El hostal donde convives con gatos

PANAMÁ. Es Isla Colón, en Bocas del Toro. Es la hora pico en el resto del país, pero acá el tiempo se divide en mañana, tarde y noche; y...

PANAMÁ. Es Isla Colón, en Bocas del Toro. Es la hora pico en el resto del país, pero acá el tiempo se divide en mañana, tarde y noche; y ninguna se estresa con lo cotidiano. Una pareja de mochileros camina en medio de la calle segunda y al llegar a la esquina con la ‘D’, miran hacia un letrero y confirman con un papel que están en el lugar que buscan: ‘Hostal Hansi’.

Entran los dos al portal, entra un gato amarillo. Se abre la puerta principal, los sigue el mismo gato. Aparece otro gato, viene del patio con su vestido de noche y también entra. Pasan los minutos y no pasa nada. Pasa media hora y nadie saca a los animales del hostal.

Las sombras comienzan su reinado y los gatos siguen adentro. O por lo menos no hay señales de que algún humano los haya espantado. Dos felinos más merodean la casa de dos pisos de madera y como si los hubiesen llamado, salen de una ventana y de un balcón los que antes habían escoltado a los huéspedes.

Más tarde, cuando la gente se ríe sin chistes en la calle y los botes sólo ofrecen paseos al bar de la isla de enfrente, regresan los habitantes más elásticos y peludos del hostal: Caramelo, la melcocha cariñosa del lugar; Mini me (como el de la película del espía estrambótico), el más pequeño y Robin, el jefe. Nadie los recibe, pero las bolitas de comida en los platos redondos y el agua, limpia y fresca, son suficiente señal de bienvenida.

CASI UNA DÉCADA FELINA

El Hostal Hansi se inauguró hace 8 años y desde entonces, han vivido, pernoctado o alimentado incontables gatos, y hasta hubo uno, muy especial, que tenía vocación de recepcionista. Allí las mascotas y sus eventuales invitados de la misma especie, conviven con los huéspedes y escogen a Mohamed Mondul y a su esposa, Hansi, como sus humanos. ‘Ellos te adoptan a ti, tú no los adoptas a ellos’, asegura Mohamed en medio de una sonrisa.

Mohamed habla de ellos, de sus costumbres y de sus necesidades como de las suyas propias por tanto tenerlos cerca. Sus tres gatos no son los primeros, ni los únicos por los que vela. En la isla no hay muchos felinos, pero si alguno necesita ayuda o le apetece comida, puede pasar por la casa de la esquina de la calle segunda y la ‘D’ y sentirse como en su casa.

‘Primero, son necesarios por el problema de la basura en la isla y segundo, porque tienen derecho a un espacio en el mundo’, así explica sus motivaciones para darles paso expedito a los gatos en su hostal. Aunque cuenta que han tenido uno que otro problema con los turistas que se alojan con ellos, pero muy pocos. Algunos por alergias y otros por fobias, pero según él la gran mayoría de sus clientes comparten su filosofía de amor hacia los animales.

Y los felinos han sabido retribuírselo, a su propia manera. Un día cualquiera, Caramelo, Mini me o Robin, llegan con un ave o un ratoncito para Hansi y Mohamed. Llegan sigilosos como siempre, pero con obsequios que exhiben en el lugar más público del hostal al que puedan tener acceso. ‘Es puro deporte, su naturaleza’, dice convencido el aludido.

En esta isla del archipiélago de Bocas del Toro no hay clínica veterinaria, pero hay un médico que viene desde tierra firme dos veces a la semana o cuando se presentan emergencias. Los locales llaman y él acude a curar, vendar, puyar, operar o recetar lo que necesiten las mascotas o los criollos callejeros de los que alguien se apiade.

RESPONSABILIDAD ANTE TODO

Mohamed es consciente de que los animales no sólo son lindos, cariñosos y hasta útiles, sino que también sabe muy bien que hay que ser responsables con ellos. En especial, como él mismo explica, cuando se trata de higiene y salud. Él explica que son precavidos y aseados; procuran mantener limpia la caja de arena y lavarse las manos antes de comer.

Una de las preocupaciones más comunes acerca de los gatos, reside en la creencia infundada de que son los únicos y más poderosos focos de toxoplasmosis. Pero la verdad es que hay muchas otras formas de padecer esta enfermedad y es más probable adquirirla por alimentos mal procesados que a través de los felinos.

Llegó la media mañana de un nuevo día y algunos de los huéspedes más dormilones del Hostal Hansi desayunan en el comedor común mientras Mini me duerme la siesta y Caramelo espera pacientemente que la mucama se descuide para entrar en una de las habitaciones vacías. Parece que él sabe que esos son los únicos rincones prohibidos para su especie.

No hay señal de Robin, pero nadie se alarma porque ellos son así, vienen y van, como los describe Mohamed: ‘Ellos vienen porque quieren quedarse y se van porque quieren irse, es así’.

Un gato bien cuidado y amado, puede vivir hasta veinte años. Y en Isla Colón, en la esquina de la calle segunda y la ‘D’, en la casa de dos pisos llena de letreros con siluetas felinas en la entrada, el Hostal Hansi, siempre los recibirán con una sonrisa, whyskas y la oportunidad de caricias con estilos de todo el mundo.

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