- 29/11/2015 01:00
Son una de mis frutas favoritas, y yo, aparte de ser muy carnívora, soy muy frugívora. Me gustan las bananas, dulces y amarillas. Por eso no me gusta la frase ‘república bananera'. Yo entiendo el concepto, de verdad que lo entiendo, pero sigue sin gustarme, no sé, supongo que me molesta involucrar algo tan rico con gente tan estulta. En fin, dejémonos de digresiones que las palabras corren. Que esto es lo que somos: una república bananera. Y lo constato una y otra vez.
Los hechos absurdos, surreales y esperpénticos se concatenan convirtiendo nuestra realidad cotidiana en un astracán.
Recapitulemos: ataques en París, presidente de Panamá reafirmando en los medios lo que ya era consabido: nuestra posición en contra del terrorismo; gente dando alaridos y diciendo que a ver por qué nos tenía que meter en el conflicto bélico y viendo terroristas aparecer por todas partes (no se preocupen, ellos aún están buscándonos en el mapa); la pareja presidencial arremetiendo en redes sociales contra los que se oponen a su política chapulinesca, llamándoles cobardes y gritando ‘¡síganme los buenos!'; un meteorito cayendo en Puerto Armuelles; y un dime que te diré: que si la Primera Dama dijo que eso era una señal divina contra los que criticaban a su esposo, que si no lo dijo, que si lo trinó en un tuit rápidamente borrado, que si nadie lo confirma, que si además dio declaraciones; que si lo que tuitea es que los periodistas han de buscar la verdad en fuentes fidedignas y confiables, (y por ahí mismo ver si encuentran a Dios, al suyo de ella, se entiende, que todos los otros cinco mil millones de dioses que hay en el mundo no son de verdad, ¿eh? No se vayan a equivocar y toparse con el que no es).
Y una, que tiene la maldición de leerlo todo y tener que analizarlo, se pregunta, ¿qué nos están dando en el agua? ¿No será que con esta moda de comer panes integrales nos estamos volando de nuevo con el cornezuelo del centeno y estamos entrando en un paroxismo colectivo de histeria? Porque aquí el problema no es si la señora del castillo lo dijo o no lo dijo, si la castellana lo borró o no lo borró, si la defensora de las almenas salió a la palestra a defender a su cónyuge interpretando para ello signos celestes como si de Nostradamus se tratase. No. Eso no es lo peor. Lo peor es que todo el mundo está convencido de que es posible que lo haya hecho. Y todos sabemos que lo importante no es tanto la verdad como la verosimilitud. En este país, ya todo es verosímil, hasta lo más inverosímil. Estamos inmersos en un realismo mágico que tiene muy poco de realismo y ya casi no tiene magia. Solo tiene gente absurda dando bandazos. Y como sigamos así me da la impresión que estos bandazos se van a convertir en pataleos de ahogado.
Es aburridísimo tener que escribir todas las semanas sobre los mismos y por las mismas tonterías, eso nos da una idea del pulso del país, aquí, desde hace demasiado tiempo, no pasa nada, por no pasar, ni pasan los carros libremente por las vías a causa de los pocos redaños que tienen los antimotines para despejar a los cuatro tarados que las cierran. Y ya. Seguiremos enzarzados en averiguar si la tal dijo, si el otro le contestó, si aquel se indignó y si ésta le contestó que la respetara, que a una dama ni con el pétalo de una rosa. Qué hastío.
COLUMNISTA