¿Cómo sería el mundo si no existieran las vacunas?

En esta edición de Sala Vital, el médico microbiólogo, Marcel Marcano aborda la importancia de la vacunación como herramienta clave para prevenir enfermedades respiratorias

Cuando se habla de vacunación, se piensa que es algo exclusivo de la infancia. Sin embargo, es necesaria a lo largo de todas las etapas de la vida en la adolescencia, en la adultez temprana y en la adultez mayor, a partir de los 60 años.

Para el médico microbiólogo, Marcel Marcano, la vacunación es una medida que ayuda a prevenir muchas enfermedades y, al evitarlas, también se reducen sus complicaciones, la carga para los sistemas de salud y se mejora la calidad y duración de vida de las personas.

En esta entrega de Sala Vital, el especialista habla sobre la importancia de la vacunación para prevenir enfermedades respiratorias. Explica cuáles los grupos etarios que requieren mayor atención y habla de los mitos entorno a las mismas.

¿Cuál es la importancia de la vacunación?

La vacunación es una estrategia que, desde los años 70, cuando se incorporó a los programas nacionales de inmunización, ha salvado 154 millones de vidas. No es un número menor. Y la mayoría de esas vidas salvadas han sido niños, aunque también ha beneficiado a jóvenes y adultos. Siempre que hablamos de vacunación, pensamos que es algo exclusivo de la infancia.

Estábamos conversando sobre infecciones y enfermedades respiratorias. ¿Cuáles de ellas ya tienen vacunas y cuáles siguen siendo una tarea pendiente?

Dentro de las enfermedades respiratorias, probablemente la más conocida por todos —dejando de lado lo reciente de la pandemia de covid-19— es la gripe o influenza. Contamos con una vacuna efectiva desde hace varios años, que se aplica de forma anual.

Pero hay otras infecciones respiratorias importantes. Por ejemplo, la infección por el virus sincitial respiratorio. Cuando estudié medicina, se pensaba que era un virus que solo afectaba a los niños pequeños. Ahora sabemos que también afecta a adultos, especialmente a los mayores de 60 años. Y en los menores de seis meses puede causar no solo enfermedad, sino incluso la muerte.

Antes no lo veíamos tanto porque no lo diagnosticábamos: no teníamos pruebas accesibles, solo lo hacíamos en el ámbito de la investigación.

Y si hablamos de virus como el SARS-CoV-2, el virus sincitial respiratorio, o la influenza, no podemos dejar de mencionar a una bacteria: Streptococcus pneumoniae, mejor conocida como neumococo.

El neumococo es una bacteria que, a pesar de tener vacunas disponibles desde hace más de 25 años, sigue causando enfermedad y mortalidad en todo el mundo, tanto en niños como en adultos. De hecho, es la principal causa de muerte entre todas las bacterias en niños menores de cinco años. Estamos hablando de más de 600,000 muertes infantiles en las últimas estadísticas globales por una enfermedad que puede prevenirse con vacunas.

¿Cómo sería el panorama en el mundo si no existieran las vacunas?

Wow. Sería muy sombrío. Probablemente ni siquiera estaríamos teniendo esta conversación. Porque hay enfermedades —como la enfermedad invasiva causada por Haemophilus influenzae tipo B— que las nuevas generaciones de médicos ya no ven, precisamente gracias a las vacunas. Yo sí la vi, y es una enfermedad respiratoria que puede llegar a afectar el sistema nervioso. Es terrible.

La vacunación ha permitido controlar y erradicar enfermedades. El caso más emblemático es el de la viruela. Sin vacunas, tendríamos una gran cantidad de personas con secuelas graves y una mortalidad muy elevada. Lo vimos recientemente con la pandemia: ¿qué hicieron las vacunas? Permitieron que retomáramos nuestras actividades, que se redujeran las muertes y que las personas vacunadas no desarrollaran la enfermedad de forma tan severa. También ayudaron a disminuir las secuelas.

Así que sí, sin vacunas, el mundo sería un lugar mucho más sombrío. Hay un dato que me gusta compartir: después del agua potable —y yo diría que al mismo nivel— las vacunas han sido una de las medidas de salud pública más efectivas que existen. Ese número que mencionamos antes, 154 millones de vidas salvadas desde 1974, cuando las vacunas entraron formalmente en los programas nacionales de inmunización, lo demuestra. Es una estrategia que no solo evita muertes, sino que prolonga y mejora la calidad de vida.

¿Qué grupos deben prestar más atención a su esquema de vacunación?

Siempre pensamos primero en los niños pequeños. En sus dos primeros años de vida, son los padres quienes los llevan al pediatra regularmente para completar su esquema de vacunación. Este esquema inicial es clave, porque fortalece sus defensas para enfrentar infecciones en esa etapa tan vulnerable.

Luego viene el periodo escolar. Entre los 5 y 10 años, los niños reciben vacunas de refuerzo para consolidar su inmunidad.

Después están los adolescentes, que también tienen vacunas específicas. Por ejemplo, la vacuna contra el virus del papiloma humano (VPH) para la prevención del cáncer, que tiene un gran impacto en la salud pública.

Ahora bien, en los adultos jóvenes vemos un descuido. Ya no tienen médico de cabecera; las mujeres van al ginecólogo, pero los hombres, muchas veces, no van a ningún especialista salvo que estén enfermos. Entonces, vacunas como la de la influenza quedan olvidadas, cuando realmente son necesarias.

Luego está el grupo de mayores de 50 años. Aquí se rompe un paradigma. Antes se pensaba que solo debían vacunarse si tenían enfermedades de base, como diabetes, hipertensión o asma. Ahora sabemos que no es así. A partir de los 30 años, el sistema inmunológico empieza a disminuir su respuesta. A eso lo llamamos inmunosenescencia.

Eso significa que el cuerpo sigue respondiendo, pero con menos eficacia. Por eso hay que ayudarlo con las vacunas, que “entrenan” al sistema inmune usando partes del virus o la bacteria, sin causar daño, para que esté preparado ante un posible contagio.

Esto es muy importante en la adultez, porque muchas de las enfermedades contra las que fuimos vacunados en la infancia ya han sido “olvidadas” por nuestro sistema inmune. Por eso hay que volver a entrenarlo. Y como mencionaba antes, enfermedades como la influenza, la covid-19, el neumococo y el virus sincitial respiratorio tienen vacunas disponibles que los adultos pueden y deben aprovechar.

Hay personas que dicen “la vacuna enferma”. ¿Qué tan cierto es eso?

Me encanta esa pregunta porque es muy frecuente en consulta. Las vacunas no enferman.

Las vacunas no contienen el agente infeccioso completo. Contienen solo fragmentos del virus, bacteria o parásito (porque también hay vacunas contra parásitos) que no tienen capacidad de causar enfermedad. Lo que hacen es ‘engañar’ al sistema inmunológico para que se prepare. Es decir: lo entrenan para que, si ese patógeno real llega en algún momento, ya sepa cómo responder.

Además, las vacunas pasan por procesos rigurosos de diseño, investigación, pruebas clínicas y aprobación. Se evalúan tanto por su eficacia como por su seguridad. No se desarrollan de la noche a la mañana.

Claro está, hay algunas vacunas que deben aplicarse con cuidado en personas con inmunodeficiencias severas, pero en términos generales, las vacunas no producen enfermedad.

¿Hay otros mitos frecuentes sobre las vacunas?

Sí. Otro mito muy común es: ‘La vacuna pierde protección muy rápido’. Y no es exactamente así. Lo que sucede, por ejemplo, con la influenza o la covid-19, es que el virus cambia con mucha rapidez. La vacuna no pierde eficacia; lo que cambia es el agente infeccioso.

Por eso, cada año se formula una nueva vacuna contra la gripe, adaptada al virus que está circulando. Lo mismo ha ocurrido con la covid-19. Las vacunas se van actualizando para que sigan siendo efectivas frente a nuevas variantes.

Con las bacterias puede suceder algo similar, pero con menor frecuencia. Afortunadamente, muchas de las vacunas bacterianas actuales cubren varios tipos a la vez, lo cual nos da mayor protección.

A veces se requieren dosis de refuerzo, pero eso no significa que el cuerpo haya perdido su capacidad de defenderse. Es solo parte del proceso normal de mantener al sistema inmune activo y alerta.

Lo Nuevo