Así se vivió el emotivo funeral del papa Francisco. El evento reunió a mas de 200.000 personas en la Plaza San Pedro, con la presencia de 130 delegaciones...
- 01/01/2011 01:00
‘Vivimos en un mundo más bien infame, pero hay otro mundo diferente que está latiendo en este mundo y es ese otro mundo que puede ser’. Eso dijo el periodista y escritor uruguayo Eduardo Galeano en la Puerta del Sol de Madrid, cuando acampó junto a miles de jóvenes que protestaban contra la alta tasa de desempleo y contra una forma de hacer política que solo deja dolor y desigualdad.
No fue la única figura reconocida de la cultura que se sumó a esas voces. Allí, en ese espacio que unió la queja, en el lugar del mundo que fuera. La actriz Susan Sarandon lo hizo en Nueva York. La diseñadora Viviene Westwood en Londres. El grupo Calle 13 en Chile. El poeta Javier Sicilia en México.
Los jóvenes fueron los protagonistas del 2011 cuando hicieron sentir una disconformidad que es de muchos.
La postal se repitió, con matices y diferencia de colores, en Túnez, Siria, Egipto, Grecia, Siria, Yemen, Bahrein, Moscú, México, Libia y en decenas de otros países por diversos motivos y circunstancias. Por eso para la revista Time el pesonaje del año que colocó en su mítica portada fue: El Manifestante.
‘¿Hay un momento mundial clave para la frustración? En todos los lugares, parece, la gente dijo ‘basta’’, dijo el director de ‘Time’, Rick Stengel, en un comunicado. ‘Discreparon; pidieron; no se rindieron, incluso cuando las respuestas llegaron en forma de gases lacrimógenos o como una lluvia de balas. Encarnaron literalmente la idea de que la acción individual puede traer el cambio colectivo y colosal’, concluyó.
Y así fue. El manifestante fue el protagonista y, sin dudas, fue el joven el que ayudó a crear la criatura. Claro que no en todos los países las protestas provocaron los cambios deseados, pero cimbraron las estructuras del poder y obligarán a que, tarde o temprano, los dirigentes actuales y especialmente los del futuro se preocupen por resolver los problemas más apremiantes de sus sociedades.
Los jóvenes, luego de la efervescencia, están pensando ahora cómo conseguir que los gobiernos miren la realidad de la frustración y la desigualdad. Debaten, exponen, averiguan, preguntan. Y están seguros que no quedará otra que reconocer la fuerza y el voluntarismo que pondrán en ello. Habrá que saber escuchar.