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- 20/07/2020 00:00

Con un trapo mojado, mi madre apresuradamente limpiaba el mantel de plástico que cubría la mesa del comedor de la casa. Con voz clara buscaba mi mirada y al lograr mi atención, me decía: “Viene Reysito a dibujar contigo... déjale espacio para que trabajen juntos”. Entonces ya sabía que mamá Xenia iba a estar detrás de nosotros y que Rey Arturo, de apenas 10 años, pintaría conmigo.
Eran los inicios del 1969, en la barriada Alto Alfaro de Santiago de Veraguas. Mi madre era considerada por muchos una maestra, de hecho, lo era, pero de catecismo y tenían el ojo clínico para individuar a los pequeños talentos artísticos. Desde ese entonces llevo grabada una reflexión nacida de su boca: “Todos los pintores son conducidos bajo el manto protector de la virgen María y ese es un gran honor para todos ustedes”.
Rey Arturo fue uno de ellos, que creció en estos estímulos maternales y quien, por ironía de la vida, lo siento como parte de mi vida, que a manera de un insólito alter ego llevo cosido dentro de mí.
Me acerco a Rey Arturo para invitarlo a sentarse con nosotros en Café Estrella, y nos hable de su manera de comprender el significado de ser artista en el interior de la república de Panamá. Aquí nuestra tertulia.
De pequeño, cuando vi las pinturas rupestres y me dije: “si el Homo sapiens pudo, yo también puedo”.
En muchos lugares. En mi rebeldía juvenil pensaba que quedarse en un lugar es más fácil que viajar, por eso decidí por lo más difícil; de ahí mi peregrinar.

A tocar guitarra, aprendí en el barrio, y a cantar, en el baño.
Bueno, yo fui locutor y animador de bailes desde mis 16 años, imagínese que fui locutor en bailes de Yin Carrizo.
Viví en la capital y fui el primer locutor del Municipio de Panamá, el primer locutor en la bananera de Puerto Armuelles, el primero en Radio Belén y muchas otras emisoras más.
No he estudiado pintura, a mí me enseñó el hambre. Lo que quiero decir es que yo pinto de oído (carcajadas); acuérdate que vengo de una familia machista, para ellos esa profesión no daba para comer y era para afeminados; recuerda que no había Escuela de Bellas Artes aquí en Santiago y nadie me apoyaba, porque soy huérfano. Eso sí, desde pequeño me fascinaban las bellas artes.
Estoy pintando dos cosas: sobre Santiago antiguo y sobre el “arte trascionico”. Me encanta la acuarela, fue mi primer medio, pero ahora pinto más en acrílico, por el asunto de que soy muy conservador de la ecología.
Es una tendencia en futurista que quiero llevar al cine para darle trabajo a los jóvenes, llevarlos a la escultura; pero me duele que esto lo inventé hace más de 30 años. Y nadie sabe qué es, porque cae en manos de quienes serruchan pisos o no saben de arte. Ya he realizado 12 exposiciones y nadie me conoce ni entienden mis trabajos. Ojalá que alguien lleve estas ideas a la artesanía o a la fabricación de telas, debido a que es un invento muy criollo. (*arte trascionico: inventado por Rey Arturo)

Amo a Pablo Picasso, Vincent Van Gogh y Leonardo Da Vinci.
Hay varios: Guillermo Trujillo, por supuesto tú Aristy Ureña, son los que me llegan a la mente. Son muchos los artistas que me han apoyado... oye, se me olvidaba mi papá Víctor Broce.
¡Uy!, muy noble, me ha apoyado a pesar de todos mis descalabros; si me la quitan me muero. Solo espero que un día perdonen todas mis ocurrencias, los artistas tenemos muchas buenas y malas, estuve a punto de volverme loco... pero por ahí –algún día– les cuento todo en mi película. (más carcajadas)
Es la bella ironía del todo, conviviendo en perfecta armonía con la nada.
Ningún sueño se me ha realizado, pero no me siento triste, tengo a mi madre y a mi hijo. Es bonito soñar, pero también despertar, ese despertar ocurrirá cuando alguien difunda mis obras, cuando exponga mis obras en la capital, cuando tengamos un país adicto a la cultura, un país que tenga más fuerza en el cerebro, que dulzuras en las palabras, entonces despertaré.
Es un espejo que pocos privilegiados saben crear, para que muchos al mirarse sepan que están gozando de una buena vida en plenitud.
No temo, eso me desgasta.
Soy un soñador, sin sueños. Un Jacob, Jesucristo y Albert Einstein, soy un aguantador de mi destino. He aguantado muchos golpes, pero no me vienen ganas de llorar, porque he mirado siempre más allá de toda maldad.
Es el milagro de todos mis milagros. Aquí yacen los huesos de mis amigos, de mis familiares; están enterrados los frijoles, las yucas, el guacho, el sancocho y las tortillas que salen del buche y que nadie quiere pintar.
¿Si amo a Dios? Lo amo al extremo de un síiii.
Sí, sobre todo ahora que estoy más viejo. No soy pintor, soy un artista, el pintor pinta lo que se vende; el artista vende todo lo que pinta, porque logra zafarse de las bajezas humanas.
Rey Arturo es muy elocuente, y trato de ordenar mis ideas frente a tanta emoción procurada por esta entrevista. Pues existen personas que estudian para ser artistas y otras (pocas en verdad) que nacen dotadas por la musa de las artes, con la capacidad de la genialidad creativa.
En estos pocos individuos se caracteriza una condición: su personalidad va cosida a sus obras en un solo bloque. El personaje y la obra viajan en completa armonía, bajo fuertes tensiones dictadas por la genialidad... y Rey Arturo vive ese fervor.
Dice mi madre que todos los artistas van resguardados por el manto protector de la virgen María, yo no sé si eso es verdad; pero si cierro los ojos buscando muy dentro de mí, sé que, pese a cada calvario vivido bajo la incomprensión por cada creador panameño, existe una luz que nos coloca en distintos extremos, que parecieran lejanos entre sí... pero que resultan unidos por ese manto materno y protector que desde pequeños nos ha tenido unidos y amparados.
Cuando cerré mi llamada con Rey Arturo, añoré aquellas palabras que no pude decir, aquellas preguntas que no supe hacer y las tantas cosas que no pude escribir, pues existen muchas genialidades en nuestro país que necesitan de nuestro respaldo y de expresar todas estas dificultades, para sentirse interesadas y cercanas a eso que todos soñamos: una cultura donde todos somos partícipes en igual condición, y que estoy seguro, unidos vamos a conseguir.