Columnistas

Los teléfonos entorpecen a los estudiantes

Shutterstock
  • 25/05/2025 00:00

En los últimos años, investigadores, padres y maestros han prestado más atención a la relación entre el uso del teléfono por parte de los adolescentes y su salud mental. Estudios han demostrado que diversas medidas de bienestar estudiantil comenzaron a declinar drásticamente alrededor de 2012, justo cuando los teléfonos inteligentes y las redes sociales se convirtieron en el centro de atención de la vida adolescente. Algunos incluso han sugerido que el uso de teléfonos inteligentes es tan corrosivo que reduce sistemáticamente el rendimiento estudiantil.

La mayoría de los años, cuando la Prueba PISA llega a los diferentes países, muchos se preguntan por qué Finlandia nos aplasta a todos en lectura o por qué Corea nos aplasta en matemáticas. Es cierto, la prueba registra las persistentes desigualdades sociales y la pérdida de aprendizaje causada por el COVID. Pero la historia más profunda e interesante es que las puntuaciones de las pruebas han estado cayendo durante años, incluso antes de la pandemia. En toda la OCDE, las puntuaciones en ciencias alcanzaron su punto máximo en 2009 y en lectura en 2012. Desde entonces, los países desarrollados, en general, han tenido un rendimiento cada vez más bajo en promedio. Ningún país ha mostrado una tendencia positiva creciente en ninguna materia y muchos países mostraron un rendimiento cada vez más bajo en al menos una materia. Incluso en países conocidos por su alto rendimiento, como Finlandia, Suecia y Corea del Sur, las calificaciones de PISA en una o varias materias llevan un tiempo bajando.

Entonces, ¿qué está impulsando la bajada de las puntuaciones de los estudiantes en todo el mundo? El informe PISA ofrece tres razones para sospechar que los teléfonos son un factor clave.

En primer lugar, PISA revela que los estudiantes que dedican menos de una hora diaria de tiempo libre a dispositivos digitales en la escuela obtuvieron unos 50 puntos más en matemáticas que los estudiantes que pasan más de cinco horas diarias pegados a la pantalla. Esta diferencia se mantuvo incluso después de ajustar los factores socioeconómicos.

En segundo lugar, las pantallas parecen generar una distracción general en la escuela, incluso para los estudiantes que no siempre las miran.

Finalmente, casi la mitad de los estudiantes de la OCDE afirmaron sentirse “nerviosos” o “ansiosos” cuando no tenían sus dispositivos digitales cerca. Esta ansiedad relacionada con el teléfono se correlacionó negativamente con las calificaciones en matemáticas.

En resumen, los estudiantes que pasan más tiempo mirando su teléfono tienen peor desempeño escolar, distraen a otros estudiantes a su alrededor y se sienten peor con su vida.

Presentar una tesis tan grandilocuente como “los teléfonos están volviendo a los niños más tontos” en cualquier encuesta en particular generalmente no es aconsejable. De hecho, este sería un buen momento para señalar que las calificaciones de PISA no gozan de elogios universales entre los expertos en educación. Como dice el refrán, “La inteligencia es lo que mide una prueba”, y una prueba estandarizada global de competencia estudiantil en diferentes países, culturas, estilos de aprendizaje e idiomas inevitablemente incluirá preguntas que sobrevaloran algunas habilidades y subestiman otras.

Pero la última encuesta PISA no es la única evidencia de que los teléfonos en las escuelas son armas de distracción masiva. Estudios han demostrado que los estudiantes que usan sus teléfonos toman menos apuntes y retienen menos información de clase, que alternar entre las redes sociales y las tareas se correlaciona con un promedio más bajo, que los estudiantes que envían muchos mensajes de texto en clase obtienen peores resultados en las pruebas y que los estudiantes a quienes se les quitan los teléfonos celulares en entornos experimentales obtienen mejores resultados.

Varios expertos han incluso sugerido prohibir los teléfonos en las escuelas por completo. El análisis de PISA parece ofrecer un sólido argumento a favor de esta política.

En mi opinión, durante la última década, el mundo conectado a internet ha estado realizando un experimento global en nuestras mentes, y en particular, en las mentes de los jóvenes. Los adolescentes se distraen con facilidad y son extremadamente sensibles al juicio de sus compañeros. Los resultados de una década de investigación observacional han demostrado repetidamente una relación negativa entre el uso de dispositivos y la satisfacción con la vida, la felicidad, la atención escolar, la retención de información, la toma de apuntes en clase, el cambio de tareas y el rendimiento estudiantil. Estos costos cognitivos y emocionales son mayores para aquellos con mayor dependencia de dispositivos.

Prohibir los teléfonos en la escuela sería un experimento audaz y novedoso. Podría no funcionar. Pero la falacia es creer que no hacer nada es el statu quo inofensivo. Es hora de una nueva intervención.

*El autor es empresario