¿Violencia inentendible e incontrolable?

La pregunta aún no tiene una respuesta concreta. Lo que sí se sabe es que Panamá vive uno de sus períodos más difíciles por causa de las acciones contrarias al buen vivir y la ley. Un asesinato a plena luz del día el jueves, en uno de los sectores más concurridos de la capital panameña, deja ver carencias graves en la seguridad ciudadana, y peor aún, la cada vez más creciente criminalidad, amenazante directo de la convivencia pacífica en el país. Ya no son hechos aislados. Si bien parece no existir conexión con otros asesinatos ocurridos en los últimos 30 días, es preocupante que el sicariato esté sentando raíces, sin que las autoridades hayan evitado su intromisión. Los panameños, así como los buenos extranjeros que convivimos en esta pequeña franja territorial, no estamos acostumbrados a que la muerte nos ronde, a que cada vez que salimos a la calle, nos sentamos en un restaurante o simplemente caminamos por un centro comercial, seamos asaltados por formas de delincuencia cuya existencia era nula en Panamá, y que ahora parecen apoderarse de nuestro entorno. No es tiempo de evaluar qué sucede, porque es evidente el grado de violencia que día con día deja ver sus secuelas de luto y dolor; es tiempo de accionar con dureza para acabar con la escalada. Y que el ciudadano haga su aporte denunciando los hechos. Guardando silencio, somos cómplices de una situación que está presente, que ya no se puede ocultar más y que no queremos que se quede entre nosotros.