• 17/04/2013 02:00

Cuando el micrófono habla

Imagínate en una rueda de prensa. Frente a ti los reporteros con micrófono en mano. Ese aparato que capta y transmite. No tiene cuerdas...

Imagínate en una rueda de prensa. Frente a ti los reporteros con micrófono en mano. Ese aparato que capta y transmite. No tiene cuerdas vocales, pero, sí una gran fuerza comunicacional que lo que sale de allí, le llega a millones de personas. Puede perjudicar como puede favorecer. Todo depende de ti. De las palabras que uses, en lo que dices, cómo lo dices y, ante quién o quiénes lo dices. Palabras que muchas veces “no se las lleva el viento”.

Lo anterior me hizo recordar al presidente uruguayo cuando en una conferencia de prensa, conversaba de manera amena y personal con el Intendente de Florida. Lo que menos se imaginó, es que, los micrófonos estaban abiertos. Y captan una parte de lo que dice. En ese fragmento Mujica califica a la presidenta argentina de “vieja terca”. Y describe con ironía el reciente encuentro entre la mandataria y el papa Francisco. Y, además se refiere al fallecido expresidente argentino Kirchner como “tuerto”. Lo privado se hizo público. Otro ejemplo lo fue con el presidente encargado de Venezuela, cuando en una de sus intervenciones dijo que el fallecido Hugo Chávez se le apareció en forma de “pajarito chiquitico” y, que le silbó y, él también. Me pregunté si realmente era un sentimiento genuino o, simplemente el señor Maduro es igual a los políticos que buscan la manera de llegarle al pueblo valiéndose de cualquier cosa. ¿No hubiese sido más persuasivo si dice que se le apareció en forma de águila? Las águilas se caracterizan por su constitución robusta, cabeza y pico pesado, es sinónimo de poder y fuerza, poderío y belleza, aunque igualmente hace daño si te dejas atacar por esta ave de gran tamaño. Aquí en Panamá también tenemos lo nuestro, lo absurdo y ridículo. Ejemplos hay y cientos de ellos. Prefiero ni recordarlos, porque hacen daño y es que a veces rayan en lo infantil, en lo inmaduro, en lo arrogante e ignorante.

Puede que se digan cosas interesantes e importantes en una entrevista. Y las explicaciones pueden ser diversas: políticas, económicas, sociales, y otras. Todas válidas. Sin embargo, al hablar tanto, el no saber sintetizar, y el dejarse llevar por las emociones y no por la razón, se comete un error. Ese error, ese fragmento intrascendente captado por el micrófono se transforma en “la noticia” en buena parte del mundo. Y provoca un verdadero escándalo.

Quiero centrarme en un ángulo del tema. Y, se trata del Principio de Pareto, formulado inicialmente por Wilfredo Pareto, economista, sociólogo y filósofo de fines del siglo XIX y principios del siglo XX. Su punto de partida fue la observación de que en la sociedad tendían a formarse dos grupos: el 20% ostentaba el 80% del poder político y la abundancia económica y, lo que Pareto denominó “las masas”, ese 80% restante, tenían poca o ninguna influencia política y de riqueza. De allí nace la regla del 80-20 y se aplica a diversas realidades: el 20% de tu trabajo es el que produce el 80% de tus resultados; el 20% de tus clientes es el que genera el 80% de tus ingresos; el 20% de tu tiempo es el que produce el 80% de tus logros. Claro que no son cifras exactas sino aproximaciones que marcan una tendencia y que puedes aplicar a los más diversos ámbitos.

Hablamos demasiado. Todos. El 80% de lo que decimos es insignificante o, simplemente “nos mete en problemas”. Ya sabes que somos dueños de nuestros silencios, pero esclavos de nuestras palabras. Esto vale especialmente para los políticos y funcionarios de jerarquía de un gobierno. A los que se enamoran, alucinan e hipnotizan de sus propias palabras, con su forma de hablar, con su estilo, con sus frases. Suelen darle a la palabra hablada un estatuto especial, un significado que la ubica en un lugar engreído, petulante e impertinente. Ellos creen, que si hablan más, convencen más. Desconocen la regla del 80-20. Desconocen que con solo el 20% de sus palabras es que logra el 80% de su fuerza de persuasión.

Se puede aprender mucho de episodios como el de Mujica, el de Maduro y de otros y, con principios como el de Pareto. Algunos consejos simples y breves: nunca creas que las cámaras y los micrófonos están apagados. El reportero lo tiene funcionando antes de lo que te imaginas. Tampoco creas que tienes conversaciones estrictamente privadas. Todo trasciende. Todo se sabe. Todo se escucha. Estamos en el siglo XXI. Hablas en un pequeño pueblito y tus palabras llegan a millones de personas en todo el mundo. No es exageración. No digas nada que no quieras ver mañana en las portadas de todos los periódicos. No digas todo lo que te viene a la cabeza. Eso no es franqueza. Eso es falta de elaboración, falta de reflexión, falta de procesamiento de la información. Aprende a convivir con el mundo de las palabras. Tienes que cuidarlas, medirlas, reflexionarlas. No las expreses de manera primitiva y salvaje. Habla menos. Recorta el 80%, que son inútiles e improductivas. Descubre el valor del silencio. Ese silencio que te hace pensar, sentir y actuar. Es productivo y comunica. Descubre el 20% de tus palabras, el más valioso, y cultívalo con esmero. Y recuerda, que el micrófono así como transmite lo que se habla, también juzga y condena.

ESPECIALISTA DE LA CONDUCTA HUMANA
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