'El Heraldo del Istmo': un punto en nuestra evolución literaria

Actualizado
  • 05/09/2021 00:00
Creado
  • 05/09/2021 00:00
Nota del Editor: Esta nota fue publicada en La Estrella de Panamá el 7 de abril de 1968. Su autor Agustín del Rosario (1945 – 2010), fue poeta, dramaturgo, filósofo y profesor de la Universidad de Panamá. La pieza recoge pinceladas de periodismo literario panameño del siglo XIX e inicios del XX, destacando el rol principal de “El Heraldo del Istmo”. Interesante destacar que, en la edición del 5 de junio de 1904, de aquel semanario, se publica un soneto en homenaje a José Santos Chocano Gastañodi (1875-1934) debido a que se encontraba de visita en Panamá. Chocano llegaría a ser reconocido como “El Cantor de América” y “Poeta Nacional del Perú”
'El Heraldo del Istmo': un punto en nuestra evolución literaria

Mucho se ha insistido en relación con el hecho de que el grado de civilización de un pueblo, se mide con el estado de adelanto o retroceso de su literatura.

Insistir sobre el tópico sería dar vuelta atrás.

El presente trabajo, pretende ofrecer algunos puntos de la literatura patria que ya bien, ya mal, no son conocidos en su totalidad por parte de los interesados.

Las fechas, siendo elementos de importancia, en la ordenación de los trabajos editados, son sin embargo material de arqueología. A grandes rasgos, nos interesa el aporte y sus proyecciones aún en nuestros días.

El heraldo del Istmo bajo la dirección de Guillermo Andreve marca un punto en nuestra evolución literaria, difícil de soslayar.

De ejemplarizar esto, nuestra labor será cumplida.

Los primeros periódicos

La introducción de la imprenta en nuestro istmo fue labor de los elementos progresistas que se propusieron seguir los pasos de las colonias emancipadas en el resto del Continente.

El primer periódico, La Miscelánea, semanario, fue editado por Juan José Argote, Manuel María Goytía, Juan José Calvo y Mariano Arosemena. Esto ocurría en el año de 1820.

Ya hacia 1823 el gobierno crea un órgano propiamente suyo de información: La Gaceta oficial del Departamento del Istmo que hacia fines de 1825, se denominaba como Gaceta del Istmo de Panamá.

Se inicia así la primera etapa de nuestro periodismo que se prolonga, de una manera y de otra, hasta el año de 1849, cuando varios acontecimientos en la vida nacional, anuncian ya el arribo de una nueva época.

De estos años datan, no menos de treinta (30) periódicos, entre los que podemos mencionar:

La Unión (1830), El Istmeño (1831), Los Amigos del País (1834), El Comercio Libre (1834) y El Constitucional del Istmo (1835).

Va a ser el 15 de abril de 1866, cuando sale a la luz pública, el primer periódico de carácter exclusivamente literario. El Céfiro, bajo la dirección de Manuel Gamboa (1840-1882), anunciaba en su primera página que: “El objeto principal que nos hemos propuesto al fundar este periódico, ha sido establecer una comunión más íntima entre los pueblos del Istmo y los del resto de la República”.

La edición de este diario encuentra antecedentes en Los Deseosos de Instrucción, órgano de la Sociedad de los estudiantes del Colegio del Istmo, que dirigía Gil Colunge y en cuyas páginas la literatura encontró amplios espacios de publicaciones.

Posteriormente, tenemos El Panameño (1849), El Reformador (1853), El Pueblo (1856), El Centinela (1856) que dedicaron amplias secciones a la literatura. Ya el mismo Gamboa había publicado en 1860, El Crepúsculo, que alcanzó a editar doce (12) números —de abril a noviembre de ese mismo año— y que por sus propósitos y contenidos, anunciaba ya de pleno a El Céfiro.

De esta manera, a lo largo del último cuarto del siglo XIX la actividad persiste.

Surgen entonces nuevos nombres, como La Juventud, en 1878; El Ancón, en 1882, bajo la responsabilidad de Aquilino Aguirre y Gilberto Otero; El Cosmos en 1886 bajo la dirección de Guillermo Andreve, que se constituye en el primer vocero generacional de los modernistas. Al mismo tiempo, en otras ediciones se les dedica espacios, como en El Cronista, La Estrella de Panamá, El Aspirante, El Mercurio, sin mencionar los órganos políticos-literarios a través de los cuales los últimos románticos y los poetas modernistas hicieron acto de presencia: El Duende, La Revista, La Idea, La Palabra, Don Quijote, La Nube y otros más.

El Heraldo del Istmo

El Heraldo del Istmo va a ser editado en 1902, bajo la dirección de Guillermo Andreve. Va a terminar por un lapso de un año sus ediciones, hasta 1904, en que surge nuevamente a la luz pública.

Esta segunda etapa constituye nuestro trabajo.

Más que diario, se convierte en una revista literaria, en donde publican los principales nombres no solo de Panamá, sino de la América y de algunos países europeos.

Su material se reparte por igual entre la poesía y el cuento. El primer elemento, sin embargo, es el que goza de mayor aceptación por parte de los editores.

Sus artículos de crítica, pese a los años transcurridos brindan elementos de plena actualidad.

Así, “Los escritores y la crítica” de Manuel Ugarte editado en el número 10, el 5 de junio de 1904. El artículo está escrito en defensa de Briseux, autor dramático hoy olvidado en su totalidad, autor de “Les reemplacantes”, “Dame de Chez Maxim's”, “Le chien de ma mére” y otras más, ya perdidas. Ugarte defiende al autor francés del ataque de varios sectores del público que señalaban su obra como producto demasiado individualista y que no se acerca a una realidad próxima a ellos. Entre otras cosas manifiesta que: “El escritor concienzudo no tiene más derechos que los demás hombres, pero tiene más deberes. Es quien indica rumbos, quien hace el gesto que todos repetirán mañana”.

O bien más adelante: “Siendo el alma de su generación es justo que vibre en los conflictos que deben agitarla”.

En donde ya se anuncia la polémica entre el llamado Arte por el Arte, y el Arte Comprometido. El Arte en función de la máxima individualidad del artista al margen de su época y sus problemas; y el Arte como fiel expositor de todas las incidencias vitales de los años en que vibra el mismo artista.

Ese mismo número por demás registra la publicación de un soneto anónimo, “Alma de América” en homenaje a Chocano, de paso por nuestro istmo.

El número del 12 de julio de 1904 registra también una curiosa crítica teatral en donde se enjuicia la entonces última producción del desorbitado dramaturgo español José de Echegaray, “La Desequilibrada”. La crítica aparece sin nombre que la respalde. Y, contrariamente a la ya mencionada de Ugarte, es un ejemplo de lo peor del género.

El que la escribió se dedica a narrar todo el argumento del drama (¿?) con diálogos, e incluso con los gestos y actitudes de los mismos artistas. En el mismo estilo tanto o más desorbitado que el mismo Echegaray, y conste que decir esto, es ya decir demasiado a su favor.

Casi todos los números registran colaboraciones de Rubén Darío y merece mención un detalle curioso dentro de esta tendencia.

Cuando Darío editó Azul, su primera obra, don Juan Varela, entonces una de las cimas literarias de España, fue quien le dio el espaldarazo hacia el triunfo al comentar que su obra era de “lo mejor que había salido de América en muchos años”. Varela, incluso, escribió una carta a Darío, en donde le manifestaba toda su admiración por una obra que, según el mismo Varela, no encontraba antecedente en ninguna otra que la antecediera.

Del mismo Varela, en la edición del 12 de julio de 1904, encontramos unas notas escritas en torno al siguiente libro de Rubén Darío, Prosas Profanas.

En ellas, el crítico comenta que: “en el poemario, nuestro autor da muestra de una maestría prácticamente desconocida en nuestras letras”.

Reconoce igualmente que es “el poeta más original y característico que ha habido en la América hasta el día presente”. Sin embargo, y esto es fundamental, critica el exoticismo de la obra con fuertes calificativos, cuando en su crítica anterior de Azul reconocía este último mérito como capital en la obra de Darío.

Es decir, se contradice totalmente al alabar en un libro, Azul, el exoticismo del autor, y criticarlo en el siguiente libro, Prosas Profanas, y más aún señalarlo como elemento que resta mérito a la obra en general.

El Heraldo del Istmo también edita en el número 13 de 3 de septiembre de 1904, el poema “La última gaviota” de Ricardo Miró. Una semblanza entre el mismo, y el que hoy en día se edita, registra la diferencia en varios versos, en los tercetos y en el último cuarteto del soneto.

El tercer verso del primer cuarteto dice: “Se escapa la bandada por el cielo”; mientras que hoy se le conoce por: “se esfuma la bandada por el cielo”.

El último verso del segundo cuarteto dice: “por superar la parva ya remota”; mientras que hoy está: “por alcanzar la banda ya remota”.

El último terceto remata: “ave dejada tras por la bandada”; mientras que en 1904 estaba: “ave olvidada ya por la bandada”.

El número 10 de 20 de octubre del mismo año, entrega unas notas de Gabriel D'Annunzzio, de lo más interesantes. Siempre dentro de la línea literaria, el célebre poeta italiano manifiesta que:

“Herido hasta el hueso las estúpidas frentes de aquellos que pretenden poner en todas las almas una manera igual, como un utensilio social y hacer las cabezas humanas iguales, como la de los caballos, bajo el yugo del jinete”.

Esto fue, en cierto modo, el mismo ideario del poeta que vivió y escribió, fiel a estos principios.

El Heraldo del Istmo sucesivamente fue superando su material y en algunos números – el 20 de noviembre – alcanzó una dimensión de envidiable superioridad.

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