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Bocas del Toro: ¿infierno o paraíso?

La única forma de poder afrontar esta problemática social que cada día se agrava más en Bocas del Toro es a través del diálogo. Archivo | EFE
  • 01/07/2025 00:00

Bocas del Toro... una hermosa provincia que hoy parece el propio infierno. De paradisiacas playas, exótica música y exuberante gastronomía, el vandalismo y sus enquistados dirigentes políticos cual tumor maligno, han llevado a sus comunidades al borde del desastre.

Su fama ha trascendido universalmente, sobre todo para los vecinos ticos que lo han convertido en su lugar preferido en el Caribe. Su entorno, marcado por los esclavos traídos a las fruteras hace más de 140 años, le dan un particular tinte afrodescendiente que hacen del sitio algo digno de ver.

Los políticos que han representado a esta provincia caribeña, que llevan en el cargo más de 30 años, acumulan poderes impensables en la Asamblea Nacional, aupados por varios gobiernos, sumisos al extraordinario poder que acumulan. Son “los dueños provinciales” creando innecesarios distritos y corregimientos para ampliar sus dominios.

Desde el terremoto de 1990, destructor del aeropuerto local, hubo críticas de corrupción en el manejo de lo asignado a la emergencia. La historia provincial: dejadez, sobre todo en la población indígena, relegada a segundo plano en educación, con estadísticas tan grotescas como un 10 % de analfabetismo. Y si hablamos de salud, los servicios son pésimos, prácticamente inexistente el control de las enfermedades originadas por los pesticidas en las plantaciones de banano, dentro de las cuales viven sus trabajadores. Hay una crisis ambiental en la provincia de dimensiones similares a las de hoy en Los Santos con la contaminación de sus ríos y en Colón con la irresponsable mina de cobre.

Sí, la situación de Bocas se ha agravado desde que en Panamá supuestamente tenemos democracia desde diciembre de 1989.

Bocas del Toro fue fundada el 16 de noviembre de 1903, a escasos días de nuestra separación de Colombia. Su importancia comercial data de finales del siglo XIX cuando se afincó en sus tierras la poderosa United Fruit Company, hoy Chiquita Banana. Por el apoyo político de Estados Unidos, las fruteras se consideraban los dueños donde tenían sus fincas, naciendo allí lo de “Banana Republics”, al lado de Costa Rica, Guatemala, Jamaica, Honduras y Ecuador.

Bocas tiene un 63 % de indígenas: ngäbe, buglé, naso, bri bri y teribe. Cada grupo tiene autoridades propias y costumbres muy diferentes a las occidentales nuestras. Más que ser sumada a lo que llamamos civilización que compone el resto de la población, los originarios quieren que se les entienda y se le valore, no que se les imponga nada.

Los actos de violencia que hemos visto en las últimas semanas deben ser castigados con la severidad que se amerita. No tienen justificación alguna. Nadie tiene derecho, en pleno siglo XXI, a tomarse la justicia por las manos. No se puede actuar como salvajes. ¡Punto!

Sin embargo, esa violencia criticada con severidad por la sociedad, particularmente por los gremios empresariales como la Cámara de Comercio, convertidos en portavoz del presidente Mulino, los obliga a poner su mirada en la otra clase de violencia que existe en el país y que, desafortunadamente, es la responsable de que pueblos como los indígenas, carezcan de buena salud, mejor educación, vialidad razonable y, sobre todo, oportunidades negadas por la mala calidad educativa que reciben.

¿Habrá habido algún comunicado de estos señorones señalando el dorado exilio permitido a un expresidente que, abusando de sus relaciones, evadió una condena en firme? ¿Y una multa de 19 millones? ¿Habremos escuchado de ellos comentarios sobre la forma como el Ejecutivo nombró el servicio diplomático y consular? ¿Habrán pedido que los posibles casos de corrupción del anterior gobierno sean investigados con mayor celeridad?

Los problemas de Bocas del Toro y los del resto del país difícilmente se resolverán con la mano dura como en las últimas semanas se ha tratado de imponer, quizás imitando a Bukele, mediante la fuerza y la represión. La única forma de poder afrontar esta problemática social que cada día se agrava más, es a través del diálogo que, desafortunadamente ha sido rechazado consistentemente por el presidente Mulino.

Queremos un presidente que gobierne, que promueva la conversación social, que sea ejemplo de tolerancia. No que simplemente nos mande. El momento no es propicio para quienes nos descalifican porque hacemos críticas al gobierno, como ha sido la tónica del actual mandatario.

Es el momento de sumar a todos los que, aún con las dificultades que enfrentamos, queremos un mejor país. Bocas merece ser un paraíso, pero más allá de sus playas. También en educación y oportunidades para sus habitantes.

*El autor es analista político