Panamá siguiera pasando semejante atrocidad.

¿Se siente más médico o más activista?

Desde 1997 empezó el activismo en mi vida con el nacimiento de la fundación Probidsida. La lucha para que se dieran los medicamentos marcó mi vida. Estoy en esto y cuando ves la falta de conciencia de la comunidad, la falta de apoyo de la empresa privada, te frustras… En vez de disminuir los números, lo que sucede es que aumentan. Pero en los momentos en que hemos estado en crisis, como ahora, algo bueno pasa. La gente cree en lo que estamos haciendo.

¿Cómo se hace en Panamá para mantener una fundación sin fines de lucro? Usted ya alertó de que Probidsida está agonizando...

Como te dije anteriormente, soy una hombre de fe. Esto es un trabajo en el que yo no estoy solo. Tengo una misión. Tengo la fe de que de alguna u otra forma la situación se va a resolver. Si no aparece un buen benefactor o un aporte de la empresa privada, le tocará al Gobierno darnos la mano. Yo solamente estoy pidiendo para este año. Porque estoy seguro de que el año que viene las cosas serán distintas.

¿Considera que la fundación debe reinventarse?

El 2019 fue un año fatídico en la economía y nos golpeó fuerte. Claro que sí. Nos hemos venido reinventando, buscando la sostenibilidad. El laboratorio es un ejemplo de ello. Además de eso hicimos un proyecto de clínica de salud ocupacional. El llamado internacional a las instituciones no gubernamentales es buscar la forma de lograr la sostenibilidad. Una de las fórmulas que conseguimos fue la medicina ocupacional. Así logramos tener una entrada de alrededor de $10 mil de este proyecto, pero ahora no nos han llamado de las empresas.

¿Cuáles han sido los logros de Probidsida en los últimos diez años?

Tenemos una casa propia. Tenemos un laboratorio que comenzó en 2004, donde hacemos muchísimas pruebas todos los días, no solo de VIH. Hemos hecho 92 mil pruebas en todo este tiempo y de esas 92 mil, hemos diagnosticado 3,500 personas con el virus. A toda persona que es diagnosticada le damos una referencia para evitar que llegue a etapa sida. Y ese el problema que tenemos ahora mismo, el 80% de los diagnósticos de infección por VIH, aquí en Panamá, se hacen cuando la persona está en etapa sida. Es un llamado de atención a toda la población para que se haga la prueba del VIH. Cuando estas personas llegan en etapa sida, al hospital le cuesta 12 mil dólares por paciente. Se estima que por cada persona que esté infectada puede haber de tres a cinco. Si multiplicamos por cinco estas 3,500 personas, son 17,500 personas que se han contagiado y no lo sabemos.

¿Me está diciendo que hay gente que piensa que el VIH no puede ir con ella? ¿Qué le dice a esa gente?

Mucha gente aún considera que el VIH lo adquieren las personas homosexuales. El 52% de las personas infectadas en Panamá son heterosexuales . Alguien dijo hace poco: 'Yo no sé qué está peleando esta gente (Probidsida), si ellos se lo buscaron'. Y lamentablemente mucha gente piensa así. Por eso repito y repito: esta es una infección sexual y todos estamos expuestos a quedar infectados. El VIH no tiene rostro. Muchos dicen 'a mí no me va a tocar', hasta que un amigo, un hijo, un familiar cercano queda infectado. Por eso pido a la gente que tome esa conciencia de riesgo. El estigma y la discriminación contra el VIH es con el mismo tema en sí.

Hasta el cierre de 2018 se registraron 18,680 casos de VIH, de los cuales 17,150 están en etapa sida y 11,767 ya han fallecido a consecuencia de la enfermedad. Pese a estas cifras, ¿cree que los jóvenes han perdido el miedo al sida?

Sí, lamentablemente, porque no hay una conciencia de riesgo. Para ellos el gran temor o el mayor riesgo en las relaciones sexuales es el embarazo. La cultura del uso del preservativo es muy pobre. Solo el 25% de las personas lo usan.

¿Cuál es la principal vía de infección en Panamá?

El 90% es a través de la relación sexual. Un pequeño porcentaje de la transmisión es perinatal y la transfusión sanguínea también. Por droga intravenosa también ha bajado, en comparación con países como Vietnam, que es la principal.

¿Qué le preocupa de nuestro Panamá en este tema?

En Panamá no hay educación sexual. Una ley 61 que sigue engavetada en la Asamblea. Hay diputados que están pecando de omisión, que son a veces responsables de muchos males. El desabastecimiento continuo de medicamentos en la Caja de Seguro Social. Las estrategias del gobierno son un desastre, desde el punto de vista del manejo de la adquisición de medicamentos.

¿Qué ve más cercano, erradicar el virus o conseguir una vacuna?

Siempre nos han dicho: el próximo año viene la vacuna. Y así llevamos 20 años. No podemos esperanzarnos a una vacuna. Sí, es cierto que hay avances, pero el virus muta demasiado.

¿Las reglas de oro para que una persona no se infecte del virus?

Tomar conciencia de que el virus existe. Aprender a decir que no cuando un joven se siente presionado por los grupos. La educación de los padres es crucial, y no le están hablando a sus hijos.

Ya por último y aquí entre nosotros... ¿Qué le deja a nuestra patria cuando ya no esté?

He dado lo mejor de mí con mucho amor y con pasión, y duele y frustra esta situación con Probidsida. Quiero hacer muchas cosas más. No queremos más infectados ni más muertes. Cumpliré 65 años y 34 de vivir con VIH y aquí estoy. A través de tener la muerte por delante aprendí a valorar la vida y a darme cuenta de ese inmenso regalo.

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