• 27/03/2011 01:00

El estudiante universitario en el nuevo siglo

El estudiante universitario enfrenta los retos de una sociedad cada vez más competitiva y cambiante. Su progreso depende, en buena medid...

El estudiante universitario enfrenta los retos de una sociedad cada vez más competitiva y cambiante. Su progreso depende, en buena medida, de obtener la mejor formación profesional posible. Esa formación debe ser integral, basada en el nuevo paradigma educativo que asigna nuevos roles: el docente como diseñador de métodos y ambientes de aprendizaje, el estudiante que construye lo que aprende y la regla es la renovación de los conocimientos.

Las características del estudiantado de la Universidad de Panamá han ido cambiando, hoy, por ejemplo, el 66% de su matrícula son mujeres. Su diversidad se expresa en que comparten aulas: estudiantes que solo estudian, estudiantes trabajadores, del interior y la metrópoli, indígenas, personas con discapacidad, profesionales que estudian otra carrera y estudiantes de bajos, medios y altos ingresos familiares. A lo que habría que agregar, la condición de ser hijos, padres, madres, solteros, casados, jóvenes y adultos.

Estas nuevas realidades son reflejo de la complejidad de nuestra estructura social, lo que demanda cada vez mayor capacidad de renovación y modernización de la gestión institucional, de lo contrario, se impondrán el anquilosamiento y la incongruencia entre las aspiraciones de los estudiantes, las demandas de la sociedad y la formación que se imparte.

Este proceso de renovación permanente exige la participación de todos. Los estudiantes, como sujetos y actores principales, tienen el deber y el derecho de exigir más y mejores ofertas de carreras y postgrados, nuevas modalidades de aprendizajes, mayor calidad educativa y acceso a herramientas tecnológicas adecuadas. Contrario al conformismo y la apatía individualista forjados por la educación tradicional, la sociedad actual y futura requiere ciudadanos creativos, innovadores, solidarios e inconformes, de allí la necesidad de su participación fresca, cuestionadora, sin temores, soñadora, imaginativa y sin compromiso con el estatus quo.

El estudiante debe tener conciencia de que su educación es costeada con los impuestos de todos los ciudadanos, lo que hace posible mantener un costo popular de la matrícula y ofrecer mayores oportunidades a los sectores más pobres del país. Aunque su primera responsabilidad es obtener una formación superior, también debe contribuir a que la Universidad sea manantial del pensamiento, en el que se debaten y se proponen soluciones a los problemas nacionales. Esto demanda de todos, en especial de sus autoridades, una conducta ética ejemplar, de honestidad y respeto a un verdadero derecho de participación democrática, indispensable para la formación de una cultura de paz basada en valores. Promover la conciencia y la participación ciudadana desde sus aulas sería un aporte importante a la lucha contra problemas como la marginalidad, la violencia social y la inseguridad.

Debemos actuar con predecibilidad, para adelantarnos al impacto de las exigencias futuras en los programas de estudios y el diseño de nuevas carreras. Debemos esforzarnos para que se reconozca la importancia de la educación superior para el desarrollo económico y el fomento de la equidad. La Universidad debe ser flexible en su estructura académica para hacerle frente a las cambiantes demandas sociales, del sector productivo y del mundo laboral y profesional.

El más importante desafío a la docencia es enseñar a los estudiantes a aprender a aprender y ser protagonistas de su propio aprendizaje. La autonomía no puede ser para aislarse, muy por el contrario, sus renovados ejercicios y nuevos horizontes posibilitan una universidad participativa, propositiva y vinculada a las comunidades y a los sectores productivos. Se requiere de un nuevo liderazgo institucional que se reconstruya y se reinvente para formar a los estudiantes que demanda el nuevo Siglo.

*CATEDRÁTICO DE LA UNIVERSIDAD DE PANAMÁ.

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