Nyra Soberón Torchía : 'Hacen faltan más dramaturgas'

Actualizado
  • 17/03/2020 06:00
Creado
  • 17/03/2020 06:00
Una de las fundadoras de Mente Pública recomienda a los guionistas contar historias con rigor e investigación. También destaca la importancia de vivir el personaje sobre las tablas

La actriz panameña Nyra Soberón Torchía, con más de 30 años de experiencia en las artes escénicas, subraya que el teatro necesita más dramaturgas que escriban historias “desde un enfoque totalmente diferente”. Y sobre las historias ya plasmadas en las artes escénicas, Soberón recomienda “prestar más atención, porque hay más historia allá afuera que no se está contando”.

Según la actriz y guionista, para plasmar una historia se debe “investigar, conocer, saber, entender, observar, para luego sentarte, crear y producir en el formato que tú quieras”.

La también fundadora de Mente Pública recalcó durante una conversación con MIA Voces Activas, que las historias deben estar en contacto con la realidad, pero sin caer en la superficialidad ni la burla. “Nos hace falta mucho rigor, atrevernos a mirar nuestro pasado, buscar nuestros referentes...”, advirtió.

¿Dónde realizó sus estudios?

Estudié historia del arte en Sofía, Bulgaria. Tenía ese deseo de contar historias que me encaminó hacia las artes escénicas. Mis juegos de niña siempre fueron interpretando a la gente que veía en la calle o que llegaba a la casa. La primera obra en la que participé fue cuando estaba en primer grado, tenía seis años. Formalmente en el teatro de títeres y teatros de muñecos.

¿Tiene algún modelo a seguir?

Yo vengo de una generación en la que teníamos la convicción de que las artes escénicas debían jugar un rol muy importante en el desarrollo de la sociedad. En ese momento había algunos autores pensadores de las artes escénicas que lanzaban pensamientos muy importantes. Por ejemplo, Santiago García y Enrique Buenaventura fueron un modelo a seguir por todo el potencial que vieron en las artes escénicas para lograr el pensamiento del desarrollo humano.

Leí que una de las “obsesiones productivas que a usted le gusta hacer es leer y pintar”, ¿qué otras actividades le apasionan?

Lo que pasa es que yo no lo veo como una actividad, en el caso de leer, por ejemplo, sino como una necesidad de saber, de entender un mundo a través de la literatura; si me preguntas, si me gusta un género puntual, te diría que el cuento, la novela. Creo que también el cine, la imagen en movimiento me encanta.

Juan (su hijo) me comentaba que usted escribía, ¿ha publicado algún cuento?

(Sonríe). En algún momento de mi vida me dijeron la escribana, porque siempre escribo y escribo proyectos, es una pasión, me gusta escribir. Hace unos seis años escribí poemas, nunca pensé en hacerlo, digo yo, no estoy segura, si lo son o no, pero ahí también va inmersa la necesidad de contar, de decir lo que siento todos los días. También me dio por escribir canciones, lo que pasa es que no he publicado nada, todavía no me he atrevido, ¡cuidado algún día me ven cantando, o recitando mis poemas!

“A mí me cuesta hablar”, dijo Nyra Soberón durante un conversatorio, ¿cuáles son esos permisos necesarios que usted utiliza cuando actúa?

Realmente me involucro en la historia, desde el momento en que salgo a escena Nyra no está, Nyra se pierde y está en el personaje en una total y absoluta entrega.

Usted “suele enamorarse de los personajes”, ¿con cuál se ha enamorado más?

Hace mucho tiempo hacía una obra de teatro que tenía tres papeles grandes y un papel pequeñito, era un niño. El niño molestaba al novio de la novia. A mí me tocaba ese papel en la obra. Yo no sé qué hice, lo que sí sé es que mi mamá y mi papá estaban vivos. Y mi mamá le pregunta a mi papá viendo el programa : '¿Quién es ese niño?'. Y mi papá le dice: Isabel, por favor, esa es tu hija. Mi mamá no creía que era yo, porque era un niño. ¿Y sabes de quién me alimenté?, de mis dos hijos, de Juan Manuel y Rebeca. Me encantó hacer el papel y la gente habla de los papeles grandes. Ese es el papel que me hizo volar.

El año pasado presentó la obra 'Refistulero o el mito de la rambulería istmeña', ¿cómo describiría la gestualidad del panameño?

La expresión gestual del panameño es uno de los tesoros más grande y tiene un potencial muy grande. Lamentablemente la gente cree que cuando hablamos de refistulería, rambulería, nos estábamos refiriendo a una clase social y a un panameño en especial, no, la refistulería y la rambulería ya es algo cultural y de un pensamiento, y eso no tiene clase social, porque cuando otra clase social te responde de la misma manera, es una cuestión cultural. Lo veo como un tesoro, a mí me encantaría convertirlo en un vocabulario escénico con el cual los actores y los bailarines pudieran trabajar siempre, una clase de lenguaje escénico sobre la refistulería panameña.

¿Cómo ve la equidad de género en el mundo del teatro?

Te diría que hacen falta más dramaturgas, más mujeres que escriban de teatro. Probablemente muchas de las historias que no se están contando ahora, serán contadas por mujeres que se atrevan a escribir desde un enfoque totalmente diferente.

¿Cuáles serían los retos que tiene el teatro panameño?

Deben prestar más atención porque hay historia allá afuera que no se está contando, hay muchos personajes de donde partir, y creo que esto está faltando. No digo que nunca se ha hecho, pero quizá no con la frecuencia y con el rigor que hay que trabajar un texto de dramaturgia, que implica investigar, conocer, saber, entender, observar, para luego sentarte y crear y producir.

¿Y qué historias no se están contando que usted considera que se deberían difundir en las piezas?

Mira, por ejemplo, tú puedes contar en la historia de una mujer panameña, las dificultades que tiene en el tema laboral. ¿Por qué hay que ser riguroso? Porque las dificultades que tiene una mujer en Colombia, en Costa Rica, en Asia, o en África no son las mismas que tiene la mujer panameña. Lo que nos pasa a nosotras puntualmente no es lo mismo que al resto, porque la cultura es diferente, las legislaciones son diferentes. No es lo mismo haber sido sometido a un estado de violencia doméstica en Panamá, que alguien que vive en África, o alguien que vive en Japón. Culturalmente eso te va a dar un tono diferente. Hay historias que se repiten y se repiten. Eso quiere decir que hay personas haciendo películas de lo mismo siempre, eso lo que significa es que estoy viendo lo general y no estoy concentrado en las cosas importantes que hay que contar.

¿Cómo hacer que el teatro sea más accesible a todos?

Primero, el Estado y la empresa privada podrían lanzar un tipo de fondo para las artes escénicas. Que los montajes que se realicen bajo ciertos parámetros se puedan presentar en cualquier lugar. Lo que pasa es que no hay salas. El teatrista también tiene que estar consciente de que puede crear otro tipo de alternativa. Creo que el teatrista también puede trabajar desde allí que no toda la riqueza escénica se tiene que dar desde una sala con todas las condiciones, sino que también en la escuela en el parque. Creo que es un compromiso de varias partes.

Penonomé se convirtió en la capital del cine pobre Panalandia. Para usted, ¿cuál fue la mejor película?

Creo que ese es un tema del jurado, y prefiero que te quedes con los premios. Pero sí te puedo decir que fue lo mejor que pasó en Panalandia. La cosa más linda fue ver a familias enteras de penonomeños –desde la abuela hasta el niño– sentarse a ver dos horas de programación, de ver las películas y ver cine panameño.

¿Qué nuevos proyectos tiene Mente Pública?

Estamos viendo que en el próximo Panalandia hay que fortalecer a los jóvenes creadores. Estamos por repetir la experiencia de las becas de talleres de investigación y formar aquellos jóvenes para que cuenten esas historias que hacen falta.

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