Prostitución

Que nadie se asombre, ni se asuste con la palabra. Porque en este país de viles mercaderes y politicuchos de quinta, en este país donde ...

Que nadie se asombre, ni se asuste con la palabra. Porque en este país de viles mercaderes y politicuchos de quinta, en este país donde todo se compra y se vende, (la honra, la fe y la vergüenza), donde tanto vale el honrado como el pecador, porque Don Dinero se enseñorea de todos los rincones, no debe asombrarnos nada de lo que pase. En un lugar donde la cultura es solo un valor de cambio, donde el sentido de identidad personal es intercambiable por el costo –beneficio, donde cualquier cosa buena y limpia no sirve más allá de que se pueda o no vender, la prostitución es el medio de vida de muchos. Sí, prostitución, y bajen las manos los que las elevaron en medio de improperios al cielo, bájenlas, que prostitución define no solo la venta del cuerpo, sino también la venta del alma, algo mucho más feo. Se prostituye todo aquel que por un beneficio vende sus creencias y su herencia; pero sobre todo, aquel que se convence a sí mismo de que lo que está haciendo es correcto.

He despotricado varias veces contra aquellos que no saben apreciar lo que la historia les ofreció por patrimonio: música, cuentos, bailes, cerámica, edificios.. Pero imagínense que ahora esos descerebrados me parecen hasta niños de pecho frente a los que se fijan en todo eso, pero solamente para venderlo al mejor postor. Y como aquí tan culpable es el que hace como el que calla, toda la sociedad tiene la culpa de lo que pase, todos tendrán la culpa de lo que ocurra el día que sus hijos, o sus nietos les pregunten, “¿Quiénes somos?” Y ustedes no sepan decirles nada más allá del precio marcado en la etiqueta.

Cuando algunos creíamos que la destrucción de un lugar clave en la historia de este país, el Hotel Central, (que se vendió, se derruyó, y en el que ahora están haciendo una “recreación imaginativa” del antiguo edificio), era lo más lejos que se podía llegar, nos sorprendieron hace un par de semanas con el rumor de que la cinta costera continuará hasta Amador pasando por debajo del Casco Antiguo y hasta Costa del Este pasando por delante de Panamá Viejo. Claro, habrán pensado los negociantes, como ahora no va mucha gente a ver la Torre, lo mejor que podemos hacer es construir una moderna cinta de concreto delante, para que se pueda acceder sin problemas en auto hasta la misma entrada, y además, vamos a hacerle unas cuantas canchas de fútbol y baloncesto alrededor, para que los muchachos puedan ir a jugar allá y ya que no saben qué es aquel montón de piedras, que por lo menos se conviertan en tremendos atletas, que eso sí lo podemos vender. Después de que los expertos llevan años tratando de explicarles a los sucesivos gobiernos la necesidad de eliminar del medio del conjunto la Vía Cincuentenario, ¡ahora no solo no quitan una vía de dos carriles sino que construyen alrededor otra de seis!

Pero eso no es todo señores, como aquí somos expertos en rizar el rizo no deberíamos habernos asustado de las declaraciones que el orondo y dinámico alcalde de la capital hizo hace unos días, diciendo que pensaba “vender” los pedazos que serán desechados en la futura restauración del Palacio Municipal, para que todo el mundo pueda tener un pedazo de historia en su casa. Triste.

En fin, ante tales despropósitos solo me resta preguntar ¿algún alma caritativa podría explicarles a los responsables de la Dirección Nacional de Patrimonio Histórico, en palabras sencillitas que ellos puedan entender, cuales son sus obligaciones según la Ley N° 14 del 5 de mayo de 1982? Ahora que lo pienso, puede que con tanta mudanza en Patrimonio no encuentren ningún ejemplar de la ley, si es así, por favor pónganse en contacto conmigo, con gusto les haré llegar una fotocopia. Y ya puestos ¿Alguien podría explicarle al alcalde que la venta de patrimonio histórico es ilegal?

¿O será que hay intereses creados en todo esto que priman por encima del interés patrimonial? Al fin y al cabo este no es más que un país que se vende, la cuestión es saber quien paga y quien pone la mano.

Lo Nuevo