• 18/10/2015 02:00

El Panamá de carne y hueso

E stán ahí, en cualquier esquina, ya no solo en vía Veneto: caminando afuera de la zona paga de la 5 de Mayo, en Vista Hermosa, en Río Abajo 

E stán ahí, en cualquier esquina, ya no solo en vía Veneto: caminando afuera de la zona paga de la 5 de Mayo, en Vista Hermosa, en Río Abajo y en muchas otras áreas que no son, precisamente, zonas turísticas o de alto perfil. Y no son solo colombianas, hay cubanas, nicaragüenses, venezolanas y, también, panameñas. La prostitución en Panamá es tan real y verdadera como la desigualdad que envuelve a nuestro país. Y es un tema tan complejo que no se puede limitar a una discusión de carácter moralista, de derechos humanos o ético. La discusión abarca el aspecto de la salud, el migratorio, de seguridad, social y jurídico; por lo tanto, por más incómodo y difícil que sea, no se puede tapar el sol con un dedo y negar la existencia de toda una industria que gira alrededor de la venta de compañía para disfrutar todo tipo de placeres. Hay que dejar los moralismos a un lado y aceptar que en nuestras calles miles de personas (mujeres, hombres o transexuales, la oferta es variada) viven (o sobreviven) de su cuerpo, ya sea por voluntad propia o como esclavos en un negocio millonario. Hay que dejar de mirar a un lado ante lo que no es agradable, porque mientras más en secreto hablemos de la prostitución más víctimas de esta situación habrá. Desde aquellos que se dedican a la actividad, hasta los niños que pierden a un padre, porque se infectó de una enfermedad venérea tras un encuentro furtivo. El de la prostitución no es el Panamá de las postales; es el de carne y hueso.

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