• 22/03/2024 00:00

Implementación de estímulos literarios en Panamá

Los estímulos para el perfeccionamiento y difusión de la buena literatura no surgen solos, hay que crearlos, nutrirlos, darles impecable continuidad, tanto desde el sector del Estado responsable de la cultura, como en lo personal; es decir, desde la responsabilidad intransferible de cada escritor que busca superarse

Si algo aprendí durante mi larga estancia de 12 años en México la primera vez que estuve en este país (1971-1982), gracias a la llamada “Beca Centroamericana de Literatura” que obtuve a nombre de Panamá como cuentista, y llegué a ser profesor titular en la Universidad Autónoma Metropolitana, en Iztapalapa, fueron dos asuntos simultáneos de índole cultural que he aplicado meticulosamente desde entonces a mi regreso: (a) Los estímulos para el perfeccionamiento y difusión de la buena literatura no surgen solos, hay que crearlos, nutrirlos, darles impecable continuidad, tanto desde el sector del Estado responsable de la cultura, como en lo personal; es decir, desde la responsabilidad intransferible de cada escritor que busca superarse. Sobre todo en países pequeños y subdesarrollados como el nuestro. Estímulos tales como concursos literarios, premios, becas, talleres, diplomados y la creación de pequeñas editoriales privadas para estimular la divulgación de los nuevos talentosos que van surgiendo. (b) Solamente se aprende a escribir de forma artística, poco convencional, rompiendo paradigmas al mezclar lo que conocemos como realidad, con creativos vuelos permanentes de la imaginación, es leyendo y escribiendo, preferiblemente todos los días, sin excusas.

Se dice fácil. Ha pasado el tiempo y, siguiendo los consejos de ese gran escritor mexicano que fue Juan Rulfo, mi asesor en aquel primer taller de un año de duración en el que escribí mi libro más elogiado, ‘Duplicaciones’ (Ed. Joaquín Mortiz, México, 1973), he procurado ir aplicando cada uno de esos consejos, aprendidos en carne propia en esos años felices.

Así, el primer concurso literario que fundé en Panamá, y que sigue vigente en el hoy ministerio de Cultura, nació de mi mano en el Departamento de Letras del entonces Instituto Nacional de Cultura: el Premio de Poesía Joven ‘Gustavo Batista Cedeño’ (resulta que dos semanas antes de su muerte, telefónicamente me comunicó el joven y talentoso poeta que se estaba muriendo). Y el más reciente, hoy también en manos del ministerio de Cultura, lo fundé dos meses después del inesperado fallecimiento del talentoso escritor y amigo Ariel Barría Alvarado, hace dos años, en los géneros alternos de cuento y novela, para honrar su memoria.

Además, me encanta que sigan vigentes en la Universidad Tecnológica de Panamá, después de 25 años de fundados, otros dos premios literarios que han resultado indispensables para el avance de nuestras mejores letras: el Premio Centroamericano de Literatura ‘Rogelio Sinán’ y el Premio Nacional de Cuento ‘José María Sánchez’. Y es que no pocos de nuestros mejores escritores nuevos surgen al ganar en buena lid alguno de estos certámenes, o bien al graduarse del Diplomado en Creación Literaria, también en la UTP, que en aquella época de inicio de mi compromiso laboral se me permitió fundar ahí desde el comienzo de mi gestión, que resultó ser de 25 años consecutivos: ambos premios siguen vigentes sobre sólidas bases.

De igual modo, empezaron a proliferar las pequeñas editoriales llamadas ‘marginales’, creadas por escritores locales: Carlos O. Wynter Melo, Salvador Medina Barahona y yo mismo entre ellos. No bajan de 100 los libros publicados entre todas en estos años, incluyendo la preparación de importantes antologías temáticas.

Por otra parte, que yo sepa, no se han creado becas para noveles autores, las cuales podrían consistir en un subsidio adecuado para dedicarse a escribir durante seis meses o un año con el compromiso ineludible de producir, con absoluta libertad temática, un libro (novela, cuentos, poesía, ensayos), que luego el ministerio de Cultura publicaría por cuenta suya si su calidad resultara satisfactoria. Pero, por supuesto, esto habría que presupuestarlo cada vez desde el año anterior.

Todo esto en el entendido de que el verdadero artista -de cualquier índole- nace; pero que facilitarle la vida mediante estímulos efectivos contribuye grandemente a su desarrollo integral.

Ahora que por motivos de salud vuelvo a estar en México, me complace comprobar a diario que en aquel tiempo de arduo trabajo en Panamá no estuve arando en el desierto.

El autor es escritor, profesor, editor y promotor cultural
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