El patriarcado se destruye desde la ternura

Actualizado
  • 23/03/2021 00:00
Creado
  • 23/03/2021 00:00
Reseña del libro 'Sucede que me canso de ser hombre', de Jhavier Romero, Premio Nacional de Literatura Ricardó Miro, categoría teatro
'Sucede que me canso de ser hombre', de Javhier Romero Hernández, fue la obra de teatro que el jurado escogió porque desarrolla con plenitud de recursos teatrales una historia íntima que crece poco a poco hasta abarcar un conflicto de identidad nacional, según MiCultura.

En el mes de la mujer vemos como en nuestras redes sociales amigas y familiares comienzan a publicar sus fotos con marcos alusivos a las luchas feministas y a hacer convocatorias para las manifestaciones virtuales y presenciales que año con año se han masificado y fortalecido, y que han servido para evidenciar la violencia, la desigualdad y el machismo que día a día las acosa y las agrede de muchas maneras.

Pero dentro de esta lucha no falta que aparezca aquel hombre que se autoproclama feminista, o en el mejor de los casos, que se declara aliado, y se apropia de signos, consignas y espacios, que desde una posición muy personal deben ser exclusivos para las mujeres.

Y no por una cuestión de exclusión, o separación sexista, ni mucho menos porque considere que como hombres no podamos estar de acuerdo con los planteamientos de los feminismos, ni apoyar la causa de una sociedad más justa e igualitaria. Si no, que por una cuestión de respeto hacia los movimientos y hacia las mujeres, podemos, como hombres, apoyar toda esta lucha contribuyendo a la deconstrucción del machismo, desde otro sitio, más personal y privado, o sea desde nuestro interior.

Considero que, como hombres, no nos corresponde apropiarnos de signos ni de consignas ni de espacios. Tampoco, en relación con estas luchas, nos toca tomar las calles ni al frente ni al lado ni atrás de ellas, como si continuáramos protegiéndolas, o validando sus acciones. Lo que realmente nos corresponde es reflexionar profunda y constantemente sobre cómo ejercemos el machismo y cómo evitamos continuar reproduciendo y sosteniendo prácticas con las que ejercemos violencia contra las mujeres, contra poblaciones vulnerabilizadas como la población LGTBQ+ y contra la misma naturaleza.

No creo que actualmente exista un hombre que haya logrado deconstruir completamente su masculinidad tóxica, o que haya superado la herencia histórica y milenaria del patriarcado. Por lo que nuestro lugar en la lucha contra el machismo sigue siendo dentro de nosotros, en cómo logramos identificar los privilegios concedidos, la violencia de género que ejercemos, e iniciar asumiendo la responsabilidad de abandonar los derechos que nos han concedido por el hecho de ser hombres, de ceder el espacio para que las mujeres sigan libremente sus luchas y sus vidas, y que gocen plenamente de los derechos que tienen por el simple hecho de ser personas, y, si realmente deseamos destronar a ese minotauro que es el patriarcado, comenzar construyendo, desde lo individual y lo colectivo, nuevas masculinidades o masculinidades alternativas que se sustenten en el respeto, la justicia, la no violencia, la empatía y, sobre todo, en la ternura.

Desde las letras

La intención de esta introducción es realizar una reseña del libro Sucede que me canso de ser hombre, del escritor panameño Jhavier Romero, con el que ganó el Premio Nacional de Literatura Ricardo Miró, en la categoría teatro, en 2019, quien nos ofrece una obra dramática e interiorista basada en una profunda reflexión sobre nuestra masculinidad y toda la herencia tóxica del patriarcado.

Sucede que me canso de ser hombre es un libro dividido en dos actos y siete cuadros distintos, donde dos hermanos, Jaime y Arturo, encerrados en un cuarto de baño, junto a su otro hermano Gilberto, debaten si salen o no de este sitio para continuar con sus planes parricidas. Pero dentro de este encierro los tres hermanos, en diferentes momentos, comienzan a ser conscientes de sus manifestaciones machistas, y de cómo de una forma y otra violentaron a mujeres como Laura, Ana o Beatriz.

Es un libro dividido en dos actos y siete cuadros distintos.

En este libro, Romero nos pone en perspectiva, aunque dentro de un contexto muy panameño, muchas de las prácticas machistas a las que, como hombres latinoamericanos, hemos sido sometidos desde pequeños.

Por ejemplo, en el cuadro tres del libro, Arturo tiene todo un conflicto interno donde contrapone las enseñanzas recalcitrantes de su padre y su madre, hasta que pierde el control y termina empujando a su pareja, que cae sobre una mesa. O cuando en esa misma escena, Jaime le ruega a su pareja que vuelva, y dice: “La llamaba treinta mil veces al día. Le enviaba mensajes de texto, le escribía por WhatsApp, por Gmail. Finalmente, acepto verme en una cafetería”, y más adelante cuando ella le dice que está embarazada él, le responde: “No, mamita, así de fácil como lo quemaste conmigo [haciendo alusión sobre la infidelidad de ella], pudiste hacerlo con otro”, razón por la que Arturo la trata de zorra. O cuando, en otro de los cuadros, Gilberto es llevado por su padre, siendo un adolescente, a un burdel para que lo inicien.

Además, dentro del hilo conductor, el libro nos ofrece todos los efectos que el sistema patriarcal puede tener sobre los hombres, al imponernos patrones de comportamientos: “El viejo me metió tres bofetadas allí mismo y me dijo que en nuestra familia no había lugar para maricones”, al castrar nuestras emociones, y hasta sentir miedo de ellas: “Papá, mamá, ya váyanse de mi cabeza, me quiero quedar con esto, con esta sensación de ternura, con esta ternura triste, aunque sea una ternura precaria”, o falocentrarnos y hacernos creer que todo gira en función del sexo, y que las mujeres no son más que cuerpos-objeto de consumo, o hasta causarnos trastornos psíquicos, que afectan nuestra funcionalidad como personas, y principalmente como seres.

Pero sobre todo, Jhavier nos muestra que como hombres somos seres que habitan una casa tomada por la rabia, por un minotauro que transita por nuestro laberinto y nos hace crecer el enojo, con el que saboreamos darle muerte a un ave, o a cualquier criatura inocente, y que, a través de la religión o de la familia, se nos otorga un talonario para ir poniéndole etiquetas a otros, y sobre todo a otras, a nuestra conveniencia: maricón, puta, buena, histérica, semental, etc.

Este libro nos enfrenta al monstruo que nos habita, el patriarcado, que, como un padre implacable, nos demanda, nos incita, nos conduce por caminos dolorosos y a acumular víctimas. Un padre, que somos todos de una u otra forma, pues todos exigimos, todos señalamos, todos nos imponemos.

Con este libro el escritor panameño obtuvo el Premio Nacional de Literatura Ricardo Miró, en la categoría teatro, en 2019.

Por eso, en el fondo todos los hombres somos esos hermanos asustados, que intentan acabar con su padre, o con su monstruo, que a fin de cuentas es el símbolo del patriarcado en el que todos hemos sido criados.

Al patriarcado lo destruimos desde la ternura

Pero uno de los mayores aciertos que tiene esta obra, más allá de su riqueza literaria, es que no intenta caer en lo políticamente correcto, apropiándose de símbolos feministas, sino que nos permite, como hombres, comenzar un recorrido interno y reflexionar sobre nuestras prácticas machistas, y sobre las personas que, aparte de nosotros, han padecido por estas.

El libro no busca crear ninguna doctrina ni generar culpas por actitudes que hemos heredado ni tampoco presentar ninguna consigna acartonada en pro de la igualdad, sino que nos invita a resignificarnos como hombres, reinterpretar nuestra masculinidad y a reinventarnos como personas.

Sucede que me canso de ser hombre nos insta a guardar los cuchillos en las mochilas, y entregarnos a la ternura de la infancia, a la ternura de dormir sobre el pecho de la persona amada, a la ternura de ver a una gallina con pollitos o la perfección de una mazorca. A la ternura y a la larga vida de esta, para espantar a los tigres y para liberar al minotauro de sí mismo.

No tengo duda de que esta obra de Jhavier Romero trascenderá el libro, y será utilizada en Panamá y muchos otros países para trabajar, con niños y jóvenes, así como adultos, la equidad de género, y será una pieza clave para que grupos de hombres podamos sentarnos a discutir sobre cómo podemos transformar nuestra masculinidad y al fin, asumir nuestro lugar en la lucha contra el machismo, que como dije al principio, no está en la batalla de las mujeres, está en nuestro ser como una casa tomada, en nuestro cuerpo como un pájaro que sangra en un altar de sacrificios, y en cómo podemos, como personas, volver a entregarnos a la ternura.

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