• 05/07/2015 02:00

Enemigo público #8: los colorantes

Actualmente, los colorantes son el grupo de aditivos con mayores diferencias en las legislaciones entre los distintos países.

La adición de colorantes a los alimentos se remonta al siglo 18, cuando se necesitó tintes para resaltar la apariencia natural de la comida tras el inicio de la comercialización de alimentos procesados. Al principio eran pigmentos minerales, todos tóxicos, y luego se experimentó con colorantes orgánicos sintéticos, pero que debido a su toxicidad y efectos carcinógenos a largo plazo, poco a poco se han tenido que prohibir para su uso alimentario.

Actualmente, los colorantes son el grupo de aditivos con mayores diferencias en las legislaciones entre los distintos países. Los escandinavos, por ejemplo, prácticamente no utilizan colorantes en los alimentos. En el resto de la Unión Europea se usan algunos colorantes, sin embargo las normas son mucho más rigurosas que las de los Estados Unidos, América Latina y Asia, donde prácticamente se utilizan colorantes de todos los tipos. A nivel global se han hecho esfuerzos para homologar la lista de colorantes permitidos, pero aún falta mucho camino por recorrer. Mientras tanto, lo importante es saber que los colorantes son tóxicos y producen efectos dañinos en el organismo, y que muchas empresas se han visto obligadas a revisar sus formulaciones por la presión que ejercen las organizaciones de consumidores.

La mayoría de los colorantes que actualmente se utilizan son extraídos de derivados del petróleo y su aplicación alcanza múltiples y variados productos como jaleas, jugos, pan, galletas, sodas, pastillas, pastelitos, pan, etc. Estos incluyen la tartracina (E102), rojo cochinilla (E124), amarillo anaranjado (E110), azorrubina (E122), amarillo quinoleína (E104) y rojo allura (E129). Los efectos dañinos de los colorantes han sido estudiados ampliamente y pareciera que hasta ahora solo sabemos la punta del ‘iceberg'. Por ejemplo, se calcula que el 10 por ciento de la población de niños panameños sufre de asma, aproximadamente cincuenta mil asmáticos y alérgicos severos, de los cuales la mayoría es por causa de la tartracina. Igualmente, la hiperactividad anormal, que con frecuencia notamos en muchos niños y jóvenes, está relacionada con el alto consumo de alimentos procesados que contienen azorrubina. Y también el surgimiento de afectaciones inmunológicas y del Alzheimer se deben al uso de colorantes sintéticos.

Entre los alimentos que más contienen colorantes, el más representativo son los jugos en polvo. Es irónico que con tantas frutas que se cultivan en Panamá, los niños comiencen a tomarlos desde que tienen un año de edad. Esta costumbre es dañina, porque sienta la base para que cuando sean adultos padezcan enfermedades. Además, el agua es un elemento vital en nuestras vidas y si los menores se acostumbran a ingerirla con distintos sabores y colores, estamos agregando un elemento químico a una necesidad que es básica a lo largo de toda la vida.

Por otra parte, si observamos la lista de alimentos que los niños llevan a la escuela descubrimos una cantidad extraordinaria de colorantes que viajan en esas mochilas: nachos, dulces, yogures, pastillas, bebidas procesadas, etc. Ciertamente, por negligencia de las autoridades y desconocimiento de los padres, los niños asisten a un sistema educativo deficiente con alimentos sobrecargados en colorantes, asegurando así que en el futuro sean ciudadanos enfermos, asmáticos e hiperactivos.

La legislación panameña establece la obligación de especificar en el envase de los alimentos el tipo de colorantes que se utilizan, pero no así su cantidad. Esto debiera ser una exigencia de las autoridades de salud pública, ya que las últimas investigaciones indican que hay una relación dosis-efecto. En los Estados Unidos, hay cadenas de supermercados como Whole Foods, Trader Joe y Fresh Market donde no se vende ningún alimento que no especifica la cantidad de colorantes en sus etiquetas. Obviamente, existen miles de alimentos procesados en el mercado que no solo contienen colorantes en exceso, sino que además utilizan ocasionalmente y de forma ilegal colorantes ‘no autorizados'. Los dos colorantes más peligrosos son el amarillo ‘mantequilla' (dimetilazobenceno) y el rojo ‘Sudan I', ambos conocidos por sus propiedades cancerígenas y que, a pesar de estar prohibidos, todavía aparecen en lotes de alimentos enlatados importados de países subdesarrollados.

La realidad es que los colorantes pintan la comida y la hacen lucir apetitosa, pero definitivamente no contribuyen en nada a nuestro bienestar. Al contrario, debido a su toxicidad afectan nuestra salud y producen enfermedades que antes ni existían. ¡Ojo, no todo lo que brilla es oro!

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