'Ya no estoy aquí', la violencia de México colmada por música y danza colombiana

Actualizado
  • 11/06/2020 00:00
Creado
  • 11/06/2020 00:00
El nuevo largometraje del director mexicano Fernando Frías De La Parra narra la historia de un joven marginado, refugiado en las cumbias, que trata evitar la violencia antinarcotráfico en un momento de incertidumbre que lo conduce a una nueva e indeseada vida en Estados Unidos

El segundo largometraje de Fernando Frías De La Parra, Ya no estoy aquí, llegó a la cartelera de Netflix con sabor latino capturando las polémicas que vive un joven mexicano en las calles de Nueva York, tras ser obligado a emigrar por problemas ajenos a su control. Ulises, interpretado por Juan Daniel 'Derek' García, vive en Monterrey con su familia y amigos; es el líder de una pandilla que se dedica a pasar el tiempo en la calle y a bailar cumbias colombianas en fiestas comunales.

El debutante Juan Daniel García transmite el dolor de su personaje Ulises, a través de miradas y escenas llenas de añoranza.

La cinta se desarrolla a principios de 2010 en Monterrey, donde el clímax de la violencia se hace notar en Nuevo León ocasionando muertes, arrestos e inseguridad social. Es en este entorno en el que Ulises se ve obligado a partir de su tierra natal hacia Estados Unidos, luego de un malentendido con una pandilla rival en su comunidad. De La Parra plasma, a través del viaje de Ulises, el choque contracultural denominado 'Kolombia' que surgió hace algunos años en Monterrey, y la realidad a la que es arrojado con las pocas habilidades sociales que posee.

El actor debutante Juan Daniel García lleva en su espalda la vida de Ulises, quien es testarudo, muy reservado y debe afrontar los retos de su nueva vida que se añaden a sus conflictos internos. Cabe decir que el personaje no es alguien con quien nos relacionaríamos fácilmente en la vida real, y quizá sea por su representación casi perfecta de los jóvenes marginados de la sociedad latinoamericana; sin embargo, García nos lleva a conocer lo que hay debajo de las ropas holgadas y el cabello extravagante de su contraparte en la pantalla, enseñándonos su lado humano y con el que el espectador puede empatizar.

En el ámbito histórico-político, De La Parra nos sumerge en el trasfondo de lo que realmente significó la guerra contra el narcotráfico y las pandillas en México, bajo el mando del expresidente Felipe Calderón (2006-2012), de quien se pueden oír diversos comunicados oficiales reales durante la película. Esta problemática entre gobierno y comunidades marginadas hace eco en la actuación de los amigos de Ulises (todos protagonizados por jóvenes que no son actores profesionales), lo que añade realismo, emoción y autenticidad a la historia.

Desde su llegada a Netflix, la cinta ha recibido incontables elogios de los espectadores y la crítica, llegando a obtener una calificación perfecta (100%) en el sitio web especializado Tomatazos, además de obtener aplausos del reconocido director Guillermo Del Toro: “Con el mundo en donde está, este espléndido filme me hizo eco, me emocionó, me sacudió, me hizo pensar y me provocó profunda admiración y respeto”, comentó en su cuenta de Twitter.

La ambiciosa cinta se ubica entre México y Jackson Heights, un barrio en Queens (Nueva York). Allí entre el gentío, Ulises conoce a Lin (interpretada por Angelina Chen), una joven asiática que le brinda su apoyo y amistad durante gran parte de la cinta, sin embargo, como otros personajes en la trama, ella representa aquella frustración del joven por no poder hablar inglés, verse alejado de su familia y luchar por no perder su identidad en medio de un entorno hostil y diferente.

Pese a que algunos niegan que la subcultura 'Kolombia' haya existido en Nuevo León, De La Parra defiende la cinta que presenta la “lucha contra los prejuicios”.

Acompañado siempre por un reproductor mp3 –que podría ser sacado de los inicios de 2000–, Ulises deambula por Nueva York con sus cumbias, llamadas 'Kolombianas', recordando lo que dejó atrás al huir de la violencia mental, emocional y física de los barrios en Monterrey, inundados por rivalidades entre carteles y la incertidumbre de si amanecería vivo al siguiente día. De La Parra amplió el universo reducido de cultura mexicana que se conoce en la industria cinematográfica, entregando un nuevo punto de vista desde la realidad de miles de familias en Nuevo León.

La película retrata los sinsabores de alejarse de la tierra natal a una totalmente distinta, además de dar a entender que no todas las personas que están “del otro lado” quieren estarlo, sino que sufren la dolorosa lejanía, la añoranza del hogar y el regreso a este cuando ya es irreconocible. La integración de la cumbia rebajada –como se especifica en el filme– incluye a leyendas colombianas como Policarpo Calle, Lizandro Meza, José María Peñaranda, entre otros, que con sus canciones logran tintar de emociones cada escena, siendo un segundo protagonista omnisciente que relata el viaje entre ambas culturas y siendo un acompañante inseparable de Ulises.

En Ya no estoy aquí las heridas que dejó el movimiento militarizado del expresidente mexicano se ven frescas en la familias retratadas, en sus conversaciones, miradas, e incluso en las escenas de televisión que aparecen esporádicamente, enlazando la vida de Ulises con la de cientos de jóvenes olvidados y alejados de recursos que les ayudarían a dejar la vida de pandillas y aspirar a mucho más en un futuro.

De La Parra ha presentado esta película desde 2017 cuando comenzó a concursar en algunos de los mejores premios de cine de Latinoamérica. Ya no estoy aquí logró obtener galardones como el Ojo a Largometraje Mexicano y el Premio del Público a Largometraje Mexicano en la reciente edición del Festival Internacional de Cine de Morelia, además de la Pirámide de Oro, el premio más importante del Festival Internacional de Cine de El Cairo, en noviembre de 2019.

Podríamos desglosar cada pequeño detalle de la película –que los hay por montones–, sin embargo, la belleza de este largometraje reside en que cada espectador pueda recibir un mensaje intrincado y profundo, aunque la trama se mantiene estable en medio de sus puntos de quiebre con muertes o golpizas. Durante su hora y 52 minutos el arrastre entre las lomas polvorientas de Nuevo León y el ruidoso Metro de Nueva York, podemos sentir que invadimos la vida de Ulises y sus amigos, tal vez queriendo detener algunas acciones o dando marcha atrás al reloj al momento en el que este se dirige a Estados Unidos, pero todo está escrito y así es como también lo siente el líder de Los Terkos.

'Ya no estoy aquí', la violencia de México colmada por música y danza colombiana

Lo que hace especial la cinta es su capacidad de transmitir un sentimiento mutuo entre diversos países latinoamericanos, puesto que la historia que vive Ulises ha sido repetida por muchas generaciones tanto en México como en otras naciones (incluso Panamá podría verse reflejada en alguna de las aristas de confrontación social), por lo que el espectador, independientemente de su nacionalidad, puede comprender y empatizar con los personajes, llevando en sí su identidad; y ver más allá de una gran producción, la esencia y la representación de la música como el escape lleno de alivio en el que se refugian aquellos que viven en medio de un caos que podría no terminar nunca.

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