El ataque se produjo mientras se desarrolla en la provincia canadiense de Alberta una cumbre del G7 en la que el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski,...
- 13/05/2009 02:00
PANAMÁ. El día estaba nublado. Se esperaban aguaceros fuertes en las afueras de la ciudad. Con este pronóstico, un poco incierto, llegamos a la reserva forestal del río Chagres. Un área de 129,585 hectáreas situada entre las provincias de Panamá y Colón.
Antes de llegar a la reserva tuvimos la oportunidad de contemplar la anchura y la extensión del Chagres, nombre otorgado en honor al cacique que gobernó en las riberas del “río más valioso del mundo” como le definió Gonzalo Fernández de Oviedo, en una de sus crónicas.
Era como un dios. ¡Imponente, majestuoso! Sus aguas en tono verde oliva bordeaban el área de la reserva. A sus orillas tres mujeres y un niño hacían uso de las bondades del río.
Así comenzamos una aventura que nos permitió conocer la riqueza biológica de la flora y fauna de la reserva forestal que protege al río Alajuela y a la cuenca del Chagres. Ambas fuentes fluviales abastecen de agua potable a la mitad de la población de la ciudad y representan el 40% del líquido con que opera el Canal de Panamá.
La reserva forestal de ANCON da vida al Chagres. Sus espesos bosques tropicales representan el potencial ecológico que requiere el río para mantener el caudal hídrico en la vía fluvial.
Una vez que descendimos del auto que nos transportó al sitio procedimos a adentrarnos al sendero “La bonga”.
En contacto con la selva húmeda tropical descubrimos enormes árboles de caoba, espavé, quipo, tronador y almendro: en total son novecientas las especies que componen el bosque. El cantar de la aves nos acompañó durante el recorrido, que fue interrumpido por la llegada de la lluvia.
Un torrencial aguacero se desató en el bosque, lo que precipitó nuestra salida del sitio.
Pocos animales pudo captar el lente del fotógrafo por el pésimo estado del tiempo. Pero, a pocos minutos de salir de la trocha una serpiente se nos cruzó en el camino. Su cuerpo que se movía en zigzag desapareció sin dejar huellas. ¡Wao! expresé.
El hecho nos arrojó un indicio de la fauna del parque que, además, es refugio de tapires, jaguares, gavilanes de ciénaga y del águila harpía, ave nacional de Panamá.
Así terminó una jornada más de exploraciones por distintos senderos ecológicos del país descubriendo que la importancia de la conservación de esta zona redundará en la continuidad de las operaciones del Canal de Panamá y en la posibilidad de ofrecer una mejor calidad de vida a todos los habitantes de la capital panameña.