Huéspedes Inconvenientes

D avid Murcia no es el primer huésped colombiano que ha resultado inconveniente para un gobierno panameño. En mayo del 1984 Jorge Ochoa ...

D avid Murcia no es el primer huésped colombiano que ha resultado inconveniente para un gobierno panameño. En mayo del 1984 Jorge Ochoa y Pablo Escobar, sultanes del Cartel de Medellín, decidieron refugiarse en Panamá, tras el asesinato del ministro de justicia, Rodrigo Lara. De repente Colombia se había vuelto un sitio muy caliente.

Los amos de la droga habían sido socios de los amos de Panamá desde 1976, cuando Omar Torrijos fundó el lavamático panameño bajo la dirección de su protegido Manuel Noriega. Una firma de fachada se arreglaba para cada depósito. Luego el dinero era apartado y depositado en otra cuenta del mismo banco a nombre de otra sociedad de “mentirillas”.

Después era cambiado de banco a nombre de otra corporación falsa. Así daba vueltas de banco a banco hasta que la plata estaba lo suficientemente limpia para ser depositada en Curazao, Nassau o Gran Caimán, en la cuenta de una compañía legítima.

Luego el cartel pagó por el uso de las pistas y pilotos que Noriega empleaba para el tráfico de armas en Centroamérica; y en 1982, por unos módicos cinco millones, estableció un laboratorio para procesar cocaína en Darién. Dos millones fueron a Noriega, otro dos al coronel Julián Melo el encargado. El último millón se repartió entre algunos oficiales de la Guardia Nacional.

En mayo del 1984 Noriega estaba ocupadísimo en robar una elección para Nicky Barletta, pero aceptó ser anfitrión de los capos narcos y de varios pelotones de sus pistoleros. Muy bien, y todos contentos, menos el gobierno colombiano. No era la primera vez que la carrera política de un dictador panameño chocaba con su carrera de empresario criminal. Omar Torrijos tuvo un problema similar en 1971 cuando su hermano “Monchi” fue encausado en Nueva York como conspirador en traficar heroína.

Para ablandar a los colombianos, Noriega mandó tropas a desmantelar el laboratorio y poner preso a los 23 técnicos que trabajaban en él. Esto pasó el 29 de mayo, con los cocaineros refugiados todavía en Panamá. Noriega, por su parte, estaba en Europa. El prefería estar ausente al ordenar algún trabajo sucio.

Ahora Ochoa y Escobar eran los enojados. Decidieron aniquilar a Noriega. La Mossad, el servicio de inteligencia israelí, supo del contrato y avisó al MAN, quien pidió a Fidel Castro hacer las paces.

El arreglo que medió Castro era duro a tragar. El cartel canceló el contrato, pero Noriega tenía que soltar a los técnicos, restaurar el equipo y regresar los cinco millones.

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