- 01/03/2017 01:04
Una tarde cualquiera en isla Contadora, Jessica Mizrachi disfrutaba del sol, la arena y una refrescante comida con frutos del mar, cualquier tragedia parecía lejana.
La artista había dejado los pinceles en la ciudad, eran las vacaciones de una joven lozana de veintinueve años, hasta que sucedió lo inexplicable: Jessica empezó a tener convulsiones.
Le practicaron tres veces reanimación pulmonar, pero no mostraba rastro de mejoría y una avioneta la tuvo que llevar a un centro médico en la capital. La situación era tan grave que allí a la joven artista y profesora de pintura la tuvieron que inducir al coma.
MEMORIA INVISIBLE
Cuando Jessica despertó, a los 16 días, no recordaba absolutamente nada.
‘Jamás imaginé despertarme en un hospital y no saber dónde estoy, ver a mi propia familia y no saber quiénes eran. Una cosa es no acordarse de algo y otra es ni siquiera saber qué pasó', rememora la artista, en entrevista telefónica con La Estrella de Panamá .
Pero estaba tranquila. En su mente no había pasado nada. Al ver los rostros de sus familiares acercándose a ella, iba reconociéndolos uno a uno, a su esposo, su hermana, sus padres.
Con el tiempo, Jessica empezó a recordar todo lo que la rodeaba, la música que algunas vez escuchó, las películas que vio, los lugares en los que había estado y las personas con las que alguna vez tuvo contacto. A los nueve meses de terapias y recuperación luego de haber estado en coma, regresó a su pasión: el arte.
LO TERAPÉUTICO DE LA PINTURA
El accidente que tuvo la joven artista fue en abril de 2016. Con el paso de los días, ella revisó un álbum de fotografías y allí vio las imágenes de varios cuadros de pintura y jóvenes posando junto a estos. Jessica había encontrado otro recuerdo en su memoria: era profesora de pintura.
Las clases las solía dictar todos los años en su casa, desde 2005.
Tras descubrir aquellas fotos, Jessica estructuró un curso de pintura para demostrarse a sí misma que estaba recuperándose de aquel incidente y que iría retomando una a una las actividades que realizaba.
Encontró también carpetas en las que guardaba los proyectos de sus alumnos anteriores, hasta que volvió a abrir este año sus clases de pintura.
‘Parte de mí sabía lo que estaba haciendo, pero yo no era consciente de que lo sabía', dilucida Jessica, al otro lado del teléfono.
Témperas, carbón, tizas, acuarelas, técnicas mixtas, lo había preparado todo y salió mejor de lo que había esperado.
El pasado domingo 19 de febrero, fue la exhibición de las obras de sus tres grupos de alumnos en el auditorio de la Escuela Badi — a la que asistieron unas cien personas.
‘Los estudiantes estaban muy atentos. Sabían que si me veían estresada ellos se controlaban y trataban de no hacer desorden', comenta Jessica, quien le había comentado a sus alumnos y sus padres el incidente que le había tocado vivir en isla Contadora.
‘Al inicio fue bastante difícil, porque hay que empezar todo de nuevo, tratar de tener la misma calidad de los trabajos de los estudiantes y satisfacer a los padres de familia, que vean que sus hijos aprendieron. Me costó bastante, pero lo pude hacer', añade Jessica, quien creó su propia rutina para volver a pintar cuadros a manera de terapia post-coma.
Ahora planea una segunda sesión de clases de arte después de haber estado en coma. Esta vez será de junio a julio.
Esta será una de las últimas veces que Jessica dicte el taller por ahora, ya que en agosto se mudará a un país vecino para estudiar arte en la Universidad de Costa Rica.
EVOLUCIÓN COMO ARTISTA
Antes de aquel accidente, Jessica cursaba la licenciatura de artes plásticas en la Universidad de Panamá, además era profesora en el Colegio Badi y también era bailarina, miembro del grupo de ballet folclórico Panamá Fuerte Raza.
Tuvo que dejar la universidad y ahora en la mira tiene las aulas costarricenses, le ha dicho adiós a las clases en el Colegio Badi y aún le cuesta hacer movimientos bruscos cuando baila, aunque eso no impidió que viajara en noviembre del año pasado a México para representar al país vestida de pollera.
Sobre sus clases de pintura, ella asegura que las seguirá dictando sin importar dónde esté.
‘El arte es mi forma de poder comunicarme con las personas, con mis estudiantes y con el mundo. He hecho tres cuadros como si fueran terapia. Cuando los terminé me dije a mí misma: ahora sí, puedo seguir pintando', sostiene la incansable artista y profesora.
Quizás uno de los cambios más rotundos que ha dado como artista, ha sido su orientación hacia el estilo abstracto en la pintura.
‘Antes la abstracción no me gustaba, pero he aprendido que todas las cosas dependen de cómo uno las quiere ver', concluye la artista multidisciplinaria. ‘Sigue sin ser mi estilo personal porque el tema panameño y folclórico me encanta, pero ahora aprecio la abstracción un poco más', concluye.
Conscientes del buen estado en el que se encuentra Jessica —quien también ha ganado el tercer puesto de un concurso de fotografía titulado ‘Niña Latinoamérica'—, los doctores concuerdan en que no tuvo daños cerebrales ni motores y que ha tenido un mejoramiento muy rápido. Por su parte, la artista solo señala su persistencia y su distancia del negativismo, algo que ‘provoca el encierro y hubiese podido afectar el proceso de recuperación'.