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- 07/09/2011 02:00
Antonio ‘Tony’ Domínguez dijo --arqueando las cejas-- que ‘Arnulfo Arias hablaba con los ojos; era intimidante’. Parece que esto nunca fue más cierto que en el golpe de 1951. Testigos y fotos lo prueban. Rubén Nieto Alvarez estuvo allí en la Presidencia, ese 10 de mayo, cuando cayó herido. Ese día perdió el equilibrio y … el trabajo. Pero ni eso lo dejó tan perplejo como el recuerdo de los movimientos de Arnulfo Arias, resistiendo el golpe policiaco: ‘Él te hablaba con los ojos’, susurró Nieto, con cierto aire de asombro.
Para entender lo que ellos hablan, se puede mirar una foto. Es aquella captada en mayo del 51, donde se observa al Dr. Arias caminando hacia su juicio, escoltado por la gendarmería. Con paso seguro, y un libro en las manos, Arias mira y sonríe; su mirada es tan expresiva como la del Cristo Negro de Portobelo que, tres meses antes del golpe, junto con su esposa Ana Matilde Linares, había visitado para tributarle respetos. Muchos han tejido historias fantásticas alrededor de esa mirada de Arnulfo Arias; en una ocasión contó el historiador Germán Alfaro que a Arnulfo se le veía ese 10 de mayo en un sitio, pero al menor parpadeo, desaparecía y era visto en otro sonriendo con ojos muy abiertos.
Arnulfo Arias, ahora encaraba un juicio. El 25 de mayo, fue conducido a la Asamblea Nacional (por entonces localizada en el edificio de la Corte) por el Casco Antiguo. Tres días antes, había desechado un abogado defensor. Su argumento: ‘La Asamblea no actuará en mi caso con criterio jurídico, sino meramente como un Tribunal político’. Arias esperó con paciencia a sus verdugos, a su fiscal pesquisidor. Entonces llegó la hora y seguía desafiante, pero tranquilo y sonriente. Adolfo Benedetti reseña que ‘frente a sus enemigos civiles el Dr. Arnulfo Arias asume la misma actitud altiva y viril que adoptó en el Palacio Presidencial el 10 de mayo’. Prosiguió el juicio y antes de finalizar la sesión, un diputado concedió: ‘Dr. Arias ha oído las acusaciones en este acto… usted tiene derecho a defenderse… ¿desea usted hacer uso de la palabra para defenderse? Y Arias respondió:
--El pueblo es el que tiene la última palabra.
Entonces el diputado Illueca intervino para insistir que se permitiera al Dr. Arias defenderse. El diputado Presidente concedió nuevamente la palabra y Arias exclamó:
--Vox Populi, Vox Dei…
Pero esta vez no se contuvo amplió: ‘En mis veinte años de vida pública, me he dedicado a los intereses de la Patria; he buscado la manera de ayudar a la Patria, con patriotismo, y con el mismo amor que ustedes le tienen. Pero como bien dijo el fiscal acusador, esta Asamblea es política, y me está juzgando políticamente. Yo quiero decir a ustedes, que el pueblo no ha dictado su fallo; él lo dictará a su debido tiempo.’
Arias fue condenado con la ‘inhabilitación perpetua para ejercer cargo público’; abandonó el edificio fuertemente custodiado por la policía, mientras la gente se agolpaba para verlo. El caminaba sonriendo y saludando al gentío. Sabía que su castigo era una medalla. Detenido pareció más peligroso que libre porque desde el calabozo, giró instrucciones para inscribir el nuevo partido. Su nombre: ‘Partido Panameñista’. Pronto emergió una magna convención constitutiva en el Teatro Variedades, frente a la Plaza de Santa Ana. Los copartidarios rugieron la decisión de alcanzar la libertad del Dr. Arias y luchar por la restitución de sus derechos políticos. Arrancaron así, una serie de protestas populares. Y parece que la tenacidad trajo resultados.
Finalmente el milagro se consumó. El Presidente Alcibiades Arosemena (conocido como ‘alci el bueno’), ordenó su excarcelación, a principios de 1952. El regocijo popular, estalló de sobra evidente. Arias había purgado casi un año en la cárcel y ya afuera, se percata directamente de la situación política que vive el país, abocado a un nuevo proceso electoral, carente de garantías mínimas para correr en buena lid. Por ello --después de analizar y sopesar los factores en pugna-- se dirige a la nación, en un memorable discurso, para anunciar la abstención total del Partido Panameñista en las elecciones de ese año, 1952. Arias desapareció parcialmente del mapa político, entregándose de lleno al cultivo de la tierra en la Provincia de Chiriquí, donde clava otro hito verbal, con una de las célebres frases que sus seguidores no dejan de acuñar: ‘Somos la reserva moral de la patria’, dijo en una entrevista a ‘La Hora’, según la versión de Guillermo Endara. Este interpretó que al Panameñismo no se le pudo extinguir, porque su vigencia seguía en la mente y en los corazones de los panameños. Arnulfo esperó su momento. Y ese momento cobró existencia años después. Ya se verá cómo, en cuestión de horas, Arias emergía de las cenizas para reinscribir su partido; alguna vez se vanaglorió de ello presumiendo que, una vez llenada su cuota, incluso, podía ‘prestar’ adherentes a sus aliados.