Crisis en la CSS: espejo de un país (parte I)
- 11/05/2025 00:00
La crisis de la Caja de Seguro Social (CSS) es más que un desajuste financiero. Es el reflejo de una falla profunda en la formación ética y profesional de quienes han gestionado el país durante décadas. No se trata solo de cifras mal administradas, sino de una estructura mental y educativa que prioriza la obediencia sobre el pensamiento crítico, y la memorización sobre la comprensión.
Una administración que se basa únicamente en la legalidad, pero que ignora la humanidad, corre el riesgo de volverse insensible. Las leyes se interpretan, ejecutan y, muchas veces, se manipulan según el dominio técnico de quienes las aplican. En lugar de ser herramientas de equidad, muchas veces se transforman en escudos de poder.
La crisis institucional de la CSS es el resultado de esa misma lógica: decisiones técnicas sin sensibilidad, gestión sin visión humana, y liderazgos formados en esquemas rígidos, lejanos a la realidad de los ciudadanos más vulnerables. La salud, las pensiones y la protección social requieren una mirada que combine la eficiencia con la empatía, el conocimiento con la escucha activa, y el deber legal con el sentido ético.
Cuando una decisión financiera afecta a miles de asegurados, no basta con que sea legal; debe ser legítima. La legalidad sin sensibilidad se vuelve ineficaz, y la eficiencia técnica sin propósito humano termina siendo parte del problema. Esto se traduce en sistemas administrativos incapaces de responder con prontitud, cercanía y compasión.
Estos déficits emocionales, cuando se proyectan en el ejercicio de funciones públicas, impactan directamente en la calidad del liderazgo, la comunicación interna, la resolución de conflictos y la toma de decisiones con sentido social. En este contexto, la falta de habilidades como la empatía, la autorreflexión o la resiliencia se convierte en una debilidad crítica.
Diversos estudios realizados por instituciones como la American Bar Association, así como universidades como Yale, Harvard, Stanford y Berkeley, han evidenciado que muchos abogados —por la naturaleza técnica de su formación basada en la lógica, la argumentación y la memoria— presentan bajos niveles de inteligencia emocional. Esta carencia se traduce en dificultades para: 1.) Escuchar y comprender a la ciudadanía desde su realidad emocional. 2.) Resolver conflictos sin autoritarismo. 3.) Colaborar efectivamente con otros profesionales de distintas disciplinas.
Esta limitación se hace visible en muchas instituciones públicas, donde predomina una formación fría y legalista, que no prepara para liderar con sensibilidad ni para responder a los desafíos sociales desde una visión integral. En muchos países pequeños, el derecho concentra un peso desproporcionado en la administración pública. Esto impone una lógica vertical, normativa y poco abierta a enfoques alternativos.
En Panamá, muchas decisiones estructurales han estado en manos de profesionales formados bajo un esquema educativo centrado en la repetición y el cumplimiento de formas legales, con escasa formación ética y emocional. Así, se perpetúan prácticas institucionales que cumplen con las normas, pero no responden a las necesidades reales del pueblo.
La crisis de la CSS no es un hecho aislado: es el espejo de una sociedad que ha descuidado el alma de su educación. Una educación que, al no cultivar la inteligencia emocional ni el pensamiento crítico, formas profesionales que pueden dominar la técnica, pero fallan en la conexión humana.
Este no es un llamado a desestimar la importancia del Derecho ni de las normas. Al contrario: es un llamado a reconfigurar su rol dentro de una visión más amplia del desarrollo social. La técnica debe ir de la mano con la ética; la ley, con la empatía; y el conocimiento, con el compromiso por el bien común.
En la segunda parte de este artículo, abordaremos cómo transformar esta realidad desde su raíz: el modelo educativo. Porque una sociedad que quiere rescatar su institucionalidad no puede seguir formando líderes insensibles ni tecnócratas sin conciencia social.
Para profundizar sobre este tema, se recomiendan dos libros clave: The Emotional Intelligence of Lawyers, de Ronda Muir, y Educating Lawyers, publicado por la Carnegie Foundation. Ambos exponen con claridad las carencias emocionales en la formación jurídica. ¡Esto también es patriotismo educativo!