Medios de comunicación… ¿alternativos?

Actualizado
  • 29/07/2018 02:00
Creado
  • 29/07/2018 02:00
Si bien las nuevas propuestas audiovisuales que han surgido recientemente en Panamá cuestionan el accionar del actual y de los anteriores gobiernos

En la era de internet, las fake news y la llamada posverdad, los medios de comunicación tradicionales enfrentan una crisis de legitimidad que es quizás uno de los signos más representativos de los tiempos que vivimos. Las noticias falsas están a la orden del día desde que tantas personas tienen acceso a una computadora, a internet y a un sinnúmero de herramientas para producir contenidos de todo tipo, al punto que nos toca dudar de todo lo que compartimos para no caer en trampas que nos lleven a conclusiones erradas, a hacer el ridículo o a terminar desinformando a nuestros amigos, familiares y conocidos. Paralelo a ello, sobra decir que internet también ha abierto el acceso a información que los medios tradicionales suelen ocultar, lo que aumenta el escepticismo y la desconfianza entre la población ante los espacios informativos de siempre.

Todo ello aunado a la realidad de que en Panamá –al igual que en el resto del mundo– es común que los principales medios sean propiedad de grandes empresarios que además estén involucrados en el sector energético, bancario, de construcción, o que tengan gran influencia en partidos políticos y organizaciones de la sociedad civil. Ante tal panorama, resulta imposible que estos medios respondan verdaderamente al derecho a la información y a los principios de la libertad de expresión, pues su principal deber es mantener las estructuras ideológicas en las que se sustenta el modelo económico, cultural y de país que favorece a sus dueños, haciendo pasar las ideas de la clase dominante como sentido común.

Hasta aquí nada nuevo, pero todo lo anterior ha generado las condiciones necesarias para que germinen propuestas de prensa, radio y televisión alternativas que, si bien en toda Latinoamérica llevan décadas disputando los monopolios mediáticos y rompiendo con los cercos informativos, en Panamá apenas comienzan a surgir nuevos proyectos de comunicación independiente en los últimos 2 ó 3 años desde las redes sociales. La mayoría de estas nuevas plataformas son manejadas por jóvenes, y en una cultura que idealiza la juventud al punto de atribuirle cualidades mesiánicas, este tipo de propuestas calan muy bien por ser frescas, entretenidas, y por romper con los formatos acostumbrados. Sin embargo, vale la pena preguntarnos si realmente estamos frente a medios alternativos o si son sólo independientes, en el mejor de los casos.

Si bien las nuevas propuestas audiovisuales que han surgido recientemente en Panamá cuestionan el accionar del actual y de los anteriores gobiernos, no significa que cuestionen el modelo económico y de país (volcado completamente a su función transitista y de centro financiero), ni mucho menos que tengan una posición ideológicamente distinta con respecto a los actores políticos tradicionales, con lo cual tampoco disputan el discurso de los grandes medios de comunicación.

Que existan nuevas opciones informativas creadas por jóvenes tampoco significa que ofrezcan un tratamiento de la información riguroso ni distinto, en especial porque sus gestores no cuentan con la formación adecuada para ello (en periodismo, comunicación u otras ciencias sociales), y sólo se hacen eco de las principales noticias por medio de resúmenes improvisados, infografías y memes que más bien sobresimplifican los temas, no ofrecen una perspectiva contrahegemónica, ni cuentan con un sólido sustento teórico-crítico.

Sin embargo, son proyectos que gozan de gran aceptación entre la población porque suponen una novedad, pero en realidad son espacios de opinología que además de no aportar nada nuevo, no combaten la opacidad ni el daño epistémico producido por los grandes medios (con los cuales, además, algunos de estos proyectos mantienen vínculos cercanos).

Solemos pensar que la educación viene sólo de casa y de las instituciones educativas, pero los medios de comunicación también educan, pues son creadores y reproductores de significados que operan en el terreno de lo simbólico y lo discursivo; es decir, desde la cultura. De este modo, tienen el poder de intervenir en la construcción de identidades y subjetividades (tanto individuales como colectivas), pero también tienen el potencial de producir conocimiento que sirva a la población para entender y cuestionar su propia realidad; por ende, para promover una verdadera cultura democrática.

Los medios que se precien de ser realmente alternativos deben ser además herramientas de gestión cultural que abran un espacio para la disidencia, para la resistencia político-cultural, el pensamiento crítico y el fortalecimiento del tejido social, hacia una mayor participación ciudadana y el impulso de procesos organizativos que den más poder al ciudadano de a pie. Para hacernos una idea, basta con mirar el ejemplo de los medios alternativos en los países hermanos latinoamericanos, pero en Panamá, a pesar de que las nuevas plataformas han sentado un precedente, continúa pendiente la tarea de producir verdaderos agentes contraculturales y con enfoque de comunicación popular. Si no, ¿dónde está lo alternativo?

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