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Arysteides Turpana y las relaciones interculturales
- 31/08/2020 00:00
“Apúrese que le debo hablar”. Así decía el padre Ocharan a su monaguillo después de haber terminado la misa, ese domingo en la hermosa isla de Uwargandup, Guna Yala. “Iremos a hablar con tus padres, porque necesitamos un monaguillo para las misas de 6:00 de la mañana, en la iglesia de Cristo Rey, en la ciudad de Panamá”. Ese día para Arysteides Turpana –el monaguillo más disciplinado– se abrieron las puertas para nuevas oportunidades con apenas 14 años, en ese lejano 1969. Las coincidencias en la vida de cada uno de nosotros, son un torbellino de tantas casualidades presentadas en un caos de inesperados momentos... Es así que Arysteides, sin titubeo alguno, decide aceptar el reto y viaja a la ciudad capital para servir todas las mañanas en la misa de las 6:00; aprovecha esa oportunidad para estudiar y –con pequeños logros– ser parte de ese grupo de intelectuales panameños, que han sabido marcar nuevas sendas en la cultura contemporánea de Panamá. Él se une a nuestras primordiales razones, que persiguen la modernización del nuevo hombre panameño que lucha por trasformar las relaciones en una dinámica de autoafirmación y reconocimiento del otro, basándose en el diálogo intercultural para liberar nuevos procesos de identidad. Para nuestra tertulia –con un cafecito caliente en la mano– para nuestro Café Estrella, nos sentamos a escuchar al profesor Turpana para deleitarnos, sorbo a sorbo, con su estupenda manera de conversar... preguntándole:

En Uwargandup, Guna Yala.
Esto ocurre cuando las relaciones culturales son asimétricas y esas relaciones asimétricas obedecen al proceso histórico en que se han desarrollado esas culturas, y cuando las sociedades se apoyan sobre las clases sociales y, al mismo tiempo, si en esa sociedad conviven varias razas, porque una de esas clases es la que va a determinar cuál es la cultura “superior”. No hay cultura superior ni inferior, porque no hay razas superiores ni inferiores. Solo en una sociedad igualitaria se puede obtener una cultura desjerarquizada.
Las sirenas, cuando escuchan que alguien habla de refundar el país, empiezan a confundir a la gente a fin de tratar de frenar todo cambio posible que pueda sufrir la estructura del Estado, con el argumento de que refundar es inventar un país a partir de cero. Su deseo es que la gente no se dé cuenta de que el sistema en que vivimos está caduco, que la corrupción, acciones criminales, asesinatos, robos, genocidios, quedan impunes. En los Estados nacionales modernos refundados, como Venezuela, su Constitución contempla el respeto a la diversidad cultural, reconoce y acepta dicha diversidad cultural como algo positivo e importante para el desarrollo de la humanidad. Igual en la Bolivia de Evo Morales, cuya Constitución dice: “Artículo 1. Bolivia se constituye en un Estado unitario social de derecho plurinacional comunitario, libre, independiente, soberano, democrático, intercultural, descentralizado y con autonomías. Bolivia se funda en la pluralidad y el pluralismo político, económico, jurídico, cultural y lingüístico, dentro del proceso integrador del país”. Según nuestra Constitución, todos somos iguales ante la ley, pero las culturas originarias no tienen la misma jerarquía que la llamada “cultura nacional”. El artículo 81 dice: “La cultura nacional está constituida por las manifestaciones artísticas, filosóficas y científicas producidas por el hombre en Panamá a través de las épocas”. Según el arqueólogo, el primer panameño se asentó aquí hace 17,000 a.C.; para el profesor de historia, nuestra historia comenzó en 1502, por lo tanto, las manifestaciones artísticas, filosóficas y científicas, de antes de 1502, no cuentan y para que cuenten necesitamos un país donde las diferentes culturas panameñas se relacionen simétricamente.
Al salir del colegio Claretiano traje recuerdos de tres profesores: el padre Gil, de latín; el padre Cuestas, de Ccstellano, y el padre Ocharan, de historia. En el segundo año tuvimos que recitar de memoria en latín las Catilinarias de Cicerón. En tercer año tradujimos fragmentos del Commentarii de bello Gallico, de Julio César. El padre Ocharan, antes de desarrollar el tema de su clase, solía leernos las noticias más relevantes. Eran los años 60. Gracias a él nos enteramos de la muerte de Benny 'Kid' Paret, de los zapatazos de Kruschev, del martirio de Lumumba y la Revolución Cubana.
Mis compañeros franceses hablaban tres o cuatro idiomas, leían mucho, estaban al tanto de todo lo que ocurría en el ámbito cultural. Ellos me llevaron a la famosa librería Maspero. Realmente fue fenomenal.
La Universidad gozaba de una vitalidad hercúlea asombrosa. El Dexa que dirigía la profesora Aurea (Beby) Torrijos era una maquinaria asombrosa con exposiciones de artes plásticas, las actuaciones teatrales de Los Trashumantes, publicaciones de libros, concursos de literatura a nivel internacional; se promovía la música popular y campesina, el Gecu filmaba... la librería universitaria siempre estaba llena.
Estudié en el Instituto Varan donde era más importante la producción que la teoría. Para aprobar el curso había que realizar un trabajito. Conocí al lingüista, botánico y antropólogo André G. Realicé un trabajo sobre él. Está en YouTube: ina.fr/video/VDD08004926
Sí. Normalmente guna-francés; francés-guna. Así he sido el traductor de la doctora Pascale Jeambrun, una especialista en albinos. A veces presto mi servicio para guiar a turistas israelitas o japoneses, y para eso cuento con el apoyo de la lengua inglesa.
Para nosotros es duro escribir en nuestra lengua, que ha sufrido dos desprecios, uno por parte de la ignorancia y otro por parte del racismo. La ignorancia la califica de dialecto, sin saber su significado y sin saber que el castellano es un dialecto, tal como lo define el Diccionario de la RAE; y el otro desprecio viene de las escuelas. En los eventos internacionales, platicando con otros hermanos, me he percatado de que la mayoría de nosotros escribe primero en castellano y después nos autotraducimos. Los cuentos del pueblo guna que he publicado han sido cuentos y narraciones que he escuchado. Después los he vertido en mi estilo al castellano. Desdichado corazoncito lo publicó el Inac, y de las Narraciones populares del país Dule se encargó Ediciones Factor, de México.
Ojalá podamos construir otro tipo de mundo donde seamos iguales y que la meritocracia nos gobierne; en cuanto a mis producciones, creo que he contribuido en algo, tanto por mi cultura regional como por la cultura nacional.
Retomo mi último sorbito de café, agradeciendo la atención brindada por Arysteides, esta mañana. El sabor del café me regresa de manera muy particular, llevando mi mente a una “modalidad” meditativa, considerando el hecho de que ciertos intelectuales construyen sus obras, desde la gente, entre la gente; luchando por el derecho al autoconocimiento y al reconocimiento de todas las diversidades, generando condiciones para el diálogo y las relaciones interculturales en igualdad de condiciones. Siendo esta la manera justa de construir una sociedad equitativa, en una democracia participada por todos sus componentes. Hasta el próximo lunes.