• 26/10/2014 03:00

De migración prohibida al Consejo Nacional de la Etnia China

Hace poco menos de un siglo, el timón legislativo de esta Nación sancionó las Leyes 13 de 1926

La Asamblea Nacional, mediante el proyecto de Ley 79, aprueba la creación del Consejo Nacional de la Etnia China. El objetivo es incluir a esta minoría (6 % de la población del país) —que ha contribuido con el desarrollo de la economía panameña— y que ha influenciado en la cultura criolla, bajo las competencias del Ministerio de Desarrollo Social (MIDES) en su carácter de rector de las políticas nacionales y de los grupos étnicos. Bajo esta acción legislativa, noventa años más tarde, ‘los chinos’ pasan de ser migraciones prohibidas a ser reconocidas como parte integral de nuestra sociedad.

Hace poco menos de un siglo, el timón legislativo de esta Nación sancionó las Leyes 13 de 1926, la Ley 16 de 1827 y la Ley 6ª de 1928, actos legislativos donde quedó consignada la prohibición de las inmigraciones de ‘chinos, japoneses, sirios, turcos, índico-orientales, indios-arios, davidianos y negros de las Antillas y de las Guayanas, cuyo idioma original no era el castellano, a la República de Panamá’ (Boletín Sanitario, Órgano de Sanidad y Beneficencia dirigido por Arnulfo Arias, Jefe del Departamento, Panamá, agosto de 1934, año 1, No. 3), coronando con la Constitución de sesgo racista del 41, abolida mediante la versión del 46. Estas decisiones se revierten de hecho al reconocer hoy las contribuciones y demandas de la comunidad china.

En palabras de Ramón Mon, presidente del Congreso ISSCO (International Society for the Studies of Chinesse Overseas) que se celebró en agosto pasado, nos dice que la comunidad china en Panamá no es homogénea en su constitución, aunque a simple vista lo parezca. Está integrada por diversos grupos que mantienen distintas formas de entender la realidad cotidiana y que hablan diferentes lenguas como el Cantonés y sus derivados, el Hakka y el Mandarín. Para entender este proceso, es necesario conocer que esta inmigración se ha dado mediante lo que podríamos llamar ‘oleadas migratorias’ y ha correspondido a situaciones histórico-sociales que se han dado tanto en China como en Panamá. Nos referimos a eventos políticos cataclísmicos que se dieron en la China del siglo XIX y XX y que coincidieron con los proyectos de construcción de la ruta transoceánica que se dieron en Panamá y que se convirtieron en poderosos imanes que atraían inmigrantes. En otras palabras la llegada de los chinos y de otras etnias está asociados a nuestra identidad transoceánica y vinculada a la construcción de la ruta.

Esta complejidad cultural —que pasa por lo tecnológico— y la propia autopercepción, son de los principales escollos para entender o simplemente interpretar la integración o el reconocimiento de los chinos entre la sociedad panameña.

El reconocimiento de los chinos como parte de nuestro identitario cultural, atraviesa por una compleja relación de pertenencia, asimilación o separaciones entre los descendientes de una importante parte de nuestra sociedad (L. Siu. Memories of a Future Home. Diasporic citizenship of Chinesse in Panama. Standford 2005). Siu la describe en su libro la comunidad china ‘como una de las más vibrantes de las diásporas de comunidades chinas que ha conocido. Solo dentro de los límites de la ciudad de Panamá existen dos Chinatowns... numerosos restaurantes de todos los tamaños estilos... fruterías, electrónicos, lavanderías que son operados por ciudadanos de origen chino, sino por chinos que se hacen llamar chino-panameños, panameños-chino o simplemente chinos.

En medio de una caldeada discusión sobre el tema migratorio en nuestro país, este asunto toma relevancia y debe entenderse como procesos que contribuyen a construir los imaginarios colectivos y culturales de este país. Se trata de un proceso y no un evento de días o años, esto toma décadas y está en construcción.

El fenómeno no es privativo de la Comunidad China, ya que el conjunto de la sociedad intenta encontrar una definición más real de su ser y han surgido así grupos de análisis y estudios en las comunidades afroantillanas, por ejemplo.

El sentirse panameño desde el escenario migratorio, supone una serie de experiencias y circunstancias histórico-sociales que viven las comunidades étnicas y la interacción de las sociedades que las albergan. En el caso de los chinos se expande —según Siu— en la comida, el arte, los objetos que se han integrado al quehacer diario de lo panameño, perdiendo su asociación étnica para considerarse como simplemente local. Voces como el ‘Ma fa’, ‘ñapa’, el ‘dim sam’, el ‘sumai’ son referencias que nos llevan sin pensar fuera de los intrincados laberintos antropológicos para ir sencillamente —sin explicaciones— a entender perfectamente lo que ello significa entre nosotros.

HUBERT HUMPHREY FELLOW.

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