El baúl antillano: A la búsqueda de Eric Walrond

Actualizado
  • 09/04/2017 02:00
Creado
  • 09/04/2017 02:00
El escritor guyanés-barbadiense-panameño hizo a través de sus obras un repaso de Panamá visto desde la perspectiva de quien nunca se sintió en casa

Hace poco, impartí un curso sobre Aimé Césaire en la Universidad de Panamá, entre las cuales participaron colegas como Vilma Chiriboga, Agatha Williams, Alondra Badano, Josefina Zurita e Iris Hinestrosa, y llegamos a la palabra baúl, artefacto transportable que es propio de las familias antillanas y, en este sentido, si hay algo que pertenece a este baúl es el escritor Eric Walrond que murió en Londres en agosto de 1966, después de haber vivido en New York y en París.

Nació en Guyana (antiguamente British Guiana) en 1898, año en que España perdió sus últimas posesiones en las Américas, Cuba y Puerto Rico, en guerra hispano-estadounidense.

‘LA INMIGRACIÓN DEL CARIBE INGLÉS NO EXISTE EN LA LITERATURA PANAMEÑA QUE LEVANTÓ SU ‘IDENTIDAD' EN EL IDIOMA ESPAÑOL

Él llegó con su madre a Panamá (la ciudad de Colón) en 1911, después de haber vivido en Barbados, y en 1918 partió hacia New York.

Trabajó como reportero en el Panama Star and Herald y en New York fue una figura clave del Harlem Renaissance .

Para un panameño como yo, que visitó Londres por primera vez en 1995, puedo imaginarme lo que pudo haber sido esta ciudad para el escritor guyanés-barbadiense-panameño: una estación conocida por la inmigración caribeña de las antillas inglesas.

Mi primera estadía en Londres fue marcada por la experiencia inmigratoria del Caribe, una presencia que reconocí en Brixton, en sus calles y en sus mercados, un acento antillano tan familiar que me hizo sentir en casa, a pesar que mi llamada ‘lengua materna' no es el inglés del Caribe. Pero solo escuchar ese acento me lanzó a esa ciudad de Panamá, marcada por el ritmo de Calidonia, del Marañón, de la casa Müller y de los coros de sus iglesias protestantes.

Este fue un sentimiento de pertenencia que no pude sentir ni en el mismo Madrid, acento y ritmo tan lejos de mí. No hubo aquí puente que me conectara con el país de nacimiento.

Podría decirse que el puente era invisible: la lengua castellana, el fondo católico, la tradición histórico-literaria. Pero como americano y panameño que soy me resultaba difícil asumir una ‘identidad común' con una llamada ‘Madre Patria' que ha sido filtrada por la experiencia postcolonial ilustrada francesa, el pragmatismo americano y la inmigración caribeña.

Me resulta mucho más familiar un John Dewey que un Unamuno, más un calypso que un flamenco, más una carrera de caballos que una corrida de toros.

La inmigración del Caribe en Panamá ha sido lo suficientemente contundente para establecer en Londres este puente con mi país de nacimiento. Fue un puente que no fue necesario construirlo, porque allí estaba sin darme cuenta, cruzando fronteras, estableciendo relaciones de vida, cotidianas.

Y me pregunto si Eric Walrond pudo sentirse en casa en el microcosmos de la inmigración caribeña de Londres, en fin, en Inglaterra y en Londres, en the mother country (la madre patria).

Leyendo la recopilación de ensayos que hace Louis Parascandola (2002) de aquél, como On England y The Negro in London , se puede decir que no, pues aparte de constatar su descripción negativa de la situación de los negros en la metrópoli, siempre aparece París y New York como espacios donde los negros son mejor tratados.

Para Walrond su experiencia y observaciones en Londres, debieron haber sido punzantes y dolorosas, porque desde su niñez Inglaterra había sido the mother country , apoyo de resistencia en Panamá, el punto de referencia positivo para elevar la conciencia de pertenencia colectiva de los West Indies en un país – como Panamá – cuyos algunos veían a los negros antillanos como enemigos en el mercado de trabajo y extraños culturalmente.

Efectivamente, la pertenencia al imperio británico era el orgullo de una inmigración que no se había (y no los habían dejado) encontrado ‘en casa' en Panamá.

Pero la inmigración caribeña fue, sin embargo, tenaz. Fue transformado el perfil de una ciudad, de un país y ha marcado generaciones enteras de panameños.

En ningún registro literario panameño está incluido Eric Walrond. Tropic Death (1926) fue y es un libro inexistente en Panamá, quizás por la estrechez y la fragmentación del circuito editorial, la distancia idiomática o simplemente el desinterés que justificó el nacionalismo cultural.

La inmigración del Caribe inglés no existe en las antologías, no tiene lugar en la literatura panameña que levantó su ‘identidad' en el idioma español, a pesar que el paisaje urbano-popular fue profundamente marcado y determinado por el inglés y el patúa inglés.

Rodrigo Miró, el demiurgo de la literatura panameña, edita su libro en 1947. Allí la literatura nacional panameña se levanta contra la transnacionalidad y llega a cegársela en un acto político y académico.

En este texto la literatura panameña tiene la misión de construir una nación, está amarrada en la búsqueda de la diferenciación nacional, no tiene la libertad de abrir los ojos a las ciudades de Panamá y Colón, aunque ya en las Noches de Babel (1913) el poeta nacional Ricardo Miró había lanzado una mirada tímida entre los espacios de inmigrantes que el designaba como los barrios extremos.

En la literatura nacional panameña no hay cabida para el ‘otro'.

Es espectacular la descripción que hace Walrond de la ciudad del boxeador Panama Al Brown, estrella del surrealista francés Jean Cocteau: Colón. En Godless city , el autor nos presenta una ciudad transnacional que algunos todavía siguen llamando Aspinwall, en honor a uno de los ingenieros que construyeron el ferrocarril.

Aquí la ciudad es puesta a la altura de Sodoma y Gomorra y es limpiada regular y bíblicamente por los fuegos. Los habitantes vienen de todas las partes del planeta, comerciantes, trabajadores y prostitutas. Impera el obeah , religión de los negros caribeños de las antillas inglesas, parecida a la santería y al vudú.

El autor nos pinta el contrapunto de una ciudad, entre los trabajadores venidos para proyectos faraónicos (el ferrocarril y el canal) y sus creencias religiosas.

En el medio hay un educador español, Carlos del Campo, que mantiene una escuela privada, where he taught French and English and the classics to the sons and daughters of the wealthy Chinese merchants of the city (en donde él enseñaba francés e inglés y los clásicos a los hijos de los ricos comerciantes chinos de la ciudad).

En Walrond hay una mirada especial para lo que no es homogéneo, lo que es socialmente diverso y contradictorio, y no persigue unificar narrativamente la conciencia o el comportamiento humano.

Su especialidad, si puede utilizarse esta palabra, es mostrar las fisuras, las paradojas, las contradicciones, los quiebres.

No busca narrar a la nación con sus intentos homogenizadores y unificadores. No está detrás del ‘mestizo', del ‘mulato', del ‘híbrido', pero su narrativa es ejemplo del encuentro/desencuentro de una modernidad que convierte la transnacionalidad en un discurso abierto a la inmigración, al racismo, la exclusión y la opresión, puntos que cruzan la Zona del Canal de Panamá, las ciudades de Panamá y Colón, New York y Londres.

La narrativa de Eric Walrond se inserta en la conciencia de un mundo lleno de paradojas como está muy bien descrito en el burdel The Palm Porch en la ciudad de Colón: Miss Buchner, cuyas hijas son sus empleadas, es a woman of taste and culture (una mujer de buen gusto y cultura).

Y mientras los autores nacionales de la literatura panameña concentraban sus energías en vilipendiar a los burdeles, a las prostitutas y a los turistas, como una amenaza a la nación y a la nacionalidad panameña, Walrond nos introduce en al interior de un mundo ‘extraño', ‘desconocido' para los nacionales que habían convertido la transnacionalidad como el peor enemigo de la nacionalidad panameña.

Con Walrond la literatura deja de ser ‘panameña' para insertase en espacios no explorados en Panamá. Él habla desde Panamá (a pesar que Tropic Death fue escrito en los Estados Unidos) con la voz del ‘otro' y a través del ‘otro'. Su voz, que reúne estas voces, es la polimorfonía de una transnacionalidad que es vista como ‘extranjera', negadora de la nación y, por lo tanto, no asumible en el discurso oficial de lo literario.

Hay mucho que descubrir en el baúl antillano.

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