• 15/03/2024 00:00

Tembladera y corre, corre

La mente humana, en su infinita complejidad, puede llegar a ser en extremo simple. Patrones de comportamiento delatan nuestro verdadero objetivo [...] Viene un cambio y los de siempre lo presienten

Reza un refrán “una cosa es llamar al diablo, y otra es verlo llegar”. Como todos los períodos gubernamentales, este está llegando a su fin. Copiando el ejemplo de todos los que los han precedido, lo hace con mucha más pena que gloria, si es que acaso hubo alguna. Al igual que todos los períodos gubernamentales postdictadura, se acaba en medio de escándalos, malas administraciones y peleas entre los miembros del partido en poder, algunos incluso separándose de aquellos que fueron sus amigos y copartidarios por cuatro años, porque justo ahora se dieron cuenta de que sus colegas venían obrando mal.

Otros, so pretexto de querer enmendar los desastres cometidos por su partido, y de los cuales fueron partícipes, ahora se juntan pregonando ser la salvación del país, no sin antes haber criticado duramente, desde su partido, a los que ahora halagan y justifican, pues se volvieron aliados.

La mente humana, en su infinita complejidad, puede llegar a ser en extremo simple. Patrones de comportamiento delatan nuestro verdadero objetivo. Si bien la lengua, y las fingidas actuaciones, conocidas en el argot comunitario como “tragar sapos”, pueden confundir a las mentes ansiosas de ser engañadas, se ven a leguas las verdaderas intenciones de los protagonistas de tanto falso abrazo, y tanta mentira flagrante en los medios de comunicación.

No es nada nuevo. Hemos visto gente que se dijo desde burro y maleante, hacia abajo, compartir cuotas de poder en el país. Pero ¿por qué?

¿Por qué aceptamos como algo normal que personas que se han insultado hasta la cuarta generación, de repente, se unan? Tras décadas de decadencia, hemos aceptado que los mismos truhanes lleven a cabo el desgastado espectáculo triste mediante el cual se turnan para enriquecerse mientras llevan el país de todos a la quiebra. Nada les alcanza.

Gente que sale de un hueco de arrieras, y se muda a un lujoso ‘penthouse’, sin siquiera saber deletrear el sitio en el que viven. Personas sin un título, y sin conocimientos mínimos de ortografía haciendo leyes. ¡Habrase visto!

Los partidos políticos de siempre se han vendido como una necesidad para la democracia. Yo preguntaría, ¿Cuál democracia? Acá vivimos en un Estado controlado por el mismo grupito, que ha crecido, pues sus posiciones son hereditarias, con el único interés de seguir viviendo de la teta gubernamental. Los partidos políticos de siempre son tan necesarios para el país, como lo es un uñero en el pie.

¿Le parece que exagero, amigo lector? Vea hoy cómo los partidos de siempre, grandes y no tanto, se han fragmentado en grupos que se apoyan entre todos. Una facción apoya a un grupo, mientras la otra facción apoya a otro. Muy altruistas todos ellos. ¿O acaso es un gesto desesperado de aferrarse a la ‘papa’?

A menos de dos meses de las elecciones, los protagonistas de siempre siguen saltando de bancada en bancada, buscando asegurar su campamento de invierno. “Es que sin los políticos no hay gobernabilidad”. ¿Quién les dijo eso? La frase real es “sin políticos honestos no hay gobernabilidad”, y vaya que nos los han dejado claro. Hemos sido testigos por décadas del latrocinio organizado que resulta en darle el poder a los partidos políticos de siempre. El pueblo es sabio. Y está cansado de estar manteniendo parásitos.

Vemos gente defendiendo a capa y espada las posturas de personajes históricos de los grupos hacia los cuales inclinan sus simpatías, y es algo lógico. Gente que, sin la palanca de un partido, jamás habría llegado a ocupar puestos en los que se enriquecieron familias enteras, pues los de siempre no creen en méritos, sino en compadrazgos.

¿Y el país?, que se joda. Siempre y cuando nosotros bebamos Macallan, y viajemos por el mundo en primera clase.

Ahora vienen a hacerse los ofendidos, cuando se les dice parásitos. Con la boca llena del fruto de la corrupción gritan exigiendo respeto, mientras han violado hasta la intimidad de los ciudadanos. En un país en donde la verdad se castiga, y la mentira se premia, es la obligación de los ciudadanos cambiar el rumbo.

Queremos mejor educación. Queremos mejores carreteras. Queremos mejores sistemas de salud. Queremos agua. En resumen, queremos desarrollo y bienestar. Eso no se logra con la misma gente, ni con los mismos partidos políticos de siempre.

Los infames personajes políticos de los partidos de siempre nos han robado eso.

El progreso de la ciudadanía significa que ellos quedarán relegados a la parte de atrás del bus, pues no tienen las capacidades ni los méritos para surgir. Todo el trabajo honesto es digno, pero no por eso debemos hacer presidente al que sea.

Tenemos que elegir gobernantes con CV más extensos que sus prontuarios, no al revés. Basta de empoderar delincuentes y sus fanáticos, pues eso es perpetuar el reino de la delincuencia.

La verdad no deja de serlo porque un grupito de mentirosos se queje. Los corruptos no dejan de serlo, mientras se siguen asociando entre ellos.

Viene un cambio y los de siempre lo presienten. Se acaba el juega vivo. Inicia un período de crecimiento, meritocracia y justicia.

Los malos huyen. Tembladera y corre, corre.

Dios nos guíe.

El autor es ingeniero
Lo Nuevo
comments powered by Disqus