El auge de la cinematografía panameña, retratos del pueblo

Actualizado
  • 05/11/2020 00:00
Creado
  • 05/11/2020 00:00
La producción de cine nacional ha tenido un mayor crecimiento desde 2014, con la presencia de varias cintas en competiciones internacionales, incluido Hollywood. Sin embargo, los filmes que retratan la historia patria existen desde hace décadas, olvidados fuera de las taquillas convencionales
Con la creación del Festival Internacional del Cine de Panamá, esta industria se integra al circuito internacional.

El cine, como séptimo arte, se ha constituido en la producción de proyectos que realzan la identidad de un pueblo, exponen situaciones más allá de la superficialidad y enfatizan la necesidad de cambio en diversos aspectos de la humanidad en sí, alrededor del mundo. Actualmente es considerado uno de los medios audiovisuales de transmisión de mensajes más efectivo en el globo, sin embargo, sus inicios en el istmo muestran un panorama experimental que buscaba retratar al pueblo panameño desde sus raíces.

Pese a que la primera noción de la cinematografía llegó al istmo en 1897 con la compañía del prestidigitador Balabrega, nombre artístico de John Balabrega Miller, y la invención de Thomas Edison, el vitascopio, no fue sino hasta 1904 cuando las primeras filmaciones se llevaron a cabo dentro de territorio panameño, las cuales se centraban en la construcción del Canal de Panamá a manos de los estadounidenses.

Las imágenes mostraban a los obreros y constructores dentro del canal, a los ingenieros responsables e incluso la llegada de Theodore Roosevelt en 1906, presidente de Estados Unidos en la época; además, de la llegada al poder de William H. Taft, y su visita al istmo junto con los trabajadores antillanos que estaban bajo su cargo, según recopila el medio Ibermedia.

Estos primeros vistazos al cine de la época dejaron sus huellas con las producciones estadounidenses: The flooding an opening of the Panamá Canal (1914), de Eugene H. Hagy y Panamá and the Canal from an Aeroplane (1914), realizado por George F Cosby y M.B. Dudley.

Estas filmaciones se distribuían de forma independiente en el pueblo panameño, a falta de sitios de proyección adecuados hasta 1915 con la creación de la primera sala de cine en el puerto de Colón, el teatro América, y su rol como impulsor del negocio del entretenimiento audiovisual.

El auge de la cinematografía panameña, retratos del pueblo

En las décadas de 1920 y 1930 el camarógrafo panameño José Antonio Sosa y el laboratorista francés John de Pool –en ese entonces contratado por La Estrella de Panamá–, realizan artesanalmente los primeros noticieros panameños que mostraban las fiestas regionales, la cultura nacional y los eventos liderados por figuras políticas. Entre 1940 y 1950, Manuel Ricardo Sánchez Durán rueda noticieros que luego se convierten en la Revista Nacional, producida por John H. Heymann y Jorge Carrasco.

Luego de diversas filmaciones de día a día, llega el primer mediometraje de ficción panameño, Al calor de mi bohío (1946) del cineasta costarricense radicado en Veraguas Carlos Luis Nieto, que cuenta la historia de “una joven campesina que, asombrada por la vida de la ciudad, decide marcharse con su amado a la metrópoli”, según indican los archivos de Cinema 23.

La dicotomía entre lo rural y urbano fue explorada por Nieto, pero fue llevada a la gran pantalla del teatro Presidente por el cineasta ecuatoriano Rosendo Ochoa con su cinta Cuando muere la ilusión (1949) la cual protagonizan los actores Elda de Icaza y Aldo García.

Pese a la gran relevancia de ambos filmes en mostrar los primeros pasos de la producción cinematográfica en un país que no la consideraba un negocio o industria sostenible, estos desaparecieron en la segunda mitad del siglo XX.

La ola de interés por la creación de largometrajes centrados en la historia del país y de las diversas dicotomías presentes en su sociedad, dio paso a la creación del Grupo Experimental de Cine Universitario (GECU) en 1972 de la mano de Enoch Castillero, Luis Franco, Rafael Giraud, Ernesto y Reynaldo Holder, Anselmo Mantovani y Fernando Martínez.

De Castillero se resalta el cortometraje Canto a la patria que ahora nace (1972) que realizó junto a Pedro Rivera y con el que expuso la respuesta de las tropas estadounidenses “ante la petición de un grupo de estudiantes para que la bandera panameña fuera izada en la zona aledaña al Canal”, esto como parte del origen de un cine contestatario en medio de los conflictos socio-políticos entre Panamá y Estados Unidos, según Cinema 23. La línea documentalista se hace el centro del cine realizado en Panamá hasta 1980, siendo la herramienta de los cineastas para contar y denunciar las actividades que se llevan a cabo dentro del país en términos de política y sociedad.

Las cintas panameñas más recientes han sido elogiadas en festivales de cine internacionales y nacionales recibiendo mayor audiencia que antes.

Los filmes El verdadero protagonista (1979) y Aquí hay coraje (1980) de Ernesto Holder, retratan las últimas negociaciones entre Panamá y Estados Unidos, y la solidaridad entre los pueblos latinos en su lucha postcolonial contra el imperialismo, señalando la liberación de la Zona del Canal y el desarrollo social del país como factores determinantes del progreso nacional.

El cine panameño siguió produciendo nuevos brotes durante la década de 1990, sin embargo, en el principio de los años 2000, la cinematografía nacional produjo largometrajes de relevancia documental como One dollar, el precio de la vida (2002) de Héctor Herrera, sobre la violencia en el gueto y Los puños de una nación (2005) de Pituka Ortega Heilbron, retrato del boxeador panameño Roberto 'Mano de piedra' Durán.

En 2012, con la creación del Festival Internacional del Cine de Panamá (IFF Panamá) de la mano de Ortega, el cine panameño se integra al circuito internacional aumentando su calidad de producción y espectadores anuales.

En 2014, con el éxito del filme Historias del Canal de los cineastas Pinky Mon, Luis Franco Brantley, Carolina Borrero, Pituka Ortega Heilbron y Abner Benaim, se presentan cinco cortometrajes distintos, ubicados entre 1913 y 2013, pero con la visión del impacto del Canal de Panamá en cada una.

Diversos títulos como Más que hermanos (2017, Arianne Benedetti), Yo no me llamo Rubén Blades (2018, Abner Benaim) o la más reciente Operación Causa Justa (2019, Luis Pacheco y Luis Franco) han liderado el auge de la cinematografía panameña en los últimos años, creando una mayor participación de la población nacional en las salas de cine y cimentando una mejor reputación de creación de contenido fílmicos que la de sus inicios en la década de 1940.

Panamá se posiciona como una cuna del cine en Centroamérica, produciendo cintas que abordan la realidad de nuestra región, así como las experiencias que se viven dentro del istmo, siendo un lugar que admite, en la actualidad, al séptimo arte como una industria en expansión que aporta a la educación e ingreso económico del país.

Por muchos años Panamá se ha enfocado en la narrativa documental, mezclandola con ficción histórica y cultural.

El toque de los cineastas panameños ha promovido un crecimiento sin precedentes en la historia de nuestra cinematografía, lo que habla de un país incansable por aumentar el amor hacia este arte y la riqueza de historias que quedan por contar.

Lo Nuevo
comments powered by Disqus