• 27/02/2024 00:00

¿Seguir haciendo para seguir robando?

Mientras enfoquemos la corrupción de forma más romántica que científica, el falso “moralismo cívico” nos proyectará anímica y racionalmente por debajo de ella

El ser humano, por naturaleza es gregario. Es decir, sociable y además tiende a establecerse en un área específica. Me refiero a su círculo personal, que luego extiende a su círculo social a medida que se relaciona con otros. Dos de los principales motivos que generan esta actitud son: Comodidad y seguridad. Actitudes casi totalmente instintivas; así como también la necesidad de protegerse, comer y reproducirse. Para combatir eficientemente la corrupción, hay que entender bien esto.

Mientras enfoquemos la corrupción de forma más romántica que científica, el falso “moralismo cívico” nos proyectará anímica y racionalmente por debajo de ella. Es decir, asumiendo posturas dicotómicas, monolíticas y polarizadas del tipo “santo o pecador”, “víctima o victimario”. Por ejemplo, hay personas que critican a los políticos a causa del nepotismo, amiguismo y tráfico de influencias, pero asumen posturas bastantes similares a ellos para favorecerse a sí mismos y a sus amistades en lo cotidiano. Desde que somos jóvenes y armamos grupos para “birriar en la calle o el Play”, pasando por el amiguismo pandilleril-pseudoprofesional en las oficinas, hasta llegar al “círculo cero” presidencial. Todo el mundo tiende a buscar el bienestar personal y el de sus allegados, porque al satisfacernos y rodearnos de personas que nos satisfacen sentimos seguridad existencial, confianza, afecto, tranquilidad etc. Claro está, cuando la zona de confort personal crece tanto que perjudica la cosa pública, genera de facto un delito. Aunque se disfrace, disimule, o en el peor de los casos racionalice (a nivel psicológico personal) con muchas excusas de por medio. Dicho de otro modo, dañar a muchos por no ejercer la voluntad y el control personal. Sin embargo, hoy en día la gente no parece entender eso. Contra todo principio natural-social, mienten y roban al erario con total desparpajo, sin rastro alguno de vergüenza. Así como una mentira repetida mil veces no se convierte en verdad, mil obras no tapan un delito, ni “servir” al estado equivale a lucrarse de él.

Ahora bien, debemos asimilar la idea de que el candidato no es un “ungido”. Esa concepción solía ocurrir en los gobiernos monárquicos. Verlos de esa forma nos hará odiar, o mucho peor aún amar su corrupción, en lugar de entenderla y resolverla. Las posiciones románticas y estoicas son el principio que niega la realidad y crean falsas expectativas sobre cada forma de corromperse. Hay que buscar una manera de replantear científicamente la democracia. En la era de las redes sociales, inteligencia artificial, nanotecnología y robótica, es increíble que aún sigamos románticamente atados a un modelo democrático arcaico y prostituido. Es decir, la peor distorsión al esquema político utilizado por menos de trescientas mil personas hace casi tres milenios. ¿Tendrá eso sentido?... Debemos borrar la emotividad histriónica del ejercicio cívico, sobre todo al momento de votar. Aunque los candidatos propongan siempre maravillas, se llenen de proyectos y juren tener las mejores ideas, no son superhéroes, ni príncipes azules, ni magos. Recordemos los ochenta, cuando se vendían zapatos escolares casados con checheritos (reglas, juegos de geometría, relojes y calculadoras) Mucha gente compraba los zapatos que más checheritos tenían. Es decir, compraban los checheritos no los zapatos. Los motivaba el impulso primitivo de “aprovechar la oferta”, “matar dos pájaros de un solo tiro”, “ganar más de lo merecido”. Entiéndase, la base del consumismo voraz. Aun así, aunque vivamos en un país netamente comercial, no podemos regatear con la democracia.

Usted puede librarse del enganche político de los candidatos (los checheritos) realizándole tres simples preguntas por cada promesa que le digan: ¿Cómo piensa hacerlo? ¿Por qué no lo hizo antes? ¿Qué gana usted con eso? Si las respuestas que obtiene de ellos tardan, no le convencen, ni tienen sentido, se diluyen culpando a otros, son vagas o evasivas, no profundizan lo suficiente, se exceden demasiado en la explicación, lo enredan más aún, o son teatrales y románticas, sabrá usted que está frente a alguien que le quiere ver la cara de tonto. Es importante buscar candidatos que generen soluciones autosostenibles y escalables. Soluciones que funcionen para todos los ciudadanos (no sólo copartidarios ni amigos) dentro de un esquema de relevo administrativo-estatal. En resumen, que no requieran de “seguir haciendo para seguir robando”.

El autor es ingeniero en sistemas
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