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Erica Vera: 'Necesitamos deconstruir la imagen de la mujer latinoamericana'
- 26/01/2022 00:00
- 26/01/2022 00:00
Risueña y optimista se muestra Erica Vera (Merlo, Buenos Aires) en una conversación con La Estrella de Panamá desde su residencia en Argentina. La escritora, docente y bloguera comenzó su travesía por las letras asistiendo a un taller literario en Zona Oeste en 2016, donde comenzó a escribir historias que luego se convirtieron en su primer libro de cuentos cortos, 'Historias de acá y de allá' (Utopía, 2016).
“Las historias salieron de mí como si las hubiera conocido de siempre”, comentó Vera, “y aquello que yo sentí con las letras de Florencia Bonelli fue lo que me hizo pensar que también quería hacerlo sentir, contarme bien”. Su segundo libro de cuentos, Un árbol solo (Autores de Argentina, 2017) también reflejó su intención de provocar nuevas sensaciones a los lectores de su región. Así, en un camino de hormiga, fue participando de conversatorios, talleres, antologías de lecturas colectivas, entre otros espacios donde pudo ser voz de enseñanza para otros escritores en el sector literario argentino.
Apasionada por el turismo, la exploración de la feminidad y las novelas románticas, Vera publicó su primera novela Mariposas en tu piel (Severled Ediciones, 2018), seguida por sus libros Cuando sonríes (Selecta 2020) y Flores amarillas (Selecta, 2019), donde explora temáticas dentro del compromiso, el amor, la responsabilidad y el valor humano. Ahora, con su nueva obra, En tus ojos me vi (VR Editoras, 2022), Vera hace un giro inesperado en su línea narrativa, dando un vistazo a nuevos personajes que tendrán que descubrir su camino mientras destruyen estructuras de contención cultural y familiar.
Vera, quien también dirige un círculo de lectura, La Pluma, en su país, comentó a este diario que si bien la historia puede parecer “un romance más”, es el desenlace de años de pensamientos y experiencias que ha vivido en su propia piel. Gabriela, la protagonista —y bien, un posible alter ego de Vera— toma decisiones arriesgadas, abandona preceptos de su propia familia y sale en busca de un nuevo camino.
Cuando comencé a escribir En tus ojos me vi tenía alrededor de 33 años (ahora tengo 35), y me encontraba en esa etapa en la que la generación mayor empieza a preguntar “¿Para cuándo la boda? ¿Para cuándo los hijos? ¿Qué vas a hacer con tu carrera?”, eso me hacía sentir que había una lista de “requisitos” y “logros” que tenía que cumplir a los ojos de los demás en mi familia. Eso me hizo pensar en qué sucede cuando decides tirarlo todo por la borda, cuando tomas una posición y dices “no quiero hacer esto, porque no es para mí” y simplemente te alejas. De ahí nació la historia de Gabriela, quien es esa parte aventurera, con inseguridades que debe superar, pero sobre todo honesta consigo misma.
La verdad eso es más por mí que por lo que le sucede a Gabriela. Siempre ha sido mi sueño hacer un viaje de mochilera desde Argentina hasta Venezuela, y pasar por todos los lugares icónicos de la región sudamericana y Machu Picchu es la meca a la que todo latino debe ir en algún momento. Machu Picchu representa ese orgullo de nuestra latinidad, nuestra historia de hace miles de años, una de las muchas raíces de nuestros pueblos y lenguas, por eso fue ahí donde decidí ubicar a Gabriela para que abra los ojos por primera vez y vuelva a respirar.
Hay un velo de misterio en las decisiones de Gabriela, pero es porque está impulsada por algo más que simplemente huir de una vida predeterminada, también está enfrentando lo que ha conocido desde siempre. Es una forma de valentía decidir salir de aquello que consideras que es lo correcto y lo que se espera de ti, para tomar un camino completamente diferente que puede llevarte a ser feliz. Mientras pensamos y analizamos las situaciones vamos a seguir una línea de “¿Y qué tal si...?”, pero cuando tomamos la decisión no hay vuelta atrás, y eso es lo que Gabriela descubrió; pero entonces llega el momento de hacerse cargo de esas decisiones. Su momento llega cuando, aún sin saber las respuestas, decide no quedarse con la duda de si puede cambiar.
Gabriela fue el punto de partida para todo, ella nació de mi inquietud ante la expectativa de que la mujer debe cumplir ciertos requisitos sociales para ser considerada valiosa –algo que aún sucede en Latinoamérica–, aunque sean ítems (como en una lista de supermercado) que realmente no sabemos si queremos o si son las mejores para nosotras. De esa interrogante, decidí que sería una mujer joven, pero cercana a la etapa de “juicio” que mencioné antes. Su realidad es la de muchas, un pensamiento de responsabilidad familiar impuesto y transmitido por sus padres, tíos y tías, abuelas, que va mutando a medida que conocemos más sobre quiénes somos y quiénes queremos ser.
Luego está Laura, su mejor amiga y quien actúa como su conciencia. Soy hija única y mis amigos se han vuelto mis hermanos, y considero que los amigos son claves importantes para contar una historia, por lo que detallé mucho a Laura; ella representa una roca, un punto de apoyo y de confrontación para Gabriela, como siento que muchos tenemos en nuestra vida y que nos ayudan a atravesar los caminos de transformación y autodescubrimiento que son dolorosos, pero necesarios. En sí, todos los personajes que pasan por la historia de Gabriela, ayudan a forjarla, a crear la persona que es al final, muy diferente a quien era al principio, tal como es la vida.
Siento que primeramente da un mensaje claro: Nada está escrito en piedra. Como latinas, estamos atravesando un proceso muy interesante en los diversos países, porque estamos aprendiendo a desapegarnos de preceptos arcaicos y de prejuicios inmovilizadores. Nuestra generación está siendo el túnel entre el pasado y el futuro de las mujeres latinas, donde estamos aprendiendo a deconstruir las tradiciones que no nos benefician y tomando un pensamiento mucho más abierto. Necesitamos deconstruir la imagen de la mujer latinoamericana como una simple ejecutora de tareas. Las novelas sirven para dar un empujoncito fuera del molde a aquellas mujeres que se sienten atrapadas y que han cumplido cada cajita de la lista, pero sin encontrar felicidad en donde están. Verse en los ojos de otra personas –aun a través de los libros– puede ser lo único que necesita una persona para tomar un rumbo diferente y buscar su propia llenura y felicidad.
Espero que se vean reflejados en los ojos de Gabriela, Laura, Sergio y muchos otros personajes que buscan ser ese espejo de personas que vemos –o somos– a diario, y les hagan sentirse escuchados. Quisiera que lo leyeran no como una novela romántica, sino como un testimonio de que sí es posible cambiar de rumbo, que es posible soltar la mochila llena de responsabilidades y percepciones que no nos corresponden, y que aunque es difícil vernos a los ojos a nosotros mismos, ese dolor se va a transformar en amor propio y nos ayudará a ser más felices y mejores.
(suspira) Eso es un tema muy profundo, y me gustaría que hubiera una respuesta universal, pero no la hay, porque ninguna mujer es igual a otra. Y si bien podemos ser líderes en nuestras familias, también sufrimos al salir al resto del mundo y encontrarnos con la gran dificultad de la desigualdad de género que se vive fuertemente desde hace generaciones en nuestra región. Lo que somos en casa no necesariamente se traducirá en lo que somos fuera de ella. Lo que iniciaron las mujeres en el pasado, se debe seguir afianzando aunque sea difícil en nuestras sociedades. Me alegra que las más jóvenes hayan tomado un papel proactivo en este cambio generacional. Poco a poco vamos viendo un mayor movimiento hacia un cumplimiento de derechos humanos, y eso también ayuda a estar conectados unos con otros, hombre y mujer, como humanos en un mismo entorno.