La importancia de la mujer en la política panameña

Actualizado
  • 17/03/2014 02:06
Creado
  • 17/03/2014 02:06
El rol de la mujer panameña en el 2014, ‘nueva importancia política’ y el real imperio de la desigualdad de género. 

El próximo 27 de marzo, se firmará el Cuarto Pacto Mujer Desarrollo e Igualdad 2014–2019 entre diversos organismos de las mujeres y los candidatos a la Presidencia de la República, lo cual acaece en un ambiente electoral muy intenso y confuso. Es importante discernir que lo fundamental de todo esto ahora es la insólita apelación a las mujeres, que se constituye en un elemento sorpresivo del presente escenario electoral. 

Es una situación común que los eventos electorales sean fuente de sorpresas, cuando no de indignación, para la ciudadanía. Así se habla de diversas ‘propuestas’ en las cuales las féminas somos, al parecer, el sujeto a convencer. Este nuevo ‘protagonismo’ va a contramano de los hechos relativos a las políticas para las mujeres en los últimos años. 

Existen hoy 4 mujeres candidatas a la vicepresidencia, lo cual no afecta la sobrerepresentación histórica de la masculinidad en la vida política, expresada en el apenas 8.5% de representación femenina en el Parlamento en las elecciones de 2009. En tanto la presencia femenina en el trabajo remunerado es muy importante, lo es también la desigualdad salarial y su exclusión de los niveles de poder y decisión en casi todos los ámbitos de nuestra vida social e institucional (Informe ‘Clara González, 2013). 

Particularmente el 48.7% del total de inscritos en partidos políticos son mujeres en tanto solo un 15% forman parte de sus juntas directivas. A esto hay que agregar lo ocurrido con el establecimiento de la paridad, que es más que nada una retórica declaración de buenas intenciones sin ningún procedimiento para materializarla. 

A lo anterior hay que adicionar como corolario el clima cultural chabacano, falsamente transgresor, mas próximo al lumpenaje que a la crítica cultural radical, cargados de hecho negativos que han quedado instalados en el imaginario social de modo poco favorable a la condición femenina, para decirlo leve. Es o debería ser inolvidable el tragicómico asunto de las ‘mujeres engañadas’ (noviembre de 2011) , la vergonzosa objeción de un club a admitir mujeres en su membresía pero que sí permite su trabajo ‘colaborativo’ (noviembre de 2009) o que las únicas personas presas por delitos de corrupción en estos años hayan sido mujeres (¿solo hay corruptas?) o el también reciente e inolvidable asunto de las ‘mujeres despechadas’ (octubre de 2013) en que el irrespeto se dio desde la más alta magistratura del país. 

Por tanto, este loable giro es insólito, pocas veces antes visto. En consecuencia es necesario reflexionar cómo y por qué estos discursos se dirigen, apelan y enarbolan asuntos de género y sobre todo, indagar qué se proponen realmente. Ya que lo real, hasta ahora, ha sido silencio, medias y tímidas voces cuando no franca y feroz oposición a todo aquello que sea avances en la condición o ampliación de derechos y libertades para las mujeres. 

¿LLEGO EL TREN? 

En la famosa entrevista que hiciese Nelva Reyes a Clara González, ésta decía que las mujeres en Panamá parecían a la persona que ‘está en el andén esperando a que el tren llegue y el tren no llega y no puede hacer nada porque el tren no ha llegado. Hay que hacer que el tren llegue.’ (Revista Mujeres Adelante, 1986.) 

El tren al que se refiere Clara es el largo conjunto de los componentes que integran la desigualdad de género. O lo que muchos prefieren llamar sintéticamente ‘el patriarcado’. Lo fundamental es que la desigualdad de género es un conjunto, una pesada armazón que se manifiesta en todos los ámbitos de la vida social, las relaciones sociales y la personalidad humana y que se articula con todas las otras desigualdades y jerarquizaciones opresiones… reforzándolas, matizándolas y profundizándolas; fundada en una socialización que la invisibiliza, la hace ‘natural’ y eterniza su reproducción en medio de cambios de todo tipo. 

Al contrario de otras jerarquizaciones opresivas, su plástica reproducción resiste todos los cambios y se instala hasta en las identidades, por lo cual es muy difícil de erradicar. Por eso, históricamente la educación ha sido central en las agendas de las mujeres. Sin acceso al conocimiento se ‘vive’ como natural y eterna toda opresión. Por ello fue que desde su fundación en 1923 el Partido Nacional Feminista hizo parte de su pensamiento y acción una pedagogía política y un intenso deseo de interlocutar con las y los jóvenes como modo de enfrentarla. 

Recuperar esto sería crucial para las y los jóvenes hoy, puesto que les permitiría acceder a un inmenso caudal de información, que les ayudaría a superar la permanente incitación a la diversión vacía, al entretenimiento y a la emoción, que limitan el conocimiento de sus derechos, y el estado actual del mundo más allá de sus apariencias y la ausencia de perspectiva sobre el futuro de la sociedad que habitarán. 

PARA QUE EL TREN LLEGUE: HACIA UN NUEVO PACTO POR LA IGUALDAD SOCIAL 

De ser verdadera la nueva importancia política de las mujeres y sincero el deseo de hacer avanzar su condición, el pacto significaría un buen inicio para intentar que todo ello sea fuente de bienestar, seguridad, ejercicio pleno de derechos y libertades. Para que ello se materialice efectivamente hace falta más que discursos. Ya existe una amplia gama de reconocimientos (BM y FMI) de la importancia macroeconómica de la equidad de género a los que nadie ha hecho caso en éste país. 

Una cosa es el interés por apoyar el avance de la condición de las mujeres, que significa: políticas de empleo decente, eliminación de obstáculos machistas en los niveles de poder, medidas de control de la discriminación que deben ir acompañadas del reconocimiento de derechos humanos y otra es alentar a las mujeres a incorporarse a trabajos sin derechos ni protección, pues su sobreexplotación solo será para real beneficio de las empresas que pagan menos por ser mujer. 

Vale decir que la autonomía económica va de la mano de la autonomía personal. 

AUTONOMÍA EN LA INSEGURIDAD 

‘Informes del Ministerio Público muestran que en los primeros siete meses de este año, 946 mujeres, entre 1 y 17 años de edad, fueron víctimas de violación sexual...’ equidad de género debe ser para tener soberanía en el propio cuerpo y una esperanza de vida larga, plena y vivible. 

Pero la autonomía humana exige también otras condiciones: una educación gratuita pública y de calidad, con medidas que aborden la transformación cultural necesaria para ejercerla; exige docentes que deben ser reeducados en valores cívicos para enfrentar los fantasmas de la inquisición que se levanta contra los derechos sexuales y reproductivos, sin medir sus consecuencias electorales. 

De ser verdaderas estas propuestas, esto es lo que esta en juego. Realmente, hace falta en el horizonte un proyecto de futuro alcanzable, deseable y vivible para una ciudadanía igual en las diferencias de todo tipo.

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