Decenas de famosos alabaron este lunes el estilo de los dandis negros y lucieron conjuntos de sastrería extravagantes en su honor en el preludio de la...
- 06/05/2023 00:00

Todo lo que una persona haga en las redes sociales deja huella y queda alojado en algún servidor ¿Alguna vez ha pensado que ese rastro puede ser la comidilla para sociópatas y psicópatas que viven o se alimentan de la exhibición aguda de otros?
¿Cuán seguras y bloqueadas están sus redes? ¿Cuánto de su vida personal expone? Le cuento: ahora está de moda que en Instagram se hagan sesiones de preguntas, las cuales van desde “inocentes” (muy raras) hasta íntimas. Lo más sorprendente es que hay quienes, por estar en la ola de esta tendencia, responden todo sin pensar en las consecuencias que esto pueda generar.
Hay personas que postean su vida privada y ven como “normal”, para usar la expresión de los jóvenes, que un perfecto desconocido sepa qué comida ingirió, si fue al gimnasio y qué rutina hizo, a dónde fue con los niños, qué regalo le mandó x marca, con quién sale, cómo se ve con x ropa o zapato y hasta llegan al extremo de preguntar en redes ¿dónde me aconsejan comer? Sin saber que están dando su ubicación en tiempo real para posibles acosos, robos o secuestros express.
Esta exhibición aguda se ha convertido en una enfermedad que deja consecuencias graves, desde rupturas de amistades y matrimonios, bullying, órdenes de restricciones por acosos psicológicos o sexuales, descuidos a la pareja o hijos y hasta suicidios. Todo por no saber poner un límite.
Psicólogos de todo el mundo están estudiando con más cuidado el hecho de que un adulto, joven o niño cuya conducta no tenía problemas, se transforma en un adicto a las redes sociales, a los likes y al porcentaje de followers que suben o bajan de su cuenta.
Le comparto algo interesante, amigo lector. Una vez le preguntaron a Steve Jobs, por qué sus teléfonos tenían pantallas negras, a lo que respondió: “porque ahí se refleja el lado oscuro de tus acciones y pensamientos”.
Medite esto: Cada like que dé, cada post que haga, cada información que comparta, cada comentario que deje, la gente no solo estará pendiente de ellos, sino que, además, habla muchísimo de su personalidad y existen algoritmos que segmentan y analizan toda esa información para otros, es por ello que de repente ve en su muro algún anuncio relacionado con sus gustos, hobbies, estudios y estilo de vida. En resumen, su vida es un producto más para vender del cual no tiene ganancia alguna.
Tras la pandemia, estas situaciones se han triplicado, pues el mundo es más codependiente de la tecnología sin acordarse de que lo que sucede en todas las pantallas, por lo regular y en la mayoría de los casos, suele ser producto de guiones milimétricamente pensados para hacernos creer que es verdad.
Hay tres preguntas que debería plantearse antes de publicar algo: ¿Se sentiría cómodo si su jefe, director de escuela, amigos o familiares ven lo que postea?, ¿la información que comparte puede ser usada en su contra?, ¿hacerlo le trae algún beneficio productivo?
Es difícil no comparar nuestras vidas con las de otros y para muchos, las redes sociales rápidamente se convierten en un espectáculo, un lugar para que parezca que su vida es más emocionante que la del resto. Esto se puede convertir en una necesidad desmedida para alimentar lo superficial y embellecer la realidad, es decir, lo que hacen en muchos casos es una forma sutil, pero poderosa de mentir.
Cuando mentimos se debilita nuestro verdadero sentido de identidad y pertenencia. Esas son las dos cosas más importantes que algunos cibernautas están buscando. Al enfocarse en crear fantasía, en vez de asumir lo que es.
La sexualidad recién descubierta de los adolescentes puede usarse para lograr atención e incluso para manipular. Las redes sociales dan la falsa sensación de tener poder.
Muchos jóvenes quieren ser la nueva sensación del internet o ganar dinero a cántaros. Por desgracia, para eso han de hacer algo extremista y hacen cosas físicamente peligrosas o humillantes. No solo pueden sufrir heridas o incluso la muerte, sino que no están preparados para las consecuencias de sus actos.
Por desgracia, no se trata solo de un problema en adolescentes, sino que es un problema global. Somos nosotros en gran medida, con nuestras cámaras y hambre de atención, los que provocamos muchos males.
Siempre que alguien publique algo en redes, habrá quien lo comparta, comente o use sin pensar en las consecuencias. Recuerde esto, hay tiburones en el mar digital que esperan y huelen la sangre del que sufre.
Así como existen adicciones al alcohol, drogas, apuestas, adrenalina o sexo, también hay adicciones al mundo digital y estas pueden segmentarse en miles de variantes más; incluso, conozco gente que tiene una doble vida en redes y navegan en la parte oscura de ellas sin que nadie se entere.
¿Alguna vez se ha preguntado si su hijo, amigo o pareja tiene una cuenta en las redes sociales de la cual usted ni se imagina que existe?
Recuerde, si el contenido es el rey, la conversación es la reina. Cierro con este pensamiento, amigo lector: Viva su vida digital como si su madre estuviera mirando, porque probablemente lo esté haciendo.