Impactos del fenómeno de El Niño en la agricultura

Actualizado
  • 28/04/2023 00:00
Creado
  • 28/04/2023 00:00
Los riesgos del cambio climático, como el fenómeno de El Niño, pueden perturbar el proceso de manejo de alimentos. ¿Qué dicen las organizaciones internacionales acerca de esto?
El Niño es un fenómeno natural caracterizado por el calentamiento anormal de la temperatura superficial del mar.

La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) cita en su plataforma digital que, “mientras se cierne la amenaza de El Niño, la FAO prepara acciones preventivas junto con miembros y asociados”, y es que, según la FAO, los patrones meteorológicos apuntan a un mayor riesgo de sequía en África austral, América Central y el lejano oriente asiático.

La FAO indica que El Niño es un fenómeno natural caracterizado por el calentamiento anormal de la temperatura superficial del mar en el océano Pacífico ecuatorial central y oriental, y que en promedio se produce cada dos a siete años y puede durar hasta 18 meses.

Además, durante los episodios de El Niño, los patrones normales de precipitaciones y de circulación atmosférica tropical se ven perturbados, desencadenando eventos climáticos extremos en todo el planeta.

El Niño 1997-1998
La falta de lluvia afectó los rendimientos finales al no disponer el cultivo de humedad suficiente en el suelo durante su etapa vegetativa.

Uno de los eventos de El Niño con impactos marcados en todos los sectores en América central fue El Niño 1997-1998. El Centro de información sobre desastres de Honduras (Cidbimena) reportó que, “los meses más críticos fueron marzo, abril y parte de mayo de 1998, cuando las fuentes de agua llegaron a su nivel mínimo y las temperaturas alcanzaron su máximo punto.

Este fue el período más crítico para la actividad ganadera de carne y de doble propósito, se dio una mayor incidencia de incendios forestales, se presentaron conflictos por el uso del agua y se incrementaron enfermedades de tipo respiratorio, entre otras.

De acuerdo con una estimación de la Comisión Económica para América Latina (Cepal) las pérdidas en el sector agropecuario llegaron a los US$475 millones, las cuales pudieron ser muy superiores si no se hubieran tomado acciones dirigidas a reducir los impactos del fenómeno.

Los impactos aumentaron el riesgo para la siembra de cereales de la primera temporada de 1998, es decir a partir de marzo de ese año.

El Cidbimena indicó que en el sector agropecuario de Panamá, las pérdidas del sector agrícola superaron los USD13 millones, siendo los renglones más afectados el arroz mecanizado, maíz mecanizado, tomate industrial, sandía, melón, zapallo, yuca, ñame, otoe, piña y plátano.

En cuanto al arroz, la variación de lluvia no tuvo mayor influencia en el inicio de la actividad, ya que esa condición –falta de lluvia– es la que se espera para preparar el terreno.

Sin embargo, la incidencia en los rendimientos ocurrió en los siguientes cuatro meses, ya que en las áreas arroceras se registraron valores de anomalías negativas en la precipitación a partir de mayo.

El reporte indica que la falta de lluvia afectó los rendimientos finales al no disponer el cultivo de humedad suficiente en el suelo durante su etapa vegetativa, es decir, 55 días después de la siembra, durante la fase reproductiva, 56 a 90 días después de la siembra, y durante la madurez fisiológica, 90 a 100 días después de la siembra.

Esta situación afectó cerca de 50.000 hectáreas, las cuales reportaron una producción con mermas variables en los rendimientos desde 3,7% en la provincia de Veraguas hasta un 58% en la provincia de Los Santos, en relación con el ciclo agrícola de 1996 a 1997, estimándose pérdidas por más de USD$8,6 millones.

En el cultivo del maíz se afectaron cerca de 3.000 hectáreas con una producción menor, debido a la caída en los rendimientos de 37% en la provincia de Herrera y 63% en la provincia de Los Santos, con relación al ciclo agrícola anterior.

En ese año, entre los productos no tradicionales de exportación se encontraban el zapallo, el melón y la sandía, cuya producción fue afectada por problemas como la escasez de agua, alta incidencia de plagas y enfermedades. Una situación similar se presentó en raíces y tubérculos, piña y plátano.

El reporte concluye que, “con el fenómeno de El Niño 1997-1998, quedó claramente demostrado que el sector agropecuario centroamericano es altamente vulnerable a este tipo de eventos; además, este sector tiene un gran potencial en la construcción y transformación de la vulnerabilidad, lo que provoca mayores efectos.

Los daños causados a las actividades del sector y a los productores fueron cuantiosos y dejaron a mucha población en condiciones altamente vulnerables, condiciones que tuvieron efectos incluso después de pasado el ciclo agrícola, aumentando la fragilidad de la población, lo que se mostró con evidente dramatismo pocos meses después, con el huracán Mitch”.

Esta experiencia entre 1997-1998 da luces para prepararse para El Niño 2023-2024.

Corredor seco centroamericano

La FAO indica que Centroamérica es una de las regiones más vulnerables al riesgo de desastres debido a su geografía, la alta variabilidad climática, la exposición a amenazas extremas y las debilidades institucionales y socioeconómicas de su población. La agricultura y la seguridad alimentaria y nutricional se enfrentan a múltiples amenazas que pueden causar daños y alterar las condiciones meteorológicas habituales.

Una de las zonas más afectadas por peligros extremos, en particular los naturales, es el corredor seco. El término corredor seco, aunque se refiere a un fenómeno climático, tiene una base ecológica y define un grupo de ecosistemas de la ecorregión de los bosques tropicales secos tropicales secos de Centroamérica que abarca las tierras bajas de la zona costera del Pacífico, y la mayor parte del centro región pre-montaña de El Salvador, Guatemala Honduras, Nicaragua, Guanacaste en Costa Rica y la zona del arco seco de Panamá.

Los riesgos climáticos en el corredor seco están principalmente por sequías recurrentes e inundaciones severas que afectan la producción agrícola, con mayor intensidad en las zonas degradadas.

Se estima que en el corredor seco centroamericano más de un millón de familias dependen de la agricultura de subsistencia. Los niveles de pobreza y desnutrición son alarmantes y afectan principalmente a las poblaciones rurales y las comunidades indígenas.

La mayoría de los medios de subsistencia dependen del clima, por lo que para la FAO es imperante tomar acción basados en las experiencias previas del fenómeno de El Niño en Centroamérica.

Acción temprana y preparación

El Sistema de Alerta Temprana y Acción Temprana es una nueva iniciativa de la FAO desarrollada bajo la idea de que actuando antes de que una crisis pase a ser emergencia, las pérdidas y los costos de la respuesta de emergencia se pueden reducir enormemente.

La acción temprana también fortalece la capacidad de supervivencia de las poblaciones en peligro: una prioridad clave en el Objetivo estratégico 5 de la FAO “incrementar la resiliencia de los medios de vida ante las amenazas y las crisis”.

Es crucial monitorear el evento actual de El Niño e ir tomando acciones para reducir los efectos sobre las poblaciones vulnerables en todos los países de alto riesgo y en algunos de los países con riesgo moderado.

La FAO apoya los países del corredor seco en Centroamérica para aumentar la resiliencia de los hogares, comunidades e instituciones para prevenir y hacer frente a los riesgos de desastres que afectan la agricultura y la seguridad alimentaria y nutricional de manera oportuna y eficiente.

Los impactos de las experiencias previas de sequía abren una ventana de oportunidad para que Panamá se prepare y enfrente, con seguridad alimentaria e hídrica, el fenómeno de El Niño.

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