• 21/10/2023 00:00

¿Cómo afecta la corrupción? Ejemplos técnicos

No hay que ser un genio para saber dónde podríamos retomar los beneficios inmediatos del Canal

Por allá por el año 2006 se realizó un referéndum en donde se aprobó la ampliación del Canal de Panamá. A pesar de que muchos políticos se opusieron, habló el pueblo, dándole el sí a lo que se veía como una obra no solo importante, sino necesaria para mantener nuestro “as” actualizado y vigente.

La rueda del proyecto empezó a girar y dada la importancia del Canal de Panamá, despertó el interés mundial para empresas que veían en el proyecto una importante oportunidad de negocios, mientras la expectativa mundial también crecía en torno al resultado de una vía que tiene impacto global. Lo bien, o lo mal que resultara la empresa, afectaría a todos.

Mientras las decisiones y la ruta fue indicada por los técnicos, todo iba bien.

Para un profesional, es algo relativamente sencillo determinar rutas críticas, y requerimientos ampliados para las nuevas capacidades a implementar.

Estudios y recomendaciones se hicieron para aumentar el aporte de agua que se necesitaría en mayores cantidades, previendo también el crecimiento de una población que requiere del líquido. En papel, iba bien la cosa. Y allí entra la acción unilateral de personas y grupitos que, seducidos por espejitos a la vieja usanza, se convencieron de entregar el oro de todos a los españoles. No a cualquier grupo de españoles, no señor. Un grupo de españoles señalados a nivel mundial por malas prácticas, incumplimientos y una lista de problemas que harían a cualquier panameño apartarse de esa empresa. Por alguna razón incomprensible, los directivos del “canal de todos” tomaron la pésima decisión de contratar a los piratas ibéricos, a pesar de recibir, e ignorar, sendas advertencias.

Las consecuencias de esa estupidez corporativa las seguimos pagando hoy. Primó el interés de unos pocos, sobre el bienestar de todos. Se acaba el agua, no tenemos puertos para atender el flujo de barcos, ahora de mayor envergadura, en ninguna de nuestras costas. Nuestros vecinos, al ver brillar el cobre intelectual de nuestras autoridades, se apresuraron a desarrollar lo que acá no hicimos: puertos de servicios cercanos a los accesos del Canal de Panamá. Siendo un país con costas en dos océanos, hemos decidido vivir de espaldas al mar.

No solo hemos dejado de invertir en lo que nos proporciona entradas fijas como país, sino que también nos hemos privado de la posibilidad de generar empleos temporales en el campo de la construcción, así como plazas de trabajo permanentes en puertos, ferrocarriles, y tantas maneras de hacer de Panamá un país eficiente y moderno en la movilización de carga, aprovechando nuestro recurso local, la vía interoceánica. ¿Por qué haríamos algo tan tonto? Simple. Hemos permitido que ignorantes tomen las riendas del país. La corrupción se traga el recurso económico que debería ser para todos, y termina en los bolsillos de quienes no ven más allá de sus narices.

¿Usted realmente cree, amigo lector, que una persona que emplanilla a todos sus familiares, porque no conoce otra manera de hacer fortuna, puede planificar el desarrollo de un país?

Los actuales miembros del hemiciclo son incapaces de idear soluciones al problema. La razón es simple: ellos son gran parte del problema. La otra parte del problema es una ciudadanía acostumbrada a tener sin esforzarse, y que le da el voto a cualquiera que le prometa plata sin trabajar. Debería darles vergüenza, pero no es así.

Los montos estimados de dinero que nos han hurtado las administraciones desde hace décadas serían más que suficientes para construir puertos y rutas de carga, caminos de penetración y escuelas, centros de salud y coliseos deportivos, centros culturales y de ocio, carreteras, puentes y autopistas para conectar cada poblado de nuestro país.

No hay que ser un genio para saber dónde podríamos retomar los beneficios inmediatos del Canal. Un puerto en Mensabé, o en El Agallito. Aparte de inyectar capital a la economía, generarían la necesidad de nuevas vías para autos y camiones de carga, facilitando también la entrega de productos para exportación desde las zonas productivas del país, o sea, directamente desde el interior. Eso significa trabajo, y el trabajo significa desarrollo. Otros puertos en Coclé del Norte o en Veraguas. Un tren de Paso Canoas a Darién, con sus ramales interprovinciales. Obras para las que Panamá genera el dinero necesario, pero que permitimos que se lo lleven los mismos de siempre.

En vez de pensar en desarrollar al país, siempre buscan desesperados la manera de vender, y vender, o más bien regalar nuestros recursos, a cambio de llenar sus bolsillos, sin comprensión alguna del daño que causan al ecosistema. ¡No más minería!

Para añadir insulto al golpe, los mismos que aprobaron esos contratos, salen hoy a darles contra, pues estamos en período electoral. Tenemos que pedir cuentas a los políticos que nos están llevando a la ruina con su corrupción, en vez de verlos correr en cada elección.

No faltarán los que apoyan a tal o a cuál pillo, que repitan las trilladas frases, “es fácil decir, pero ¿cómo se logrará eso? Es imposible”. Es imposible para el que no entiende el tema. Es imposible para los políticos que tragan sin parar, pues no saben “ni cuándo están jartos”.

Le aseguro, amigo lector, que, en construcción, prácticamente todo es posible si se cuenta con ingenio y recursos. Pero eso no lo tienen nuestros corruptos de turno. Hay que volver a empoderar a los técnicos idóneos. No más día del pastelito e idioteces similares. Planes de desarrollo y rutas para lograrlos.

La basura de la corrupción nos afecta a todos. Saquemos la basura.

Dios nos guíe.

Gerente de construcción
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