• 25/08/2020 18:22

Promesas de pandemia

Es una actitud personal, consecuencia de múltiples factores, el asumir una posición escéptica frente a creencias, expectativas y promesas

Es una actitud personal, consecuencia de múltiples factores, el asumir una posición escéptica frente a creencias, expectativas y promesas. Ese cúmulo de posibilidades que se proyectan en el futuro y se mantienen en el limbo de lo inexistente solo motivan en mí cierta curiosidad o diversión irónica. Han sido motivos de sano relajamiento los escritos proyectivos con el advenimiento del siglo XXI; las patrióticas ensoñaciones por la reversión del canal; las promesas de candidatos de pacotilla en barrios y campiñas; los sucesivos discursos quinquenales con la cero corrupción y la equidad social; las encaramadas en las sillas cada año nuevo; las promesas sacramentales de la JMJ; el recogimiento de adviento con la llegada del papa; el mito del crecimiento económico y la lucha contra la violencia.

Todas esas divertidas tonterías que mueven multitudes, como los “Black Friday” en los “malls”, suelo guardarlas y clasificarlas en un ordenamiento que va desde lo gracioso a lo ridículo, pero que nunca llegan a una escala más arriba. Pero lo que sí me ha puesto en un dilema, es cómo ubicar las promesas de pandemia que distintos sectores de la sociedad han hecho como acto de contrición, proyecto de vida, admonición evangélica, deseos de ganar más o por simple aburrimiento. Hay discursos tan ambiguos, como ambiguos son sus emisores, que no hay forma de que puedan ser creídos por lo incoherente de su formulación, la pobreza de sustentación y lo disímil de sus intenciones. Todo un abrevadero semántico para distinguir entre las falacias y la tautología.

Desde la compaña por la nueva normalidad -cuya sola formulación contiene una contradicción lógica-, hasta la “preocupación para garantizar el empleo” de algunos empresarios, todo suena a cuento infantil o leyenda rural. Y es explicable esa preocupación pandémica que abruma a distintos sectores de la sociedad, en especial aquellos vinculados a las esferas políticas y empresariales, que no a la marginalidad y subempleados, cuya única preocupación es salir a conseguir el sustento diario. Sin embargo, los motivos de preocupación son diferentes y los planteamientos también; es distinto angustiarse por poner un plato de comida en la mesa que inquietarse por la tasa de intereses bancarios o la cuota de ganancia, pero eso no se nota en los discursos, porque una palabrería de cazabobos encubre los motivos.

Lo cierto, y definitivo, es que la pospandemia no cambiará nada, como nada cambió el nuevo siglo, los sucesivos Gobiernos o la llegada del papa. Todo será lo mismo -la vuelta a la normalidad es, como bien lo esconde la frase, una vuelta a lo mismo, o tal vez peor-, no habrá el colapso del capitalismo mundial, como anuncian los ideólogos de la lucha de clases; tampoco será el fin del modelo neoliberal, como afirman los neokeynesianos; tampoco habrá una mejor distribución de la riqueza como preconizan los utópicos del siglo XXI o leyes justas de equidad social, como sueñan en su hambruna los marginados. El sistema no está diseñado para eso, no puede introducir cambios, porque sería la deconstrucción de su armazón y funcionamiento. Si en algo muestra ser oportuno y tener habilidad es en aprovechar las crisis para obtener ventajas y reforzar sus mecanismos.

Aquellos que piensan que, una vez terminada la crisis sanitaria, un nuevo orden de justicia y equidad emergerá del corazón de los hombres, dormirán el sueño de la espera. En el desenfreno y el reacomodo, cada grupo o sector, en una guerra de todos contra todos, luchará por conseguir más canonjías o ubicarse en mejor posición. Lo que sí padeceremos, como un gran efecto secundario y a muy largo plazo, o para siempre, es la inmensa deuda pública que en nombre de la salud de los panameños se ha comprometido al país sin visibles resultados. Aquellos padres de familia ilusionados con una educación de calidad deben saber que si no la hubo antes tampoco la habrá después, la modernización de infraestructuras, capacitación docente, actualización del currículum, dotación de tecnología y sobre todo formular una Filosofía de la Educación cónsona con la realidad, no es cosa de una varita mágica. Los trabajadores que con la dialéctica esperan una síntesis que equilibre el régimen laboral, deben preparase para los ajustes del Código del Trabajo a las inclinaciones del mercado. A los miles de víctimas del sistema de salud del Estado y del Seguro Social, sepan que la recuperación financiera por los compromisos adquiridos no perfila mejor situación que antes.

Tal vez, y parece ser un escenario irrepetible, la oportunidad para lograr cambios sustanciales en la ciudadanía la tiene la cultura. La creación de nuevas mentalidades, la formación de hábitos, el cultivo de los estados afectivos, la transmisión y fortalecimiento de valores y una moral ciudadana consistente, es un trabajo que debe emprender el Ministerio de Cultura en su tarea inherente de integración y fortalecimiento nacional. La Cultura no son los espectáculos mediáticos o escenarios patronales; el Patrimonio Histórico no son los senderos para turistas; la Cultura Nacional no es la bandera, el tamborito y el Canal de Panamá. Hay que perfilar con claridad el orden axiológico que define la vida cultural. La Identidad Nacional la constituyen todos los valores de participación e integración acumulados y proyectados en el tiempo que definen una sociedad, sobre ella se articula la Cultura Nacional que son las expresiones materiales y espirituales que conceden personalidad histórica y social a un país. Al final, como colofón, y sobre todas ellas se erige el Estado Nacional como manifestación jurídica y representación social. Sin ese orden y esos logros el Estado Nacional, en su esencia y presencia, es solo un conjunto vacío.

Replantearse en la secuela que dejará esta tragedia, la formación de un nuevo tipo de ciudadano es una oportunidad que no tendremos en mucho tiempo. Es la opción de construir una mentalidad en que los ideales fundacionales de la República se revitalicen en una nueva forma de vida por medio de una Cultura de Convivencia.

Lo Nuevo
comments powered by Disqus