Columnistas

Tres siglos del inmenso legado francés en Panamá

Roberto Barrios | La Estrella de Panamá
  • 12/08/2025 00:00

La feliz iniciativa de la embajadora Aude de Amorin de crear la Asociación para la Preservación del Patrimonio Francés en Panamá me anima a recordar la tres veces centenaria presencia gala en el istmo. Destacamos, primero, el Canal, la gente y las ideas.

Hay exploraciones, estudios y finalmente se adelantan las obras de un canal que uniera los océanos Pacífico y Atlántico. Desde los primeros estudios de los ingenieros Napoleón Garella (1809-1858) y Jacques Courtines en 1848 hasta las detenidas exploraciones de Armand Reclus (1843-1927) y Lucien Napoleón Bonaparte Wyse (1844-1909) entre 1876 y 1878 en Panamá y en Darién, hubo una legión de investigadores galos como H. Burdiol en la cuenca del Chucunaque en 1861 y en 1864 sus compatriotas, Mongel Bey y Lucien de Puydt (+1865). En 1865 vienen exploradores como Jules Flachat (1829-1890) en la cuenca del Tuira y, en 1866, Louis Lacharme (1823-1884). Todos dejaron publicaciones. Durante la década de 1880 los antropólogos Alphonse Pinart (1852-1911) —que confeccionó diccionarios de lenguas indígenas— y Louis Catat (1859-1933) estudiaron las poblaciones aborígenes. Para facilitar esas gestiones y después el gran proyecto del Canal se instala en 1843, en Panamá, un representante consular francés y otro en Colón, en 1876. En 1870 la emperatriz de Francia donó a Panamá la estatua de Cristóbal Colón.

La Société de Géographie, en París, fue la sede del Congreso Internacional de ingenieros, geógrafos y sabios presidido por Ferdinand de Lesseps (1805-1894) que decidió en mayo de 1879, con los informes de las expediciones de Wyse y Reclus, la construcción del Canal de Panamá por la ruta actual.

De Lesseps llegó a Colón el 31 de diciembre de 1879 y el 1 de enero de 1880 su hijita echó la primera palada simbólica de la obra interoceánica, en la boca del río Grande en el Pacífico, evento cuyo centenario mereció celebraciones que propuse al presidente Aristides Royo y que contó con la presencia del ministro de Transporte de Francia (primera visita ministerial francesa a Panamá) y del secretario de Transporte de Estados Unidos. En 1979 viajé a Washington y a París para entregar la invitación formal del gobierno panameño y para solicitar que ambos gobiernos enviaran representantes y colaboraran en una brillante exposición en el Museo del Hombre Panameño que organizó la doctora Reina Torres de Araúz (1932-1982). Queda una placa conmemorativa en la calzada de Amador y la hermosa lente del faro francés de 1893, que adorna el Museo del Canal Interoceánico —cuya creación propuse en 1979—, que fue el Gran Hotel (1875) comprado por de Lesseps en 1881 para ser sede de la empresa.

Quedó, de esa epopeya gala, una parte del canal excavado, experiencias indispensables para continuarlo, y una huella en la arquitectura de las ciudades de Panamá y Colón, en la gastronomía y hasta en el habla local. Muchos ingenieros, técnicos y trabajadores franceses vinieron a Panamá y laboraron durante casi veinte años, desde 1881, en las obras del Canal Francés. Miles de franceses de la metrópoli y de las Antillas dejaron sus huesos en nuestra tierra y están en varios cementerios históricos entre Panamá y Colón que se deben preservar. Quedó finalmente, en Panamá, un capital inestimable de buena voluntad hacia lo francés, símbolo de esfuerzo, de refinamiento y de calidad superior.

Quedaron igualmente ricos archivos de estudios, fotos, planos —en París, en Washington y en Panamá (ACP)— y una marca indeleble en la memoria de los panameños. Quedaron poblados, centenares de edificios, maquinarias olvidadas, dos faros en el litoral caribe diseñados por Gustave Eiffel (1832-1923). Quedaron algunos descendientes de esos franceses en el istmo, también hijos y nietos de muchos franco-antillanos, de Martinica y Guadalupe, que llegaron para trabajar en el Canal, especialmente de 1904 a 1914. Al visitar esas islas encontré un recuerdo entrañable de Panamá en descendientes de trabajadores, emigrantes temporales al istmo.

El presidente Belisario Porras (1856-1942) construyó la Plaza de Francia en 1921-1922, como homenaje a la Compagnie Universelle du Canal Interocéanique de Panama y a Ferdinand de Lesseps, con un obelisco de 18 metros, símbolo de Francia, y bustos de figuras clave del Canal Francés.

Recordemos también a la gente. Una fallida colonización francesa del litoral de San Blas, aproximadamente de 1700 a 1754, que solo dejó la técnica de la mola kuna. Después, hubo soldados como Denis y Bares a finales del siglo XVIII. Llegaron a mediados del siglo XIX jóvenes emprendedores con los apellidos Ehrman, Clément, Navarro, Brin, Quelquejeu, Plicet, Heurtematte, Rigaud, Poylo, Roy, etcétera. Mencionemos que en el Colegio del Istmo —desde 1841 universidad efímera— se enseñaba también francés, lo que continuará en los siglos XX y XIX, ahora con un magnífico Liceo Francés inaugurado en 2010.

Las ideas liberales de la Ilustración del siglo XVIII y de la Revolución impregnaron el imaginario de los panameños desde el siglo XIX, especialmente los intelectuales y políticos. Uno de los mayores diplomáticos y estadistas panameños, Narciso Garay Díaz (1876-1953), lo resumió: “obedeciendo una vez más a la ley de su destino en América, la idea francesa vive en Panamá la vida del espíritu y del recuerdo. Nuestra memoria y nuestros sentimientos le aseguran una zona de influencia ilimitada, una concesión ideal a perpetuidad, desde la cual continuará subyugándonos a través de las edades con el único imperialismo que las democracias libres pueden decorosamente reconocer: el imperialismo de la inteligencia”. Testimonio de otra época... ¡Grandilocuente y tierno, justo y aún conmovedor!

Más información en mi libro Reflexiones sobre Panamá y su destino de 1990 a 2024 (disponible en: www.omarjaen.com)

*El autor es geógrafo, historiador, diplomático