La realidad de los fármacos GLP-1
- 09/11/2025 00:00
Las dramáticas consecuencias y los efectos fisiológicos de tomar fármacos GLP-1 revelan que estas sustancias no solo quitan el apetito, sino que transforman la bioquímica cerebral de la alimentación. “La primera vez que me inyecté un fármaco GLP-1, sentado en el consultorio de mi endocrinólogo en abril de 2023, los efectos comenzaron a notarse en pocos días. Perdí el apetito y también me hinché. A las veinticuatro horas de inyectarme las siguientes dosis, experimenté escalofríos intensos y tuve que envolverme en una manta eléctrica mientras trabajaba. No estaba enfermo; era más bien un malestar persistente, una sensación de debilidad y malestar. En más de una ocasión, sentí un misterioso y agudo dolor abdominal. Y entonces mi relación con la comida y la alimentación comenzó a cambiar”.
Este es un extracto del libro “Dieta, Medicamentos y Dopamina: La Nueva Ciencia para Lograr un Peso Saludable”, del Dr. David A. Kessler, ex administrador de la FDA en Estados Unidos. En un momento particular de su experiencia cuenta que, cenando con su familia, en una mesa donde había una pechuga de pollo asado orgánico rellena de ricotta con polenta de salvia y mantequilla dorada, perdió total interés por la comida. En cualquier otra circunstancia habría empezado a comer con gusto, y probablemente habría repetido. Pero esa noche, apenas probó un bocado, casi tuvo que fingir que comía, porque la comida que tenía delante no le despertaba interés.
Las personas bajo los efectos de estos fármacos no solo su apetito cambia drásticamente, sino sus antojos también. Ya no quieren sal, grasa ni azúcar; en su lugar, comen alimentos sencillos. A veces, solo toman un poco de pan con mantequilla. Empiezan a comer verduras con regularidad por primera vez en su vida. Se sienten libres de un anhelo casi constante, un respiro del clamoroso “ruido” de la comida de la vida diaria.
Hay algo único en los fármacos GLP-1, algo que los diferencian de cualquier otro fármaco anti obesidad anterior. Médicos expertos explican que las personas no dejan de comer por completo. Siguen comiendo, pero consumen pequeñas cantidades, y estas pequeñas cantidades ahora tienen la misma capacidad saciante que antes con una cantidad mucho mayor. Todo el sistema ha cambiado y estas personas ahora muestran un patrón de alimentación basado en comidas pequeñas con una capacidad saciante muy alta, con poco efecto en la palatabilidad.
Estos fármacos podrían estar enseñándonos que deberíamos empezar a pensar que si existe un punto de ajuste del apetito que pueda ajustarse mediante terapias dirigidas. Cuando la comida permanece más tiempo en el estómago, las señales de saciedad se intensifican: uno se siente lleno, por lo que pierde el deseo de comer más. La ciencia médica sugiere que las comidas pequeñas que consumen las personas que toman fármacos GLP-1, que antes las habrían dejado insatisfechas, han adquirido una nueva capacidad para suprimir el hambre. Es como si todo el sistema del apetito se hubiera reconfigurado. Estas comidas más pequeñas proporcionan el mismo nivel de satisfacción que antes proporcionaban las comidas más abundantes. Estos resultados ofrecen una nueva perspectiva al prolongado debate sobre el punto de ajuste del peso.
Las drásticas consecuencias de tomar GLP- se ponen en evidencias con las primeras dosis. Los cambios causados se deben principalmente a un vaciamiento gástrico retardado (el paso de los alimentos del estómago al intestino delgado), lo que deja el estómago lleno durante más tiempo. Sabemos que cuando la comida permanece en el estómago, envía señales prolongadas de saciedad al cerebro, pero es poco probable que esto sea la explicación completa.
No hay duda que la gente todavía disfruta de la comida, pero algo fundamental cambia. Al medir las sensaciones de apetito, como el hambre, la saciedad, el deseo de comer, etc., todas cambian. Es consecuencia de sentirse saciado, lo que hace que la comida sea menos atractiva. Con los GLP-1, debido a que los niveles son altos las 24 horas del día, las personas tienen esta sensación constantemente: se sienten llenas o más llenas, y no tienen ganas de comer. Lo que hacen los GLP-1 a largo plazo es disminuir el antojo por la comida, eliminar esa sensación constante de estimulación alimentaria y aumentar la sensación de control sobre la alimentación. Les permite controlar el impulso de hambre.
En testimonios obtenidos de personas que toman los fármacos GLP-1 me informan que consumen comidas más pequeñas con intervalos más largos, suprimiendo el hambre con mayor eficacia. Y que su relación con la comida se ha transformado. Evidentemente, estas drogas afectan tanto a los mecanismos intestinales como a los cerebrales, y restablecen nuestra forma de comer. La comida sigue pareciendo placentera, pero ya no les llama la atención. Al menos mientras toman los fármacos, sus vidas están ausentes de deseos y antojos.