• 19/10/2019 00:00

Defensoría del Pueblo

Opinión editorial del 19 de octubre de 2019

Cuando se creó la Defensoría del Pueblo, se hablaba de la necesidad de que la sociedad tuviese un ente que la defendiera en todo lo relativo a las violaciones de los derechos humanos. Sin embargo, pocos fueron los años donde la Defensoría tuvo un actuar importante, porque luego vino una debacle: ¡la política se entronizó como Gobierno rector! Cada defensor que llega al cargo, inmediatamente tiene los días contados. Internamente hay un funcionariado apagado y el chisme es pan de todos los días. El extremo es absurdo cuando el jefe termina acostándose con subalternas o los subjefes/as tendiéndole cascaritas al número uno para que resbale y así escalar. Y lo más triste de los últimos días en la Defensoría es que quien sustituyó al destituido defensor del momento, lo inmediato de su acción fue no respetar el derecho humano al trabajo, porque le pidió la renuncia a todos los que podía botar. En pocas palabras, la Defensoría no es un organismo especializado en la defensa de los derechos humanos; ¡es una institución del clientelismo! Panamá no hace nada con un organismo de esta naturaleza, al menos que se reestructure científicamente y se sanee de todo lo malo y perverso que hoy lo está carcomiendo. Seguir con esa Defensoría como va es botar el dinero de los contribuyentes.

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