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- 02/03/2010 01:00
Más allá de la educación tradicional, es decir, del simple hecho de impartir un conocimiento, la educación ambiental relaciona al hombre con su ambiente, con su entorno y busca un cambio de actitud, una toma de conciencia sobre la importancia de conservar para el futuro y para mejorar nuestra calidad de vida.
La adopción de una actitud consciente ante el medio que nos rodea, y del cual formamos parte indisoluble, depende en gran medida de la enseñanza y la educación de la niñez y la juventud. Por esta razón, corresponde a la pedagogía y a la escuela desempeñar un papel fundamental en este proceso.
En su definición sobre Educación Ambiental, las Naciones Unidas nos indica que ésta tiene como objetivos la formación de los individuos para conocer y reconocer las interacciones entre lo que hay de natural y de social en su entorno para estimular su actuación en ese ámbito.
Pero se comprende que este esfuerzo se hace, sin imprimir en sus actividades orientaciones que pongan en grave deterioro el equilibrio que los procesos naturales han desarrollado y que hacen posible la existencia de una calidad ambiental idónea para el desarrollo de la vida humana.
Es necesario abordar los temas del medio ambiente con la seriedad necesaria para poder revertir los hábitos que causaron daños a nuestro planeta. Es necesario incorporar la idea que con el correr del tiempo y manteniendo comportamientos perjudiciales hacia el ambiente se pierde la oportunidad de tener una mejor calidad de vida y por tanto se deteriora nuestro planeta y a los seres que habitan en él.
Es evidente la necesidad de sensibilización desde cada uno de nosotros, para repensar en qué valores y actitudes, se basa el cambio cultural que debemos asumir, con respecto a las problemáticas ambientales.
La educación ambiental es un proceso educativo, integral e interdisciplinario que considera al ambiente como un todo y que busca involucrar a la población en general en la identificación y resolución de problemas a través de la adquisición de conocimientos, valores, actitudes y habilidades, la toma de decisiones y la participación activa y organizada.
La formación y el desarrollo de hábitos correctos en los estudiantes, en lo concerniente a la protección del medio ambiente en la escuela y sus alrededores, contribuyen a vincular la teoría con la práctica y a familiarizarlos con estas tareas y exigencias a escala local.
Debemos entonces concretar qué relaciones, interacciones, resultados o consecuencias nos interesa descubrir y posteriormente comunicar.
Desde el Estado es necesaria la incorporación con carácter obligatorio de la materia educación ambiental como eje transversal en la trasferencia de conocimiento en favor de las generaciones futuras en todos los sectores de la educación.
Esta educación debe trascender del ámbito formal de la educación tradicional, no circunscribiéndose únicamente a los centros educativos, sino empleándose, también, en el ámbito laboral, en la empresa o el centro de trabajo, siendo éste un excelente vehículo para comunicar valores a favor del ambiente, para relacionarlo con las características productivas.
Por otra parte, el desarrollo eficaz de la educación ambiental demanda el pleno aprovechamiento de todos los medios públicos y privados de que la sociedad disponga, a través de diferentes sistemas y subsistemas de aplicación, vinculándose con la legislación, las políticas, los planes y programas de ejecución, las medidas y mecanismos de control y a todas las decisiones que los gobiernos adopten respecto al ambiente.
Se debe estimular la formación de sociedades socialmente justas y ecológicamente equilibradas, que conserven entre sí una relación de interdependencia y diversidad.