Un mundo sin ideologías
- 15/07/2025 00:00
Cada vez la política se vuelve más pragmática. Sean de derecha o de izquierda, los gobernantes terminan todos en forma igual: envueltos en la corrupción pública que tanto daño hace a nuestros pueblos y sin atender las necesidades de sus pueblos.
A inicios del siglo pasado el mundo se dividía en liberales y conservadores, representantes ambos de las clases dominantes. Los primeros, más abiertos a los cambios, los otros más aferrados a mantener el statu quo, enrocados con los dogmas sociales donde existía la supremacía de las diferentes corrientes religiosas. Emergió el marxismo como alternativa a esos grupos, dando casi al mismo tiempo nacimiento a corrientes más vinculadas a la temática social, pero en forma diferente al marxismo, entre los que se encuentran los socialcristianos aupados por el catolicismo y el protestantismo europeo.
Panamá no fue la excepción a esa realidad. La separación de Colombia se produjo de la mano de liberales y conservadores unidos, principalmente, por los beneficios económicos y políticos que obtendrían, especialmente los próceres, de convertirnos en una Nación “independiente”. Sin embargo, la nueva nación quedó muy sometida a Estados Unidos y sus designios.
Al inicio de la república, solo Belisario Porras, caudillo liberal con mucha conciencia social, hace la diferencia entre la anquilosada clase política del país. Nos lleva a la modernidad, pero lastimosamente después se mantuvieron al frente del país las mismas corrientes liberales tradicionales hasta el golpe de Estado de 1968. Incluyo allí a Arnulfo Arias, cuya famosa doctrina panameñista no es más que un liberalismo parecido a los demás, aunque con profundos sesgos fascistas y totalitarios propios de la época.
Desde 1968, al estar los militares al frente del país por 21 años seguidos, al inicio se piensa que las prácticas oligárquicas del pasado desaparecerían. A la clase rica de antes se le sumaron los nuevos enriquecidos del golpe de Estado, tanto civiles como militares, revolcándose en las mismas miasmas del pasado. Torrijos supo mantener su proyecto, totalmente permeado por la corrupción y la impunidad, al enarbolar la bandera del nacionalismo con lo de la recuperación del canal. Acabado ese proyecto con su desaparición física y el desgaste de quienes lo reemplazaron, emerge lo que se ha denominado el regreso a la democracia, tras la invasión de 1989.
Quienes asumen las riendas del Estado, con excepción de la Democracia Cristiana de esa época, representan la vuelta al pasado de la élite política que se creía desaparecida tras el golpe en 1968. Prueba de ello son los nombres de los nuevos dirigentes políticos: Joaquín Franco, César Arrocha, Jorge Rubén Rosas, Arnulfo Escalona, el mismo Endara, que resucitan a la vida política tras 21 años de estar prácticamente hibernando en las cavernas del anonimato.
Se suceden en el poder Endara, Pérez Balladares, Moscoso, Torrijos, Martinelli y Cortizo, logrando, en esa treintena de años, el deterioro sistemático y progresivo de la institucionalidad democrática del país, hasta el punto que lo recibe Mulino en julio de 2025.
¿Por qué nos ha sucedido esto?
Las ideologías fueron reemplazadas por el clientelismo político, el “qué hay pa’ mí”, el chenchén y aquello tan absurdo de que “robó, pero hizo”. Los casos de corrupción y de impunidad se multiplicaron llegándose a la percepción de que el político tiene patente de corso para disponer de los recursos públicos como a bien quiera sin que le pase absolutamente nada.
Esa actitud cada día provoca más el descontento popular hasta los extremos que vivimos hoy. Quizás por la gran penetración en los grupos sociales de la anarquía y el anquilosado comunismo y la revolución del siglo XXI, que terminan aprovechándose del terreno de la corrupción y la impunidad promovidas por las clases dominantes, incluyendo en estas no solo al gobierno, sino a las grandes fortunas del país.
¿Cómo salir de esta profunda crisis social, económica y política?, es algo que nos preguntamos muchos. ¿Se podrá enderezar un árbol que, por los años que lleva torcido, parece imposible lograrlo?
No me adelanto a dar una solución, pero si advierto de que el rumbo del país va muy mal y los capitanes, encargados de llevarnos a buen puerto, pareciera que están trazando la ruta para que este barco termine naufragando.
Lastimosamente, en el mundo de hoy, sin ideologías ni programas realistas de gobierno, de izquierda o de derecha, terminan gobernando para ver si al final de su mandato siguen en el poder. El pueblo, por supuesto, siempre quedará rezagado ante tales intereses y todo se pondrá peor.